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El gobierno que fingió no odiar a las mujeres

El gobierno que fingió no odiar a las mujeres 23 de febrero de 2019

Mariela Castro Flores

Chihuahua, Chih.

Se construyó sobre los escombros que dejaron las que un día estuvieron. Las que fueron asesinadas a razón de nueve al día y que fueron acompañadas por las casi 10 mil desaparecidas.



Le llamaron desaparición forzada, o involuntaria; eso no importaba. Ya no estaban.



Otras por la ausencia de las que parieron se organizaron para buscarlas, caminaron exigiendo su inmediata aparición, gritaban a cada tanto en distintos palacios que representaban el poder en turno que las quería vivas. Como respuesta con suerte y total displicencia, en ocasiones solo entregaban algunos cuantos restos, osamentas incompletas, con su consabida disculpa y regaño: “señora, si la hubiera cuidado esto no hubiera pasado”.



Pero ellas eran pobres, trabajaban en la maquila, el campo o en casa, las menos, eran burócratas con trabajos de esos que se supone pueden hacer las mujeres, de esos que son ser enfermeras o maestras, de los que tienen horarios demandantes y nulo reconocimiento, porque después de todo, era su obligación, ¿qué no? ¿o quién se va a encargar de cuidar enfermos o a las y los chiquillos? Los hombres están ocupados en cosas verdaderamente importantes.



Por eso se les puso a las doñas exigir que les cuidaran las crías, pero bien porque si no se enfermaban o morían; pero de verdad porque si un chamaco se pierde o no va a la escuela se les culpa a ellas, hasta cárcel les andan queriendo dar. Cuando ellas se incorporaron a la fuerza productiva del país, entonces se empeñaron que se reconociera el valor de la función social que implica proveer ciudadanos a la nación. Surgieron las guarderías participativas, luego, las estancias infantiles, cosa no menor fueron sus reglas de operación.



Una gran guerra en el país estalló. Las fosas con cuerpos incuantificables, las desapariciones y ejecuciones, desatadas, el conflicto arreciaba y no lo entendían, la violencia ellas no la ejercían, les resultaba ajena a pesar de que cargaban con sus estragos. Así se especializaron en atender todas las consecuencias.



En medio de todo el caos un mesías se encarnó. El anhelo de que el horror se disipara las hizo colocar su esperanza en lo distinto a lo oficial, querían a alguien que al menos las escuchara, las abrazara en su dolor, en alguien que pudiera descargar el enorme peso de sus hombros de un país desigual que las mataba por mujeres, pobres, racializadas, indígenas, maquileras, por no tener un compañero de vida, por tener una orientación sexual distinta, por habitar un cuerpo enfermo, por pretender tener una realidad distinta.



Como jornal en la labor, como se saca la producción en la fábrica, como se pare en la pobreza o con servicios médicos ineficientes o inexistentes, como se alimenta a una familia sin comida suficiente, así, se organizaron y lucharon por él. Unas empeñando su trabajo, otras ofreciendo lo único que podían dar: su voto.



No pasó mucho tiempo cuando la manifestación de que cuando menos, el estado de las cosas permanecería igual, se hizo evidente. Pronto, les arrebató la posibilidad de salir de trabajar tranquilas porque ya no tuvieron certidumbre de si sus crías estarían bien, tampoco pudieron acudir a las organizaciones en las que se apoyaban porque fueron condenadas a morir de inanición.



Lo peor vino cuando muchas, demasiadas, en riesgo de muerte a manos de quien dijo amarlas, les hacía daño o quien pretendió hacerlas presa y víctima de grupos delincuenciales se refugiaron en sitios especiales, estos también dejaron de existir.



El Mesías ahora erigido redentor omnipotente, se convirtió en cómplice del exterminio de mujeres. Prácticamente las mandó a matar despojándolas de los mecanismos que les permitían seguir vivas.



Se consumó así, de manera concreta el feminicidio de estado de forma oficial.



Sin ambages ni tapujos.



Porque el que dijo conocer al pueblo no las conoce a ellas, ni las conocerá.

Ellas morirán sin remedio porque no las reconoce como pueblo.

Ni personas, ni que hagan falta, ni que para algo sirvan.



Porque solo fingió para ser gobierno, para terminar siendo como los demás.





marielacastroflores.blogspot.com

@MarieLouSalomé

Mariela Castro Flores

Politóloga y analista política especialistas en género y derechos humanos.