Chihuahua, Chih.
Con cariño este día, saludo y abrazo a todos los estudiantes, les felicito usando la letra de la canción de Violeta Parra que dice así:
¡Que vivan los estudiantes
Jardín de nuestra alegría!
¡Que vivan estos maravillosos jóvenes! Que son, ni más ni menos que el renuevo de vida de nuestras generaciones. Para ellos bien vale un día, y darles nuestra vida, sirviendo como sus maestros. G.A.L.D.
EL DEBATE, FORMA Y FONDO
Queriendo encontrar como explicar lo que vi en el debate a la gubernatura, deseo ser cuidadoso de referir, sin aludir, pero tampoco sin eludir, emplearé para ello una fábula y un cuento esperando lo expliquen. Sólo pido a usted saque sus conclusiones y con ellas determine su voto, pidiéndole no pierda de vista a Chihuahua, que si algo necesita hoy después del paso de Javier Corral, es un buen gobierno.
¿Quién es quién en lo real y lo aparente? no puede ser mejor explicado que como lo hace Esopo así:
“La zorra y el cocodrilo
Discutían un día la zorra y el cocodrilo sobre la nobleza de sus antepasados.
Por largo rato habló el cocodrilo acerca de la alcurnia de sus ancestros, y terminó por decir que sus padres habían llegado a ser los guardianes del gimnasio.
-No es necesario que me lo digas -replicó la zorra- las cualidades de tu piel demuestran muy bien que desde hace muchos años te dedicas a los ejercicios de gimnasia.
Recuerda siempre que lo que bien se ve, no se puede ocultar con la mentira”.
Nadie puede llamarse a engaño. La máscara de l@s candidat@s se deja ver en una expresión, en una palabra o en la diatriba, que no transluce el genuino afán de servir, sino de dominar, sea la escena en el momento o de la búsqueda del poder a cualquier precio, apostando en ello la vida a la tarea, como en el cuento de Fredric Brown, que lleva por título justo lo que motiva todo, ya sea en el debate, la campaña y la elección, claro que me refiero al uso de la voz en la búsqueda de…
“El poder
El poder le llegó repentinamente a Larry Snell, surgido de la nada e inesperadamente. Cómo y por qué lo obtuvo, nunca lo supo. Vino a él; eso es todo.
Podía haberle ocurrido a un tipo mejor. Snell era un bribón de poca monta, que obtenía la mayor parte de sus ingresos mediante la venta de lotería y el tráfico de marihuana a los adolescentes. Era gordo y fofo, con los ojos siempre entrecerrados, que le hacían parecer casi tan perverso como era en realidad. Su única virtud redentora era la cobardía; esta lo mantuvo siempre al margen de la comisión de crímenes violentos.
Aquella noche estaba hablando con un corredor de apuestas, desde la cabina telefónica de una taberna, discutiendo acerca de una apuesta que había efectuado esa misma tarde. Finalmente, dándose por vencido, gruñó:
-¡Muérete! -y colgó el auricular con indignación. No volvió a pensar en ello hasta que más tarde supo que el corredor había caído muerto mientras hablaba por teléfono, justamente a la hora de su conversación.
Eso le dio a Larry Snell algo en qué pensar. No era un ignorante; sabía bien lo que era el mal de ojo. De hecho, ya lo había intentado antes pero sin resultado. ¿Había cambiado algo acaso? Valía la pena probar. Hizo una cuidadosa lista de veinte personas a quienes, por una u otra razón, odiaba; las llamó por teléfono una por una, espaciando las llamadas en el curso de una semana, y a cada una le dijo que se muriera. Lo hicieron, todos.
No fue sino hasta el final de la semana cuando descubrió que no solo tenía esta facultad, sino el Poder. En cierta ocasión, hablando con una dama, una artista de strip tease perteneciente a un cabaret muy distinguido, que ganaba veinte veces más que él, le dijo burlonamente:
-Encanto, ven al camerino después de la última función, ¿eh? Así lo hizo ella, lo cual fue una sorpresa, porque solo estaba bromeando. La chica era objeto de las pretensiones de tipos con mucho dinero y de donjuanes bien parecidos, pero se rindió de inmediato ante aquella proposición casual, hecha en tono de broma por Larry Snell.
¿Tendría el Poder? Lo probó la mañana siguiente, antes de que ella se marchara; le preguntó cuánto dinero tenía y se lo pidió. Ella le entregó todo lo que llevaba: algunos cientos de dólares.
Eso era todo lo que necesitaba para empezar un negocio en grande. A finales de la semana ya era rico; pedía prestado a todos los conocidos, incluidas amistades superficiales que ocupaban puestos sobresalientes en la jerarquía del bajo mundo y que, por lo tanto, eran bastante solventes, ordenándoles después que olvidaran el hecho.
Se cambió de su hotelucho a un apartamento de soltero, y no es necesario decir que nunca dormía solo, a no ser por propósitos de recuperación.
Era una hermosa vida; pero, una semana después, Snell recapacitó y pensó que estaba desperdiciando su Poder. ¿Por qué no lo usaba primero para apoderarse de la nación y después del mundo, convirtiéndose así en el más poderoso dictador de la Historia? ¿Por qué no se apoderaba de todo, incluido un harén en vez de solo una dama cada noche? ¿Por qué no tener un ejército para respaldar el hecho de que su menor deseo fuera ley para todos? Si sus mandatos eran acatados por teléfono, también serían obedecidos por radio y televisión. Lo único que tenía que hacer era pagar (¿pagar?, ¡exigir!) una cadena mundial para que todos lo escucharan en cualquier rincón de la Tierra. O en casi todos: quedaría al frente, respaldado por una mayoría, y sería fácil meter en vereda a los demás, posteriormente….
Eso sí sería un asunto serio, el más serio que hubiera ocurrido jamás, así que decidió tomarse algún tiempo para planearlo de tal modo que no existiera la posibilidad de cometer un error. Decidió pasar unos días a solas, lejos de la ciudad y de todos, para redondear sus planes.
Contrató un avión para que lo llevase a una parte relativamente despoblada de la Tierra, y ocupó una posada mediante el simple procedimiento de decir a los demás huéspedes que se largaran. Empezó a dar largos paseos, pensando y soñando. Encontró un sitio que pronto se convirtió en su favorito: una pequeña colina en un valle rodeado de montañas, un magnífico escenario. Allí meditaba y dejaba crecer su euforia al analizar lo que podía hacer.
¿Dictador?, ¡qué carajo! Se haría coronar emperador. Emperador del Mundo. ¿Por qué no? ¿Quién se enfrentaría a un hombre dotado de tal Poder? El Poder de hacer que cualquiera obedeciese las órdenes que él diera…
-¡Mueran todos!… -gritó desde la cima de la colina, con maligna exuberancia, sin fijarse si había o no alguien al alcance de su voz…
Una pareja de chicos lo encontró al día siguiente y corrieron al pueblo a notificar que un hombre muerto se hallaba en la cima de la Colina del Eco.”
COROLARIO
Sea en el debate o en la vida, cuidar lo que se dice es importante.