Chihuahua, Chih.
Los datos y los cálculos científicos que se han manejado durante la pandemia en México y en otros países, se plantean y se asumen en el plano de una relatividad. Hay puntos ciegos, que en el caso de México generan incertidumbres, y que pueden llegar a ser desconcertantes.
Un ejemplo de estos puntos ciegos es el momento en el cual la pandemia estará llegando al punto máximo de contagios y de muertes en México.
Hace algunas semanas, diferentes modelos de cálculo científico, refirieron fechas distintas sobre el momento en el cual la pandemia estaría llegando al punto más álgido en nuestro país.
En su momento, López Gatell afirmó que este pico sería entre el 6 y el 8 de mayo. Otros modelos plantearon que el pico de contagios y muertes por la pandemia en México sería entre el 11 y el 13 de mayo, otros más asumieron que sería hacia el 19 o el 25 de mayo (“Los "picos" de la pandemia en México, según modelos de la Universidad La Salle”, Expansión Política, 13 de mayo de 2020). Lo cierto, es que no sabemos todavía, si ya llegamos o no, al pico de la pandemia. Esta cuestión se irá clarificando en las semanas siguientes a partir de los hechos mismos.
Otro de los puntos ciegos sobre la pandemia es el número real de las cifras de fallecidos por Covid 19. Recientemente se publicó un artículo de Mario Romero Zavala y Laurianne Despeghel en el que se indaga sobre las muertes reales por Covid 19 en la ciudad de México (“¿Qué nos dicen las actas de defunción de la CDMX?”, Nexos, 25 de mayo de 2020).
En este artículo, haciendo un análisis de las actas de defunción de 52 juzgados en la capital del país, se estima que los fallecidos hasta el 20 de mayo pasado, no son los mil 832 reportados por las cifras oficiales, sino 8 mil 72.
Los cálculos realizados en este artículo se plantean desde una perspectiva hipotética, y no podría ser de otra forma ante las circunstancias de incertidumbre que giran en torno a la pandemia.
Desde hace semanas, los cálculos científicos y las decisiones gubernamentales en México, dejaron a un lado el modelo Centinela y tomaron como base otro modelo científico desarrollado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Hacia finales de abril pasado, la directora general del Conacyt, Elena Álvarez-Buylla, declaró la existencia de un modelo alterno al Centinela, que ya estaría en funciones:
«En entrevista con La Jornada, Álvarez-Buylla, explicó que varios grupos de especialistas buscaron desarrollar “modelos de ecuaciones diferenciales que nos permitieran, en algunos casos, ir calibrando los parámetros –como la velocidad con que una persona que se infecta transmite la enfermedad a otra y el porcentaje de los que tienen capacidad de contagiar y son asintomáticos, entre otros– ver si con datos equivalentes con lo que tenemos hoy en día en México, dada la evolución temporal más reciente con respecto a otros países, y con estimaciones de parámetros que podamos ir corrigiendo con base en los datos, ver si podemos ir proyectando la dinámica que se dio de facto en Italia, España, Inglaterra, Estados Unidos”.» (“Diseño multidisciplinario de Conacyt permite dar seguimiento al Covid-19”, La Jornada, 25 de abril de 2020).
El momento del relevo del modelo Centinela hacia un segundo modelo desarrollado en base a los aportes del Conacyt, se hizo notorio en la conferencia de prensa de Hugo López Gatell el domingo 3 de mayo. En esta conferencia López Gatell afirmó:
“El modelo centinela sigue operando, pero no es el elemento esencial para el monitoreo en la Fase 3. Hay muchas razones técnicas de esto, les comento dos. Una es que la velocidad de ocurrencia de los casos y la cantidad de los casos es notablemente mayor en la Fase 3 y los tiempos de procesamiento dependen de la vigilancia generalizada que tienen cortes semanales con entrega de resultados de los estados que ocurre una semana después. Así, no resulta práctico monitorear lo que está pasando en la fase 3 con este modelo (el Centinela).”
Lo que quedó claro hacia finales de abril y principios de mayo son dos cosas: A) el modelo centinela mostró los límites de su pertinencia y, de su funcionalidad científica y política; B) surgió la necesidad de diseñar e implementar un segundo modelo que ha estado a cargo del Conacyt.
Respecto al modelo diseñado por el Conacyt, que se puso en marcha desde hace un mes, las autoridades gubernamentales no han clarificado de manera suficiente dos cuestiones: los fundamentos metodológicos y procedimentales que dan lugar a la obtención de datos cuantitativos y, la manera en que se diseñan políticas públicas a partir de los datos obtenidos con este modelo que fue anunciado por Álvarez-Buylla.
Los puntos ciegos respecto al modelo diseñado por el Conacyt se generan en un territorio en el que se anudan los conocimientos científicos y las políticas públicas en el contexto de la pandemia. Es aquí que surgen una serie de incertidumbres sobre la funcionalidad o la no funcionalidad, de la estrategia del semáforo que se estará aplicando a partir del 1 de junio. Lo anterior nos habla de la condición impura del conocimiento científico, que al ser trasladado al plano de las decisiones políticas, se torna claroscuro. La ciencia no es totalmente luminosa, ni transparente cuando se traslada al terreno de la política, en un contexto de crisis como el que vivimos actualmente.
No hay equilibrios, ni armonías, cuando el conocimiento científico y la acción política se convierten en una maquinaria para atender una pandemia como la del Covid 19 en México (y en otros países).
Lo que se logra deducir hasta el momento son tres cosas:
1º Los límites de la pertinencia y la funcionalidad del conocimiento científico, que aumentan en un contexto de suma complejidad como el que vivimos actualmente.
2º Los límites de la acción política en los usos de este conocimiento científico, en la generación de un conjunto de políticas públicas que, pueden o no, ser certeras y funcionales.
3º Las complicaciones que tienen lugar, cuando variables de distintos territorios disciplinarios se tornan antinómicas. Por ejemplo, en el caso de México surge una antinomia cuando se colocan lado a lado: la variable epidemiológica del mayor pico de la enfermedad y la muerte causadas (que en este momento lleva a la necesidad de ampliar la cuarentena en algunas regiones) y la variable de la recesión económica que llega a un punto de quiebre en la actual crisis (que en este momento se convierte en una exigencia para reactivar la economía).
Lo peor del caso, es que la antinomia parece tornarse irresoluble: o se inclina la decisión para extender la cuarentena en el momento del pico de la epidemia (dando prioridad a una variable epidémica) o se inclina la decisión para reactivar la economía y evitar que la recesión se profundice (dando prioridad a una variable económica).
En lo que está a su alcance, el gobierno federal se la juega entre estas dos variables hacia los meses de junio, julio y agosto próximos. La estrategia de los semáforos se pone en marcha bajo una lógica pendular, que jalona las decisiones hacia la variable epidemiológica o la variable económica.
El color rojo del semáforo acentúa la decisión de continuidad de la cuarentena, en una inercia jalonada hacia la variable epidemiológica. El color verde del semáforo acentúa la decisión de apertura de las actividades industriales, comerciales, educativas, etc., en una inercia jalonada hacia la variable económica que exige la reactivación. La antinomia entre estas dos variables se resuelve entonces bajo una lógica pendular, que además, se estará aplicando de manera diferida en los estados y ciudades del país.
De esta forma, el gobierno federal, y los estatales, estarán caminando sobre el filo de una navaja, entre un territorio epidemiológico y otro económico. El suelo sobre el que se estará pisando es complicado, complicadísimo, pero resulta claro que no tenemos otro suelo que pisar en lo que sigue…