La campaña electoral termina pletórica de incidentes que ratifican los bajos niveles de cultura democrática existentes en la clase política, sean sus integrantes, veteranos de las lides políticas, o novatos recién desempacados en esta actividad.
Descollaron en esta etapa los candidatos a la alcaldía de la capital, Guillermo Gutiérrez, de Encuentro Social, y Abril Padilla, de Movimiento Ciudadano, que a menos de dos semanas de las elecciones decidieron renunciar a sus candidaturas y apoyar a Luis Enrique Terrazas, candidato independiente al mismo cargo y, por ende, a José Luis “Chacho” Barraza, al que, tanto Terrazas, como el también declinante, Javier Mesta, se habían sumado previamente y, sin que mediase argumento alguno para la toma de tal determinación, lo hicieron, literalmente, de la noche a la mañana.
Si esa decisión es altamente criticable, también lo es el modo en que fueron aceptados por quienes denostaron a lo largo de la campaña a toda la clase política. Salta la pregunta, de inmediato ¿Pierden sus cualidades y defectos al pasar a un proyecto independiente?
Obviamente, no.
Al paso de las semanas, después de las elecciones, nos enteraremos de las múltiples jugadas “políticas” realizadas por todas las fuerzas políticas con el objetivo de ganar las elecciones o de sumarse al presunto ganador; lo que sí denotan, es la falta de compromiso para con las agrupaciones partidarias que los habían impulsado a ocupar parte de las responsabilidades ciudadanas.
Al mismo tiempo, un grupo de activistas de Terrazas decidió sumarse a la candidatura de Maru Campos y la respuesta del candidato independiente fue lacónica: “Les dieron 20 pesos más allá”, con lo que le da pie a las especulaciones acerca de las motivaciones de los renunciantes de los episodios aquí abordados y de otros, muchos, que se han dado en la campaña electoral.
Tal pareciera que el mercado electoral ha crecido y ahora de manera totalmente irregular.
Pudieran no ser las únicas sorpresas en el fin de semana previo a las elecciones.
A tal batidero de cosas han contribuido, también, las empresas encuestadoras, las reales, las “realmente” inexistentes (hay por ahí una, que le efectuó trabajos al Instituto Nacional de la Mujer, que al llamarlos a sus teléfonos , responden con el nombre de una empresa, “Limpiezas ecológicas”) y las más conocidas nacionalmente.
Sirvan de referencia dos. Ayer, el periódico El Universal publicó los resultados de una encuesta estatal en la que el candidato del PRI-Coalición, Enrique Serrano, obtiene el 44% de las preferencias electorales, por el 35.6 de Javier Corral, del PAN, y 12.8% del independiente José Luis Barraza.
Y, prontamente, el priismo del estado, al igual que el priismo de la capital a principios de la semana (porque El Diario de Chihuahua publicó una encuesta en la que la candidata priista, Lucía Chavira, va adelante en las simpatías electorales) lanzó las campanas al vuelo.
Sólo para ubicarnos. Un año atrás, el 1 de junio, el mismo periódico de la capital del país, El Universal, a seis días de las elecciones, publicó los resultados de su última encuesta en Nuevo León. Dijo que existía un empate “técnico” entre el candidato independiente, Jaime Rodríguez “El Bronco” (39.7%), y la candidata priista, Ivonne Alvarez (36.9%).
El día de las elecciones, El Bronco arrasó con los partidos. Obtuvo una ventaja histórica de 2 a 1 sobre los dos grandes partidos de la historia electoral del país, PAN y PRI, al recibir poco más de la mitad de los votos de los electores.
Otra. Días atrás, la empresa Mitofsky publicó los resultados de una encuesta de las preferencias electorales en la elección para alcalde de Juárez.
Más allá de los resultados de las preferencias, un sólo dato hizo que la encuesta mereciera una absoluta desconfianza. Al medir el grado de conocimiento de la sociedad sobre los candidatos, reportó que la candidata del PRD, Lluvia Luna, y el de Morena, Juan Carlos Loera, eran ¡Más conocidos que el independiente Armando Cabada!
Podían contar con más preferencias electorales, pero no el rubro de conocimiento de la sociedad sobre él.
Vistas así las cosas, y luego de los desastres de las empresas encuestadoras en 2006 y 2012, es posible -y muy deseable- que el papel de las encuestas como elementos de propaganda haya llegado a su fin.
Ojalá.
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