El triunfo de la “mayoría silenciosa”

El triunfo de la “mayoría silenciosa” 10 de noviembre de 2016

Luis Javier Valero Flores

¿Cuánto habrá influido la nación norteamericana racista, xenófoba, discriminatoria, en la que, por desgracia, están incluidos un buen número de latinos, de todas las nacionalidades, los que escondieron sus resabios de ese tipo?

¿Qué tanto le correspondió, en el triunfo de Donald Trump, al hartazgo de una buena parte de la sociedad norteamericana hacia la clase política y sus vaivenes, como el caso de Hillary Clinton?

¿A cuántos les gustó escuchar y ver a un candidato tan grosero con mujeres, reporteros, hispanos, afroamericanos, etc.?

¿A cuántos les sedujo la imagen de un empresario exitoso, elusor del fisco, y que con sus pobres conocimientos y harta demagogia fue capaz de concitar la simpatía abierta de muchos, y la encubierta de la mayoría de sus electores?

La nación norteamericana amaneció partida por la mitad. Una parte de ella se identifica con las mejores prácticas de una nación desarrollada en los mejores valores cívicos y de la democracia; la otra añora la presencia del Ku Klux Klan y desearía, en realidad, la construcción de un muro para impedir la entrada, no sólo de los mexicanos, sino del total de los latinoamericanos que ahora se agolpan en la frontera norte de México para intentar acceder al primer mundo, ignorantes, hasta hace dos días, que la mayoría de quienes votan en EU no los quieren.

Y quizá estemos siendo extremadamente rigoristas; en realidad la candidata demócrata obtuvo la mayoría de los votos, de manera exigua (0.2% de ventaja sobre Trump), pero sufrió una clara derrota en la obtención de los delegados del Colegio Electoral -con el 99.1% de los votos computados, 290 de Trump, por 228 de Clinton-, así como en la Cámara de Representantes y la de Senadores, ambas con mayoría republicana, al igual que en las gubernaturas.

La operación política del Partido republicano fue increíblemente mejor que la del Partido Demócrata y obtuvieron uno de los triunfos más contundentes en los últimos 25-30 años. Así Paul Ryan, el presidente de los republicanos, aparece como uno de los más serios aspirantes a suceder a Trump, tanto si éste termina su mandato en 2021 y decide postularse para un segundo, o si no.

Será uno de los dirigentes partidistas más influyentes pues la división al interior de la dirigencia del Partido Republicano, en cuanto a la candidatura de Trump, no les impidió consolidar su triunfo en el ámbito nacional.

Lograron protagonizar una de las campañas más inesperadas y llevar a la presidencia, como ahora varios de los comentaristas del The New York Times, -el más influyente periódico de EU y que apoyó públicamente a Clinton- a “un candidato tan evidentemente poco calificado para el máximo cargo, con un temperamento tan demente, tan escalofriante como absurdo” y que, lo que pensaban acerca de su nación “si bien lejos de haber trascendido los prejuicios raciales y la misoginia, se había vuelto mucho más abierta y tolerante con el paso del tiempo. Pensamos que la gran mayoría de los estadounidenses valoraba las normas democráticas y el Estado de derecho”. (Artículo de Paul Krugman, The NYT, 9/XI/16).

Y se encontraron con que un gran número de personas —blancas, habitantes sobre todo de las áreas rurales— no comparten esas ideas.

Pero no solamente, resulta que también ciudadanos de ascendencia hispana también comparten ese hartazgo ante la clase política -que Clinton representa tan vívidamente- y ante el crecimiento del número de inmigrantes cayeron víctimas del lenguaje, posturas y promesas de un típico populista.

Las consecuencias pueden ser desastrosas para el mundo entero, pero no serán fenómenos acaecidos de la nada, como la especie que ha corrido en los días previos a la elección y después, en el sentido de que el peso “se devaluó”, o que el triunfo de Trump “afectó al peso” mexicano, como si éste fuera un ente provisto de vida.

No, la sobrevaluación del dólar frente a nuestra moneda obedece a la especulación de los dueños del dinero, de aquí, de allá; a los que poco les importan los resultados sociales de una elección, y sí el evitar que los cambios políticos puedan afectar el nivel de ganancias de sus empresas, inversiones en la bolsa o en cualesquier otro instrumento.

Frente a esas maniobras especulativas, saqueadoras de las riquezas nacionales, debieran enfrentarse las autoridades mexicanas, y por supuesto no con las tibias medidas y melindrosas posturas asumidas por el Secretario de Hacienda, José Antonio Meade, y el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens (¿Se acuerdan de él, es el que decía, en plena tormenta financiera, “no pasa nada?).

Híjole…

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Luis Javier Valero Flores

Director General de Aserto. Columnista de El Diario