El triunfo electoral de Javier Corral, así como su incipiente forma personal de gobernar, trajeron consigo una serie de comparaciones con los gobiernos de dos íconos panistas: Francisco Barrio y Vicente Fox, quienes lograron concretar la primera alternancia electoral en nuestro Estado (1992) y a nivel nacional (2000) al capitalizar -electoralmente- el descontento social en contra de los gobiernos priistas.
Sin embargo, ambos gobiernos panistas fueron un fracaso político. Por ello, en poco tiempo el PRI recuperó el poder en Chihuahua; en el ámbito federal, con el ‘apoyo’ de una legislación electoral perversa y la descarada parcialidad de los tribunales electorales, mantuvo el control del Congreso de la Unión durante los dos sexenios panistas; lo cual, le permitió explotar al máximo el chantaje político.
La segunda alternancia electoral en Chihuahua (2016) se da en parecidas condiciones a las del ’92: los panistas ganan la gubernatura, la mayoría de los municipios y obtienen el control del Congreso; lo que le facilitará a Javier Corral un mayor margen de reformas a su modo personal de gobernar. Y al igual que Francisco Barrio, ha anunciado una reforma ‘integral’ a la Constitución del Estado.
Asimismo, como hace 24 años, este proceso electoral fue considerado como una especie de ‘referéndum social’ en la que no solo estaba en juego el poder político, sino además, la medición del hartazgo político de los chihuahuenses y, en especial, la potencialización de la madurez cívica del electorado, para castigar o tolerar, los evidentes actos de corrupción de la pasada administración estatal.
Recordemos que para muchos analistas este proceso electoral local fue la ‘bascula’ que sopesaría el hartazgo de la sociedad chihuahuense ante un sexenio caracterizado por el amiguismo político y el dispendio de recursos públicos, cuya consecuencia tiene sumida a las finanzas estatales en una quiebra técnica temporal que ha obligado a Javier Corral a mendingar el apoyo del Gobierno federal.
Al igual que en el 2000, resurge una corriente de opinión que pregona darle ‘cristiana sepultura’ al PRI. En aquellos tiempos, el entonces priista Agustín Basave afirmaba que “si el PRI sólo se reestructura, poco a poco se irá diluyendo… los priístas tienen la oportunidad histórica de crear un nuevo partido democrático comprometido con las causas ciudadanas y la ética política… un nuevo partido, con nuevos colores, emblema, siglas, y que su máxima autoridad sea la lucha por la justicia social”.
El analista Carlos Alberto Montaner cita el siguiente chiste: “Cuentan que en la ONU decidieron hacer un concurso para establecer cuál era el partido político más corrupto del planeta. No es necesario dijeron los expertos, todos sabemos que es el PRI mexicano. No les hicieron caso, convocaron a los mejores politólogos, y se hizo el concurso, pero el certamen arrojó un resultado inesperado: en lugar de ser elegido el más corrupto, fue seleccionado como el más honesto... luego se supo que habían sobornado al jurado”.
Este año, ante el desastre electoral del PRI y el descrédito de Peña Nieto, varios actores políticos anuncian, de nueva cuenta, la muerte prematura de este partido político nacional. Al respecto, Jorge Castañeda precisa que “acabado no, no hay que enterrar al PRI nunca, porque resucita siempre; es como los dinosaurios esos que pensaba uno que ya estaban liquidados, ahogados, empantanados, ya estaban hundiéndose; y luego, vuelven a sacar la cabeza”.
Mientras tanto, en Chihuahua el desmedido autoritarismo de César Duarte anuló por completo la carrera política de un sinnúmero de destacados priistas; lo cual, ha generado un enorme vacío político que avizora -durante este quinquenio- una tibia y fragmentada oposición política. Porque, hoy en día, a todo aquel exfuncionario que se le relacione con el exgobernador, es considerado una persona sin calidad moral para denunciar posibles actos de corrupción del ‘Señor Gobernador’.