Chihuahua, Chih.
No te crees angustias, si el combate es mañana,
no vivas hoy con los puños cerrados.
Jodorowsky
Cuando en distintas partes del planeta las autoridades visualizan “la nueva normalidad”, con ello están indicando que la vida social ya no será igual.
Al menos no igual a lo acostumbrado en el tiempo presente. La lentitud, casi ritual, primitiva, nos resultará desconcertante y salutífera a la vez.
Quien haya ido a algún restaurante en estas semanas de desconfinamiento, habrá notado el ceremonial introducido para que a los comensales se les brinde atención.
La vida cambia para bien, es lo que espero.
El respeto hacia nosotros mismos, a nuestros semejantes y a la naturaleza, será el principio básico de sobrevivencia y protección. Es la Ética el bien mejor dispuesto para adoptar la nueva normalidad y superar el individualismo depredador y sus presentaciones enmascaradas.
Pero hablemos de los gobernadores.
De ese puesto de elección de autoridad ejecutiva más importante, después de la presidencia de la república. Durante la hegemonía del PRI, el gobernador era un apéndice de la institución presidencial, de su instrucción dependía la nominación y el acceso al cargo. Un sistema imbatible en sus términos y sin lugar a controversia mayor.
Beneficiaria de esos modos fue la hoy senadora Beatriz Paredes Rangel. Fue hasta hace pocos años que comenzó a abrirse el ostión de esos modos, durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Negociación de gubernaturas bajo el esquema ilegal y antidemocrático de la “concertacesión”, picaresca lexical aportada por el columnista Francisco Cárdenas Cruz.
El fraude a la ley y a los electores era evidente. Los gobernadores deberían tener una representación de la voluntad popular, más acicalada por lo menos.
Fue la elección de Cuauhtémoc Cárdenas de 1997, para gobernar el Distrito Federal, lo que abrió las compuertas de acceso a los gobiernos estatales sin el exclusivo sello del PRI y su jefe nato, el presidente en turno, o del PAN. Al acceder al poder avalados por una representación creíble, los gobernadores se constituyeron en un poder cierto, de resorte propio, con pleno derecho al regateo de los presupuestos con el Ejecutivo federal. Así fue como en tiempos de Ernesto Zedillo se formó el informal grupo priísta conocido como -otra vez me auxilio de la picaresca- “sindicato de gobernadores”.
Llegó la alternancia en el cargo de presidente en el 2000 y después se formalizó una asociación civil conocida como Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO).
Sin ser más que un foro de interlocución de los gobernadores hacia el presidente de la república, a partir de ese foro se multiplicó el número de gobernadores llamados a cuentas por la justicia. La depredación de presupuestos para fines de enriquecimiento personal, de su familia y allegados. Eso sin mencionar que en algunos casos se agregó se agregó el crimen organizado como fuente de enriquecimiento.
Sería bueno que un día de estos fueran invitados el secretario de Hacienda, la directora del SAT, el jefe de la UIF y el auditor superior de la federación, para que nos informen de lo que hacían los gobernadores con el seguro popular, el presupuesto para educación, el Fonden, los contratos de infraestructura y la contratación de deuda.
¿Alguien solicitó la salida de Dr. López-Gatell?
Salud y larga vida
Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH.