Chihuahua, Chih.
Más allá de las mil 063 diputaciones, las mil 923 alcaldías de 30 entidades y las diputaciones federales que los mexicanos elegirán el 6 de junio próximo, en el aire está algo acaso más importante para Morena que los triunfos por alcanzar en esa jornada electoral.
Y probablemente no sólo sea para Morena, sino para el conjunto de la izquierda mexicana.
No es una exageración, se juega la vigencia, ante la sociedad, de los pronunciamientos y postulados de la izquierda.
Si los errores, si las posturas de hoy contradicen los dichos del ayer, lo que quedará desacreditado ante los ciudadanos serán las posturas de la izquierda.
De ahí la importancia de la designación de los candidatos de Morena para el presente proceso electoral: Hay un importante porcentaje de ellos con un antecedente inmediato de militancia reciente en alguno de los partidos que tanto critica el presidente López Obrador.
Hay, en muchos de los dichos del presidente, la creencia de que su sola llegada al poder hace que cambien mágicamente las cosas y, seguramente, por extensión, el hecho de que nuevos y viejos actores políticos del antiguo régimen, al sumarse a su causa, asume que también cambiaron.
Eso creyó también Francisco I. Madero. Le entregó a los viejos operadores del viejo régimen de Porfirio Díaz la mitad del gabinete y dejó en manos de los viejos jefes militares la conducción del ejército, no sin antes mandar a su casa a todos los que habían derrotado al viejo ejército porfirista y expulsado al viejo dictador.
Madero llegó al extremo de mandar a Victoriano Huerta a combatir a ¡Emiliano Zapata! El jefe militar porfirista se regodeó. Hizo realidad la consigna de solo dejar tierra quemada en las zonas zapatistas. Luego consumaría la traición.
La analogía puede extenderse a lo que ahora hace López Obrador con la mayoría de los cuadros medios del morenaje, con los dirigentes y activistas de la mayoría de movimientos sociales, de la academia, del mundo artístico y de las letras: Los ha licenciado y ha llamado, para que concreten las metas de la 4T, a las huestes y dirigentes del viejo orden político.
Por supuesto, hay excepciones, y seguramente en el conjunto de las candidaturas habrá un buen número de los antiguos activistas y fundadores de Morena. Serán los menos y, por desgracia, no los más influyentes.
Tal proceso no inició en estas semanas. A la chita callando, poco a poco, en casi todas las dependencias federales fueron nombrando a quienes, en los segundos y terceros niveles gubernamentales se convirtieron en los nuevos funcionarios de la 4T, luego de ser los funcionarios y/o los operadores políticos de los gobiernos anteriores.
Vaya problema que tiene Morena, y el país, porque si el proyecto de nación propuesto por López Obrador fracasa -y cada vez se aprecia que en muy poco se parece a lo que ahora hace desde el gobierno- desautorizará a las fuerzas de izquierda que pretendan, en el futuro, acceder al poder e instaurar un gobierno de esa orientación.
Si fracasa Morena, ocurrirá algo muy semejante a lo que aconteció en Brasil: Llegará la ultraderecha al poder.
El problema es que pareciera que todo se hace para que porciones importantes de la militancia y de su electorado se desencanten o se indignen ante las decisiones y políticas erróneas, ya sea de su dirigencia, o del mismo presidente.
El caso extremo es el de la candidatura de Félix Salgado Macedonio en Guerrero.
Morena y el gobierno de la república le han dado la espalda, no solo al movimiento feminista que arde de indignación ante la terquedad de mantenerlo como candidato, sino a los millones de mujeres ultrajadas, asesinadas, secuestradas, hostigadas, golpeadas y que observan como una de ellas, que acusa al morenista de haberla violado, valientemente, superando sus propios miedos, su temor a la crítica y el señalamiento en su entorno más cercano, no es escuchada y desde la presidencia de la república se le ubica como parte de las protestas de los conservadores, de la oposición, o que se le descalifica por contribuir al crecimiento de ese movimiento “de importación” que es el feminismo.
¿Qué pierden el presidente y Morena si cambian a Félix Salgado y nombran otro candidato en su lugar?
Nada, al contrario, podrían revivir la esperanza en muchas mujeres de que en la 4T sí podrían tener eco sus demandas.
En lugar de ello, levantaron un verdadero muro alrededor de Palacio Nacional, semejante al de Trump en la frontera.
Pero si este caso es ilustrativo del “licenciamiento de las tropas y causas morenistas”, la designación de los candidatos a los gobiernos estatales es increíblemente más nítido.
Morena lleva la delantera en 10-11 entidades, de las 15 en las que habrá elección de gobernador, con las excepciones de Nuevo León, Chihuahua y Querétaro, en las que el PAN mantiene distintas ventajas, más señaladas en los casos de los dos últimos.
