El conformismo del posneoliberalismo mexicano

El conformismo del posneoliberalismo mexicano 4 de diciembre de 2021

Publicado por El País el 3 de diciembre de 2021

Viridiana Ríos

Chihuahua, Chih.

A la mitad del sexenio la 4T se proclama posneoliberal. Con ello se jacta de haber terminado con la “larga noche neoliberal” y de dar paso a la implementación de políticas que empoderan al Estado y que ponen al frente las necesidades de los más pobres.

Es verdad que López Obrador ha cambiado al Gobierno para bien en muchos aspectos. Su Administración ha aumentado en 73% el salario mínimo que beneficia a seis millones de trabajadores, ha incrementado en 13% el gasto social en provisión y prestación de servicios públicos, así como programas sociales y subsidios, y ha aumentado de manera histórica el gasto en salud del IMSS-Bienestar. También ha regulado el outsourcing al punto de reducirlo en 75% en el sector manufacturero y ha aumentado en 37% de la recaudación de las grandes empresas.

Sin embargo, aún a pesar de estos cambios, en este ensayo muestro que estamos lejos de haber dejado atrás los peores abusos de las políticas neoliberales.

Para hacerlo, defino qué es el neoliberalismo y cómo fue implementado en México, describo las políticas llamadas “posneoliberales” que el Gobierno está implementando, muestro que dichas políticas no han sido suficientes para dejar atrás los vicios más grandes del neoliberalismo mexicano y planteo qué tipo de política necesitamos para hacerlo.

La larga noche neoliberal

El capitalismo y el neoliberalismo no son lo mismo, y no todo capitalista es neoliberal. El capitalismo es un sistema económico donde la demanda y la oferta fijan libremente los precios motivados por la obtención de ganancias de individuos privados.

El neoliberalismo, en cambio, es simplemente una forma de hacer las cosas dentro del capitalismo. Es decir, una serie de reglas que dictan cómo deben actuar los gobiernos y los privados para, supuestamente, maximizar el crecimiento económico. Para los privados, estas reglas son la desregulación, la apertura comercial y el libre flujo de capitales financieros. Para los gobiernos la regla es reducir el tamaño del Estado mediante privatizaciones y austeridad, esto es, llevando al mínimo el cobro de impuestos, los déficits fiscales y la deuda pública.

El neoliberalismo es un dogma y una teoría, no es un mecanismo probado para lograr el crecimiento o el bienestar de las personas. De hecho, el neoliberalismo ha sido un fracaso, generando demasiado poco crecimiento económico y un ensanchamiento grosero de la desigualdad.

Más aún, en México, la implementación de la agenda neoliberal fue una hipocresía. La desregulación aplicó para algunos, pero no a un puñado de empresas cercanas al poder. Los capitales solo fluyeron para los más grandes, mientras que las empresas pequeñas continúan recibiendo créditos caros de bancas poco competitivas y abusivas.

Como ha mostrado el trabajo de Charles Calomiris y Stephen Haber, profesores de la Universidad de Columbia y Stanford, respectivamente, muchas de las empresas más grandes de México en los noventa fueron favorecidas con préstamos bancarios a modo, rescates millonarios y políticas de desarrollo que solo funcionaban para ellas, y no a las empresas medianas o pequeñas. La desregulación fue más bien regulación a modo. El Estado pequeño existió para la mayoría, pero no para los más ricos.

Por su parte, la austeridad fue una asesina. Por décadas los neoliberales asesinaron al Estado para convertir a los gobiernos en testigos de problemas sociales que no podían resolver.

El posneoliberalismo de Obrador

Hoy López Obrador nos ha dicho que terminó con la hipocresía neoliberal, pero la realidad es que pocas de las prescripciones del neoliberalismo han sido erradicadas.

Las razones son varias. Algunas prescripciones, como la apertura comercial, no son malas ideas y no habría razón para terminarlas. Otras no dependen de México, como el libre flujo de capitales. Otras más, y esto es lo más preocupante, simplemente no han terminado porque el Gobierno no lo ha considerado una prioridad.

Así, la protección a las empresas grandes continúa. En el consejo asesor de López Obrador se encuentran los grandes potentados de México, los mismos que han sido favorecidos por su cercanía con el poder por décadas. Nuestros ultra-ricos extractivos, no-competitivos y explotadores.

El Estado sí está recaudando más de los más ricos, pero no lo suficiente como para eliminar la austeridad neoliberal. De hecho, actualmente, López Obrador solo recauda 1,1 puntos porcentuales del PIB más que Peña Nieto. En cambio, Peña Nieto durante sus primeros tres años aumentó la recaudación en 4,4 puntos porcentuales. Manteniendo la recaudación baja, el rol del estado con López Obrador ha sido suficiente.

