Chihuahua, Chih.
Hay una sentencia que se aplica de manera sesgada a la política: “Hay aves que cruzan el pantano y no se manchan…”.
En México, es imposible cruzar el pantano de la política sin mancharse, sin llenarse de lodo, sin hundir el cuerpo en los pantanos donde la historia se oscurece. El romanticismo de la política ha desaparecido desde hace tiempo. En las elecciones del 2021 el realismo se muestra descarnado, y va quedando marcado por un cinismo pragmático.
Las orillas del cinismo son pragmáticas y se extienden hasta lo impensable.
En la política actual, se trata de ponderar los fines sobre los medios, aunque los fines no sean del todo claros.
“Ganar-ganar”, es una de las premisas neoliberales donde se tuercen los caminos de la política. Ganar a costa de lo que sea, aunque los triunfos puedan quedar convertidos en derrotas ideológicas, éticas o históricas. Los pantanos de la política son cada vez más lodosos y más profundos, cruzarlos trae consigo el riesgo de la asfixia, de la muerte política.
¿De qué grueso es la capa de lodo que cubre a Maru Campos por las acusaciones en torno a la nómina secreta de César Duarte? ¿Cuál es la densidad del lodazal que cubre los cuerpos de los priistas, los panistas y los empresarios que se han olvidado, en un corto tiempo, de la corrupción duartista? ¿Qué tan oscuro es el lodo que cubre los ojos de quienes evitan mirar el cinismo actual de la política?
El duartismo en Chihuahua no ha muerto todavía.
Las elecciones del 2021 son una bisagra en la que se deja ver el retorno de la etapa más oscura de la política en Chihuahua. Detrás de la alianza de la priista Graciela Ortiz, que fue Secretaria de Gobierno durante el sexenio de César Duarte, y de la panista Maru Campos, beneficiaria de la nómina duartista, se identifica un salvoconducto para sacar el cuerpo del duartismo del lodazal que lo envuelve. El priismo de César Duarte se mueve y respira, de forma cada vez más vital y más agitada en estos meses.
Aunque la priista Graciela Ortiz se haya desmarcado del “fantasma” del duartismo, aún siente el lodo fresco que sigue cubriendo su cuerpo y su biografía política. («“Fantasma de César Duarte no me pesa”, candidata del PRI al gobierno de Chihuahua», Milenio, 4 de mayo de 2021). Si la candidata del PRI al gobierno de Chihuahua menciona al “fantasma” del duartismo, es porque su presencia la atosiga de una o de otra forma.
Aunque la panista María Eugenia Campos se diga inocente por haber sido beneficiaria de la nómina secreta del duartismo, ha hecho todo lo posible por retrasar y/o evadir la aplicación de la justicia. La aplicación de la justicia puede esconderse bajo las capas de lodo que se amasan durante las campañas electorales. El cuerpo político de la candidata a gobernadora por el PAN, está impregnado por el aroma lodoso del duartismo.
El cinismo de la política se disimula y se esconde. Hay un conjunto de técnicas para colocar el cinismo debajo del tapete de la historia. Eso es lo que hace Fernando Baeza cuando pone entre paréntesis su militancia priista para llamar a votar por María Eugenia Campos. Lo que no dice el exgobernador priista en su arenga pro-panista, es que esa es una forma de olvidarse de la corrupción duartista.
También los empresarios en Chihuahua se han encargado de construir máscaras para cerrar los ojos ante el cinismo actual de la política (“Respalda la IP creación del frente político”, El Diario de Chihuahua, 27 de mayo de 2021).
Los priistas, los panistas y los empresarios practican un conjunto de técnicas de autocontención para olvidarse de la corrupción duartista. Disfrazar el cinismo, esconderlo, llamarle de otras formas. Convertir al cinismo en la positividad de la política. Si hay que llenarse de lodo, hay que hacerlo con el optimismo de la desmemoria a cuestas.
El futuro está adelante, aunque sea un pantano donde la política se asfixie, aunque la polvareda de mañana siga siendo el mismo lodo de la corrupción duartista… “Polvos de aquellos lodos…”.