Y en otros dos -Baja California Sur y Sonora- los candidatos de Morena tienen una ventaja muy apretada.
De los abanderados designados, seis son experredistas, dos expriistas, cinco expriistas y experredistas, y solo dos no tienen trayectoria en otra fuerza política. La minoría, hay que decirlo, aunque su origen es en alguno de los partidos del antiguo régimen, son fundadores de Morena.
Los candidatos impuestos, procedentes de los partidos del viejo régimen y el delegado del Comité Nacional de Morena en Chihuahua que, como los designados, apenas antier (figurativamente hablando) militaba en otros partidos, ejemplifican lo que le ha ocurrido al morenismo: Priista de origen partidario (llegó hasta el gabinete estatal en Durango y desde ahí aspiró a la candidatura del gobierno); frustrada su aspiración, emigró a Movimiento Ciudadano y luego al PAN, en donde logró ganar la alcaldía capitalina en 2016 y de ahí a Morena en 2018. Ahora es senador de la república.
Revivido el cargo de delegado del Comité Nacional, en la práctica sustituyen a las dirigencias estatales y se convirtien en el brazo ejecutor y en los definidores de muchas de las candidaturas.
Como se puede ver en el caso del enviado a Chihuahua, prácticamente no hay antecedentes que nos permitan otear el perfil político e ideológico de tales dirigentes.
Así, Morena se ha convertido en una franquicia electoral que le sirve -y le servirá al presidente López Obrador- a los fines que el mandatario resuelva, sin más guía que las opiniones y concepciones del tabasqueño, las que exige sean respetadas sin cambiarles “ni una sola coma”, y que exige una lealtad a ciegas.
Todo lo anterior va a contrapelo de lo realizado por la izquierda, no solo la mexicana, sino la de casi cualquier lugar del planeta, y estamos hablando de la izquierda democrática de nuestros días, compuesta de infinidad de nuevos parámetros, de nuevos perfiles, mucho más diversa y plural y que responde a los requerimientos de la sociedad moderna, en la que el debate ocupa un papel central.
Nada de eso posee -por desgracia- el partido que ocupa el lugar principal de la izquierda mexicana. No es de ahora.
Casi desde su origen -algunos ubican el problema todavía más atrás, desde los tiempos en que López Obrador era el dirigente nacional del PRD- muchos integrantes del primer Consejo Nacional de Morena -y de su primer Comité Nacional- se quejaban de la ausencia de discusión en el seno de ambos organismos dirigentes nacionales, en los que solo se les repartían las tareas concretas que habrían de realizarse, con metas y ruta crítica a cumplir.
A tal característica se le suman otras deficiencias organizativas a cual más de graves -para cualquier partido, más para uno que se proclamó de izquierda- que iban desde la falta de definición de la dirigencia nacional, la ausencia de un padrón de militantes, aspectos que los llevaron a posponer una y otra vez la elección de sus dirigencias, razón por la cual las actuales llevan más de 6 años en los cargos.
Pero si los dirigentes nacionales y estatales casi se eternizaron en los puestos, en el nivel municipal sucede lo contrario, no hay comités municipales en Morena.
Así, no solo es la ausencia del debate, como signo característico, sino que tampoco existen los espacios partidarios que lo permitieran, que lo alentaran y menos existen los vínculos entre la base militante y los dirigentes, que hagan posible un mínimo de vida partidaria.
De ese modo, el único vínculo real existente, entre la “causa” y los miembros de la base del partido de la esperanza, es su líder máximo, el presidente López Obrador.
Así, lo ocurrido en las designaciones de candidatos a las alcaldías de Juárez y Chihuahua no difiere mucho de lo hecho en muchos lugares.
Morena se ha proveído, lo mismo de expriistas o de ex panistas, de viejo y reciente cuño, independientemente de sus historias personales, de sus gestiones, buenas o malas; lo importante, aparentemente, es que contribuyan con algún capital electoral.
No siempre es así.
Pero, hay un dato que todas las encuestas muestran: Puntos más o menos, los aspirantes de Morena obtienen -independientemente del porcentaje de personas que los conozcan- casi las mismas preferencias electorales, lo que lleva a inferir que lo importante, para el electorado, es votar por el partido Morena, en clara expresión de respaldo al gobierno de López Obrador.
¿Si esto es así, en la abrumadora mayoría de los casos, porqué razón no postularon a los militantes morenistas de larga trayectoria, para que de esa manera se fuera construyendo una fuerza más identificada con la trayectoria y ruta de Morena, que pueda enfrentar el enorme reto que significa el 2024?
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