Con respecto al trato preferencial de los empresarios ultra-grandes, si bien ante la crisis del 2020 el Gobierno no los apoyó, tampoco apoyó de manera significativa a casi nadie, y con ello, se permitió que, nuevamente, solo los empresarios más grandes sobrevivieran. Así, el 80% de las empresas que antes de la pandemia eran las más importantes de México, de acuerdo con el ranking de la revista Expansión, continuaron siéndolo después de la pandemia. En cambio, un millón de empresas pequeñas y medianas quebraron durante la pandemia.

No solo eso, la banca abusó de nosotros durante la pandemia pues la regulación a modo se mantuvo incólume. Entre marzo de 2020 y febrero de 2021, la tasa de interés para préstamos personales fue de 43,3%. Esto es 4,7 puntos mayor que la tasa en el mismo periodo un año antes, según datos oficiales de Banxico. México es el país con las tasas de interés más altas para créditos personales más alta de 15 países incluidos en un estudio publicado por el Instituto Belisario Domínguez del Senado.

El conformismo del posneoliberalismo

Al balance de mantener las cosas casi igual que antes se le ha llamado posneoliberalismo. Es decir, políticas públicas que actúan al margen del modelo económico neoliberal, asumiendo que un cambio más ambicioso e innovador es imposible.

El posneoliberalismo es un término acuñado durante la marea rosa y que se usa principalmente en Latinoamérica. Se refiere a políticas públicas que pueden establecerse, condicionales al neoliberalismo. Asumiendo su presencia como infranqueable.

Así, el posneoliberalismo en muchos casos se ha prestado a promover soluciones incompletas y poco profundas a los principales problemas que aquejan a nuestro país. Por ejemplo, se habla de utilizar la austeridad para combatir la austeridad. Es decir, de que ser austero con los sueldos de los puestos de altos del Gobierno va a crear mayores recursos para el Estado, cuando en realidad los sueldos son recortes marginales y México, aun con ellos, continúa siendo el país con menor gasto social de la OCDE.

También se habla de utilizar a la banca, en particular a Banco Azteca, para distribuir las transferencias en efectivo del Gobierno, aceptando con ello que millones de personas de bajos recursos se bancaricen con una institución conocida por el cobro de tasas de interés altísimas. De acuerdo con Banxico, la tasa promedio por créditos personales en Azteca es de 60%, un fenómeno que sucede primordialmente porque no se tiene una regulación bancaria inteligente que permita más competencia en el sector. Un Gobierno más ambicioso regularía mejor a la banca en vez de solo promover su uso tal cual está.

Así mismo, el posneoliberalismo ha justificado el tener un Gobierno que solamente otorga transferencias en efectivo, en vez de buscar tener un Estado que brinde servicios públicos de primera. El hecho de que la política social se limite a dar dinero en efectivo es parte de ese mismo estado mínimo neoliberal que ya ni guarderías quiere administrar.

La única razón por la que hablamos de posneoliberalismo es porque carecemos de formas de imaginar un país distinto. Nuestro Gobierno ha quedado cooptado, empequeñecido, e incapaz de imaginar o ambicionar un México distinto.

La tarea pendiente

López Obrador o nuestros futuros gobiernos deben tener el coraje para cambiar a México de raíz, cambiar las reglas del juego, no solo darlas por sentadas. Esto implica cambiar la forma en la que trabajamos, hacemos negocios y pagamos impuestos.

Habrá que cambiar las reglas para que exista una nueva ley laboral que responda a las necesidades actuales y que elimine las cuotas de seguridad social para sustituirlas con impuestos progresivos al ingreso y al capital. También es necesario regular mejor a la banca, implementar leyes de morosidad y profesionalizar al emprendedor por medio de educación especializada. Finalmente, también se deberán implementar impuestos a la riqueza, a las herencias mayores a cinco millones de dólares, aumentar las tasas de ISR que pagan los ultra-ricos y reducir la capacidad de los ricos para eludir el pago de impuestos.

Pero, sobre todo, habrá que desterrar la idea de que el mercado se regula solo, porque lo que llamamos “mercado”, no es un ente independiente, sino reglas de intercambio y cooperación creadas por nosotros. El mercado es en realidad una serie de mecanismos de interacción formales e informales que, en el caso de México, han sido hechos para favorecer a unos cuantos, en detrimento del resto. 

Y que ya va siendo hora de cambiar para hacer crecer a las clases medias y reducir la pobreza.