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El regreso del “chico maravilla”

El regreso del “chico maravilla” 21 de enero de 2021

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

A mediados de la década pasada, Ricardo Anaya (ex líder nacional del PAN y ex candidato presidencial), fue conocido en el mundo político con el sobrenombre del “Chico Maravilla”. 

Esto, por la frenética carrera política que lo llevó a ocupar importantes cargos políticos a muy temprana edad, y, con base en esos antecedentes, buscar la Presidencia de la República cuando apenas arañaba las cuatro décadas de existencia.

Luego de dos años con apariciones esporádicas, y videos en las plataformas donde critica al gobierno de la 4T, Anaya gritó, a los cuatro vientos, su intención de volver a contender por la Primera Magistratura del país en 2024. Quizás emulando el ejemplo de Andrés Manuel López Obrador, Anaya dijo que no aceptaría una diputación plurinominal al Congreso de la Unión, sino que -dejó entrever- haría trabajo de tierra, en aras de lograr su cometido, una vez que el presente sexenio haya fenecido.

Aunque desafiante, la empresa de Anaya se visualiza difícil. 

A pesar de sus credenciales académicas y políticas, el queretano no cuenta con el arrastre, las simpatías ni el carisma que aún posee el Presidente de la República. Estas virtudes le permitieron a López Obrador nadar a contracorriente, y tornarse en opositor cuando una parte relevante de la clase política nacional, aplaudía con ímpetu el “Pacto por México”. 

Bajo esta tesitura, la capacidad de adaptación y resistencia de AMLO fue subestimada, pues, luego de 2012 (con una cuestionada pero contundente derrota por parte de los personeros del PRI y del grupo Atlacomulco, vía Enrique Peña Nieto), algunos analistas daban por finalizada su carrera política, pues, luego de estar cerca de Los Pinos, en 2006, 2012 no fue un día de campo para el tabasqueño, y su narrativa de contrastes parecía difuminarse un poco. 

Sin embargo, cuando pocos hablaban de él, AMLO luchó contra imposibles: se separó del PRD, y se convirtió en fundador del hoy gobernante Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). A pesar de un inicio agridulce, con algunas victorias (la de 2015 en las elecciones intermedias de la Ciudad de México fue contundente), pero raquíticos números alrededor de la nación; sus bonos subieron como la espuma, con el lento y persistente declive que enfrentó el gobierno de Enrique Peña Nieto y el grueso de la clase política nacional, hecho que Andrés Manuel López Obrador supo capitalizar con creces, llevándose gran parte de las posiciones, de cara al proceso electoral que tuvo lugar hace ya tres años.

La carrera de Anaya, en cambio, ha sido totalmente diferente. 

Iniciado en la política provincial hace un par de décadas, cuando fungió como Secretario Particular de Francisco Garrido Patrón, a la sazón gobernador de Querétaro (2003-2009), Anaya fungió, posteriormente, como líder del PAN en esa entidad, así como diputado local. 

Saltó a la política nacional a finales del sexenio calderonista, cuando fue nominado para ocupar la Subsecretaría de Promoción Turística del gobierno federal. 

Posteriormente fue diputado federal plurinominal (2012-2015); ocupando en esa legislatura la Presidencia de la Cámara de Diputados y, al final de la legislatura, la coordinación de los legisladores del PAN, de donde saltó a la Secretaría General del CEN del PAN, posición que le permitió, primero, ocupar el liderazgo del partido blanquiazul, de manera interina (sustituyendo a Gustavo Madero, a la sazón Presidente Nacional del PAN, cuando dejó su posición para ocupar la primera posición en la lista de plurinominales del partido a la Cámara de Diputados), para luego ostentarla de manera oficial.

Su actuación como legislador y como máximo dirigente del PAN, no estuvo exenta de contradicciones y de críticas. Si bien, privilegió el consenso, y suscribió algunos de los acuerdos del Pacto por México (tornándose en una especie de bisagra para la consecución de estos objetivos en el Congreso), terminó distanciado de algunos de los actores que le dieron una rápida relevancia a su carrera. 

Por ejemplo, de no haber sido por la mano de Felipe Calderón, Anaya no hubiese dejado ser jamás un político más de provincia. Y, sin embargo, luego se percibió el distanciamiento entre él y la facción calderonista (que, a la postre, se aglutinaría en el protopartido “México Libre” e impulsase la candidatura presidencial de Margarita Zavala). 

Caso similar ocurrió con Gustavo Madero, pues de ser uno de sus principales impulsores (en términos prácticos, fue su segundo a bordo en el PAN, en el Congreso, y uno de los alfiles del grupo maderista -junto a José Isabel Trejo-) también sobrevino el distanciamiento, luego de que Madero no alcanzara la Presidencia de la Cámara de Diputados, y pidiera licencia para ocupar la Jefatura de Gabinete en el naciente gobierno de Javier Corral (2016). 

Ahora, que, en el caso del propio Corral, las relaciones de Anaya con el hoy gobernador del estado, atraviesan momentos antitéticos. 

Esto, porque, en 2015, el propio Corral, buscando el liderazgo nacional del PAN, acusó a Anaya de ser “aplaudidor de Peña Nieto”; pero, en la coyuntura del 2018, ambos lograron un efímero entendimiento, cuando el queretano buscaba arribar a Los Pinos. Sin embargo, al perder el liderazgo blanquiazul, el distanciamiento entre ambos volvió a ser lo que ya había originado con antelación.

En el mismo tenor, el tiempo llevó a que Anaya pasase de aliado y opositor. Y, aunque intentó realizar una campaña moderna y novedosa, no pudo arañar, siquiera, la popularidad de López Obrador, quien, para 2018, era el favorito y, con los años de un largo y sinuoso camino recorrido, se había tornado en un peso pesado de la política nacional.

Habiendo pasado los años, y en la víspera de un nuevo proceso electoral, Anaya desea ser un émulo de AMLO para los comicios de 2024. 

Ha dicho con todas las letras, que buscará ser su sucesor en Palacio Nacional. 

Aún falta un largo tiempo, y es complejo saber si logrará su cometido. López Obrador lo consiguió, con una narrativa de congruencia y tesón. Difícil saber si Anaya podrá lograr lo mismo. Sin embargo, fuera de él, son pocos los cuadros con los cuales cuenta la oposición en su conjunto (tanto en Sí por México, como en Movimiento Ciudadano, o en otros rumbos; siendo uno de los pocos, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro); y resulta complejo inferir si pudieran dinamitar el liderazgo de López Obrador. 

Hasta ahora se ve difícil. 

Sin embargo, si la segunda parte del sexenio fuese en una pendiente, ninguna posibilidad debería descartarse. 

Pero, al igual que AMLO un sexenio atrás, el otrora “Chico Maravilla” no la tendrá fácil, puedo percibir.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.