Chihuahua, Chih.
El triunfo electoral a favor de Claudia Sheinbaum el pasado 2 de junio, se vio empañado por la incertidumbre y el nerviosismo que prevalecía en los mercados financieros y en el tipo de cambio del peso respecto al dólar por parte del capitales nacionales y extranjeros.
El viernes, dos días antes de las elecciones, un dólar se compraba con 16.60 pesos, y el peso había venido mostrando su fortaleza con poca o mínima fluctuación.
Sin embargo, apenas había pasado el proceso electoral, el lunes 3, el martes 4 y miércoles 5 de junio el mercado accionario de la Bolsa Mexicana de Valores, es decir, las acciones de las empresas que cotizan en la Bolsa, comenzaron a derrumbarse.
Ni las felicitaciones a Claudia Sheinbaum como presidenta electa de México, por parte de mandatarios de países como Joe Biden de Estados Unidos; de Francia Emmanuel Macron; el de España Pedro Sánchez; de Canadá Justin Trudeau, entre muchos otros mandatarios, detuvieron la depreciación o devaluación del peso mexicano y la caída del mercado accionario.
Los datos “oficiales” del PREP, pusieron nerviosos a los grandes capitales del sector privado y financiero. El sector privado y las grandes empresas ya habían descontado la posibilidad de que Sheinbaum ganara la elección presidencial; pero no contaban con que Morena y sus aliados ganarían la mayoría relativa de la Cámara de Diputados y del Senado, con lo que le daba la posibilidad a la presidenta electa que, una vez en funciones, se aprueben las reformas que están presentadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador y que se detuvieron precisamente por no tener la mayoría relativa en el Congreso
El lunes 3 de junio, el peso abrió su cotización en 16.90 y al cierre con 17.01 pesos: comenzaba el nerviosismo.
La incertidumbre que había acerca de la aprobación de las reformas con un Congreso de la Unión de mayoría, ponía nerviosos al sector empresarial y los capitales transnacionales, por lo que, el primero que se apuró a salir a calmar los ánimos fue el presidente López Obrador quién mandó un mensaje para tranquilizar las aguas, diciendo que “ya va a normalizarse todo. Que hay mucha responsabilidad en el manejo de las finanzas públicas, ellos lo saben y que la economía de México es sólida y no va a cambiar la política económica que hemos venido aplicando y que ha dado muy buenos resultados”.
Sin embargo, en su mensaje López Obrador recalcaba que «sí hay que reformar el poder judicial, vamos hacerlo».
Ese sólo hecho de un mandatario que de economía se ve que no sabe gran cosa, debería no declarar nada. Debería dejar que hablen los que saben, porque su declaración imprudente, provocó que para el martes 4 de junio se mantuviera la caída de los mercados y la depreciación del peso respecto al dólar, ya que mientras la Bolsa de Valores perdía un 6 por ciento en su índice de cotización, el peso se devaluaba en un 4.11 por ciento.
La cotización del dólar alcanzó 18.20 pesos, con una pérdida acumulada de 1 peso y 23 centavos contra el cierre del lunes de cuyo tipo de cambio era de 16 pesos con 96 centavos.
Ante este hecho de caos financiero y especulación en el tipo de cambio, también el Secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O., economista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con Doctorado en la Universidad de Cambridge, decía a inversionistas que seguirá en el cargo por un tiempo indefinido, por la invitación que le hacía la presidenta electa Claudia Sheinbaum.
A su vez la presidenta electa Claudia Sheinbaum señalaba su confianza en la autonomía del Banco de México y su experiencia para estabilizar el tipo de cambio, señalando, además con mayor prudencia, que el presidente AMLO, que las reformas pendientes de aprobarse y, particularmente la del Poder Judicial de la Federación “todavía no está definido” el proceso de aprobación de esa reforma, porque considera que primero “tendrá que debatirse en un parlamento abierto, en el que se establezca un diálogo para que la propuesta se evalúe y, en su momento, privilegiar el diálogo y debatirse en foros abiertos pero no imponerse a la población”.
Sin duda eso suena bien y puede calmar los mercados, más que el nerviosismo que generan las declaraciones del presidente AMLO, porque además existe el riesgo de que, con ello, se ahuyente la entrada de inversiones extranjeras a nuestro país y detener los flujos de inversión de las empresas que buscan reubicarse en algunas regiones del territorio mexicano, para estar más cerca del mercado de los Estados Unidos.
De lo sucedido en toda la semana después del domingo de la elección, puede que continuemos viendo en semanas posteriores fluctuaciones en el tipo de cambio y caídas y subidas en el índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa de Valores, mientras no tome posesión como presidenta Claudia Sheinbaum y de a conocer su plan para proponer las reformas, que parecen ser encargo del presidente saliente López Obras.
De igual modo, el nerviosismo del capital transnacional que invierte en la compra de bonos gubernamentales mexicanos seguirá hasta en tanto no se conozca la estrategia de cómo Claudia Sheinbaum y su secretario de hacienda atenderán el déficit fiscal (del 6 y bajarlo al 3 por ciento), el volumen abultado de la deuda pública interna y externa, del pago de interés y de tenedores de bonos gubernamentales.
A ello hay que agregar la difícil situación financiera y su sobre endeudamiento de 101 mil millones de dólares, que pesan para PMEMEX y que requieren del subsidio federal para atender sus compromisos financieros.
Así pues, el panorama que enfrenta la presidenta electa es complicado y le tocará cerrar el último trimestre fiscal de 2024, con el enorme compromiso de mantener o impulsar aún más el crecimiento de la economía.