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¿En la prisión de sus pánicos morales?

¿En la prisión de sus pánicos morales? 11 de julio de 2020

Mariela Castro Flores

Chihuahua, Chih.

¿Sabe usted qué es un pánico moral? Desde la sociología es “una reacción de un grupo de personas basada en la percepción falsa o exagerada de algún comportamiento cultural o de grupo, frecuentemente de un grupo minoritario o de una subcultura, como peligrosamente desviado y que representa una amenaza para la sociedad”. 

O sea, como fenómeno surgen de perturbaciones morales que aparecen cuando se avizora un cambio estructuralmente revolucionario o que determinara drásticamente nuevas normas para la convivencia social, de algún modo, son un cisma o un profundo cambio cultural.  

De ahí que, así como la historia nos arroja múltiples ejemplos de confrontaciones entre partes que luchan por un lado por mantener el status quo y en respuesta, la otra parte promueva la innovación que reconozca el avance de bienes valorativos apegados a la ética, la moral y la ciencia, se generen procesos en los que se configura un ciclo en el que la policía o quien ejerce acciones punitivas persiga a quien se “desvía” de las normas, los medios atizando la controversia con un público compuesto de audiencias que se nutren de la indignación porque les anuncian una eventual amenaza a todo lo que conocen, porque hay algo innegable en esto: los pánicos morales son entrañablemente seductores.

También funge como un artificio que sirve como liberador de tensiones sociales, aunque es, en esencia inestable porque puede extinguirse con una discusión o con un extenso debate o desaparecer cuando los intereses de quien lo fagocita desaparecen también, de ahí que anuncie cualquier vehículo de transformación o consolide discursivamente la regulación de las normas sociales. 

Así surge la estigmatización.

La historia nos arroja múltiples ejemplos. Cuando el triunfo de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos, el incremento de arrestos y detenciones de hombres negros fue considerable, el pánico moral que se insertaba en el imaginario colectivo era que los hombres negros violaban a las mujeres blancas y que por eso era buena la segregación; proyectos como Innocence ha liberado con la tecnología del ADN a personas que habían purgado largas condenas por ser pobres y no tener acceso a una defensa efectiva. 

Es decir, no importa garantizar derechos, solo satisfacer la necesidad social de mantener el estado de las cosas sin importar el costo que esto implique.

Los pánicos morales mayoritariamente tienen que ver con la cancelación de derechos. De modo regular este tipo de manifestaciones se instalan en las infancias y juventudes, sus subculturas y diversidad, derivado se tejen discursos moralinos sobre la relación de estos grupos con la criminalidad, las enfermedades, la familia (o eventual destrucción de la misma) y el sexo con un marcado sensacionalismo, con relatos en exceso dramáticos con un componente éticamente cuestionable, desde luego tergiversado, exagerado y predecible ¿recuerda dos o tres décadas atrás cuando se decía que el VIH-Sida era una enfermedad de homosexuales y trabajadoras sexuales? 

Los datos a la fecha nos arrojan otra realidad: son las mujeres heterosexuales casadas las que padecen mayormente, aun siendo monógamas sus maridos infieles las contagian. 

En un ambiente así, los miedos se corporalizan para identificar amenazas: las mujeres libres como promiscuas, las personas homosexuales como focos de trasmisión de enfermedades, los migrantes como ladrones y violadores, los mariguanos como gente de malvivir, las personas indígenas como gente floja y desobligada, las y los pobres como invisibles, los cholos como delincuentes, la educación sexual como amenaza de hipersexualización de las infancias.

A razón del pin parental, se les ha dado espacio a discursos que bien pueden colocarse en lo que se define como pánico moral: son tremendistas, dibujan amenazas imaginarias desde el sensacionalismo y sin importar el costo, pretenden impedir el reconocimiento de derechos a las infancias y adolescentes. 

¿A poco no ha escuchado estos disparates? Que los padres y madres de familia perderán el derecho a educar a sus hijos e hijas (como si no se educara en casa desde el ejemplo, cuando en la escuela solo se recibe instrucción formal), que también perderán la tutela (como si el Estado en todos los asuntos en los que debe ejercer rectoría también debiera hacerlo en asunto de dinámicas familiares), que se están “ideologizando” a las infancias al empoderarles dándoles a conocer sus derechos (como si no los ideologizaran llevándolos a misa o a los cultos), para luego rematar con casos particulares acontecidos alguna vez en forma de exceso del cual omiten deliberadamente decir que fueron sancionados,  elevándolos a un carácter de general como para hacerlos pasar como una nueva “normalidad”, como el caso del espectáculo de drag queen en un preescolar.

Otro despropósito que le suma al pánico moral que pretende impedir la educación sexual y reproductiva en las escuelas utilizando el pin parental, es que se enseña información que no provee valores ni principios y eso, hay que decirlo, es la gran ganancia de todo esto: que los valores y principios los enseña cada quien en su casa de acuerdo al derecho que toda persona posee de profesar un credo, mientras el Estado asume la rectoría de lo que todo mexicano y mexicana debe saber para poder ejercer ciudadanía, así como también niños, niñas y adolescentes tienen derecho a la educación laica, científica, objetiva e inclusiva; armarles con estos elementos les da herramientas para enfrentar la vida, la violencia sexual, porque se dice que “a mis hijos/as los educo yo”, pero cuando son violados/as o agredidos de forma violenta o sexualmente al interior de su casa ¿cómo lo denuncian? ¿o la intención es que no lo hagan?

Eso sí es chocante, perverso. 

Además, si sus hijos e hijas no hablan con usted, tampoco lo harán vetando contenidos en la escuela; padres y madres siempre han tenido oportunidad de conocer los contenidos que a las y los menores les imparten, los libros de textos que cargan en la mochila siempre han estado a disposición, ¿Cuál es la alharaca en esta ocasión?

Pues que hay diputadas que quieren buscan la reelección y el pin parental será su bandera política.

Usted sabe si les presta a sus hijos como botín político.

O mejor aún, pregúnteles a ellos si les gusta ser utilizados.

@MarieLouSalomé

Mariela Castro Flores

Politóloga y analista política especialistas en género y derechos humanos.