Chihuahua, Chih.
Dos años después de haber obtenido el triunfo en las urnas, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) puso en marcha un proyecto de nación incierto y confuso que ha dejado más dudas que certezas, sin embargo logró un hito verdaderamente histórico, al romper con el tradicional sistema bipartidista mexicano, contenido bajo la clásica nomenclatura de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional (PRI-PAN).
El triunfo del político tabasqueño cambió el rumbo del país, si bien es cierto que todavía no hemos pasado ni si quiera a la primera mitad del sexenio para poder determinar el rumbo del país, sin embargo muchos mexicanos contamos con opiniones muy variadas, encontradas y divididas acerca del nuevo gobierno autodenominado de izquierdas.
Por otro lado, la actual administración federal ha tenido aciertos y desaciertos, los cuáles me gustaría catalogar como positivos son los siguientes ejemplos: el aumento del salario mínimo, la entrega de beneficios directos y apoyos sociales para la población más longeva y de escasos recursos, así como el haber cancelado un operativo que pudo haber puesto en riesgo varias vidas en Culiacán, Sinaloa; la entrega de becas para estudiantes, la aprobación del T-MEC, la cancelación de las pensiones para ex presidentes, entre otros.
Sin embargo, a los mexicanos cotidianamente nos agobian problemáticas diversas como lo son la violencia, la inseguridad, la crisis de feminicidios, el desempleo y los estragos de la pandemia, los cuáles también se convirtieron en el dolor de cabeza del huésped de Palacio Nacional, y en lo personal dudo que tales problemas se puedan resolver adecuadamente, si no existe la creación de puentes y enlaces de cordialidad y pluralidad entre partidos políticos, ciudadanía y sociedad civil.
Además el discurso del presidente de la República no ha sido el más adecuado, ya que se enfoca más en la clásica dicotomía del maniqueísmo (buenos y malos), transformadores y conservadores, liberales y neoliberales, etc., que en crear un sólo discurso homogéneo que logre encasillar a un sólo pueblo mexicano, sin distinciones negativas o peyorativas.
Otro ejemplo que debe despertar nuestra preocupación enormemente, son los constantes ataques a la prensa, a la oposición política y a todos los mexicanos que no compartimos su visión, así como los insultos y sobrenombres lanzados diariamente desde la tribuna del presidente en el Salón de la Tesorería.
A lo cual considero que el presidente abusa de su "derecho de réplica", con su retórica abiertamente ligada a un discurso divisorio, la qu se ha convertido en una piedra singular en su calzado para lograr la tan añorada "Cuarta Transformación".
Dejando de un lado la cuestión de la retórica presidencial, considero que todavía es temprano para poder determinar en qué dirección se encuentra el país y sí el presidente la República está tomando las mejores decisiones, pero hasta ahora me he encontrado profundamente decepcionado con lo que he encontrado en el camino; mi voto es un voto arrepentido y no es el primero ni el único que existe en un México pos electoral.
Espero que el presidente pueda tender aquellos puentes que tanto necesitamos para lograr la unidad de nuestro país, debe recordar que la "Transformación", no sólo le pertenece a su proyecto de nación, si no también a todos los mexicanos son importar su condición social, posición ideológica, identidad sexual o posición económica, somos un sólo pueblo, ni chairos ni fifís: sólo mexicanos.
Sólo así se logrará una transformación necesaria para nuestro país, sin necesidad de un nombre tan pomposo como "Cuarta Transformación" y sin necesidad de ser guiada por un sólo hombre.