Chihuahua, Chih.
Para el Licenciado Cecilio Heras Barrios, Profesor Ramón Fernando Sánchez Soto, y Don Luis Rubalcava Esparza, tres recios troncos que rindieron esta semana su tributo a la vida. Cada cual deja para su familia y amigos la grata memoria de su ser y existir, para ellos va desde aquí un recuerdo hoy.
El gran tema de la guerra que se libra en tantos frentes, desde Ucrania a Sudan la muerte que muestra rostros diversos desde infantes por hambre en la favelas de Río a adictos en cualquier calle Pensilvania, y lo peor de la sucesión de poderes a transmitir en procesos sucesorios así sean dese organismo internacionales como la OTAN o destape de “cocholatas” en México, no deseo escribir sobre nada de eso hoy.
Solo declaro que estoy en la CDMX a 35 /36 grados no muy lejos de los casi 40 y más de Chihuahua discutiendo sobre la resurrección planetaria, tan necesaria ante el avasallador Cambio Climático, con mis hermanos y amigos de la Universidad Pedagogía Nacional dela Universidad de la Ciudad de México y de la de Guadalajara todos nos unimos en el VIII Coloquio nacional de los egresados de educación ambiental en la unidad UPN 095 en Azcapotzalco porque seguimos creyendo que una renovación ambiental es posible, para dar viabilidad al planeta y en eso nos empeñamos.
AGRADEZCO POR ELLOS Y POR LA VIDA
“Una lección de humildad
Cierto día el califa Harun al Raschid organizó un gran banquete en el salón principal de palacio.
Las paredes y el cielo raso brillaban por el oro y las piedras preciosas con las que estaban adornados. Y la gran mesa estaba decorada con exóticas plantas y flores Allí estaban los hombres más nobles de toda Persia y Arabia. También estaban presentes como invitados muchos hombres sabios, poetas y músicos.
Después de un buen tiempo de transcurrida la fiesta, el califa se dirigió al poeta y le dijo:
-Oh, príncipe hacedor de hermosos poemas, muéstranos tu habilidad, describe en versos este alegre y glorioso banquete.
El poeta se puso de pie y empezó con estas palabras:
-¡Salud!, oh califa, y goza bajo el abrigo de vuestro extraordinario palacio.
-Buena introducción -dijo Raschid-. Pero permítenos escuchar más de tu discurso.
El poeta prosiguió:
-Y que en cada nuevo amanecer te llegue también una nueva alegría. Que cada atardecer veas que todos tus deseos fueron realizados.
-¡Bien, bien! Sigue pues con tu poema.
El poeta se inclinó ligeramente en señal de agradecimiento por tan deferentes palabras del califa y prosiguió:
-¡Pero cuando la hora de la muerte llegue, oh mi califa, entonces, aprenderás que todas las delicias de la vida no fueron más que efímeros momentos, como una puesta de sol.
Los ojos del califa se llenaron de lágrimas, y la emoción ahogó sus palabras. Cubrió su rostro con las manos y empezó a sollozar.
Luego, uno de los oficiales que estaba sentado cerca del poeta alzó la voz:
-¡Alto! El califa quiso que lo alegraran con cosas placenteras, y tú le estás llenando la cabeza con cosas muy tristes.
-Deja al poeta solo –dijo Raschid-. Él ha sido capaz de ver la ceguera que hay en mí y trata de hacer que yo abra los ojos. (1)
(1 ) Harun al Raschid (Aaron el Justo), fue el más grande de los califas de Bagdad. Se puede encontrar más historias sobre él en ese maravilloso libro conocido como Las mil y una noches. Traducción James Baldwin