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De la nieve al fuego Gilberto Bosques, un diplomático ejemplar

De la nieve al fuego Gilberto Bosques, un diplomático ejemplar 24 de agosto de 2018

Javier Félix Muñoz

Chihuahua, Chih.

“Ante ningún magnate rendí mi dignidad, y sobre todas las adversidades, conservé limpias mis convicciones”

Don Gilberto no llegó a ser Canciller de México, pero lo es de manera honorífica universal. Y es que su trayectoria de vida política, pero sobre todo diplomática, es de esos deleites que uno como investigador se encuentra. Es de esos momentos en que el orgullo nacional florece a flor de piel.

Nace el 20 de julio de 1892 en Chiautla de Tapia, Puebla. Se tituló de profesor de instructor primaria en 1914. En 1921 es nombrado Secretario General del Gobierno del Estado de Puebla, cargo en el que durará dos años. En 1920 es diputado constituyente de Puebla. Fue elegido diputado federal de la XXX Legislatura del Congreso de la Unión para el periodo 1924 a 1928, mostrando oposición al régimen de Álvaro Obregón. Al final de su mandato, se unió a la rebelión de Adolfo de la Huerta.

Vuelve a la Cámara de Diputados en la XXXVI Legislatura. Como presidente del Congreso de la Unión en 1934 respondió al primer informe de Gobierno del presidente Lázaro Cárdenas. Asimismo y junto con Luis Enrique Erro, fue determinante en la reforma al artículo 3º constitucional para incluir la educación socialista.

En 1939, cuando la República Española cayó y la guerra se cernía sobre el resto de Europa, el presidente Lázaro Cárdenas lo nombró Cónsul General en París. Su misión real era convertirse en un enviado personal del Presidente de México en Europa.

Bosques salió de París cuando la ciudad estaba a punto de ser tomada por los alemanes. Con amplias instrucciones para establecer el consulado donde le conviniera, viajó primero al sur y después a la costa norte. Restableció el Consulado General primero en Bayona, pero cuando los alemanes ocuparon la zona se trasladó con su familia y el consulado entero a Marsella, en el Mediterráneo, dentro de la zona del Gobierno francés de Vichy, nominalmente independiente de los alemanes.



Su primera ocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada, pero pronto protegió también a otros grupos. Apoyó a mexicanos de origen libanés (con pasaporte mexicano) y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis y del régimen franquista. De hecho, se cree que fue él quien convenció al Presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles en 1937.

Diplomáticos y políticos con firmes ideales humanos y patrióticos, como los de este digno Embajador, son los que nuestra patria demanda urgentemente. Sin duda, no sólo ha sido el mejor Embajador de México en la República de Cuba (1953-1964); sino uno de los mejores diplomáticos de origen mexicano de todos los tiempos. Sería luego Embajador en Portugal, Finlandia y Suecia, de donde lo trasladan a Cuba; “acepté gustoso; me trasladaban directamente de Estocolmo a La Habana, como decir de la nieve al fuego”.

En su etapa en Francia (1939-1944), debido a la Segunda Guerra Mundial, era tan grande la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana que Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México. Entre 800 u 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro quedaron 500 niños y mujeres. La enciclopedia cubana Ecured describe más detalles de la forma de operar:

Para levantar el ánimo (en el Castillos de Reynarde), se organizó una orquesta, se montó un teatro en la bodega (…) se organizaron juegos deportivos, y se montaron también bibliotecas, talleres, enfermerías y lugar de exposición de arte. En el Castillo de Montgrand también hizo arreglos; los 500 niños y mujeres recibían buena alimentación, campos de recreo, pediatras y escuelas. Crearon un ambiente de recuperación mental y física para las mujeres rescatadas de los campos de concentración. Un auténtico Che Guevara, en faceta diplomática. La labor de este diplomático, fuente de orgullo nacional, logró que unas 40,000 personas pudieran escapar de los nazis. Gilberto Bosques, su familia y colaboradores fueron hechos prisioneros por los fascistas alemanes y pasaron un año en Bad Godesberg, cercana a Bonn. Finalmente serían canjeados en 1943 por un grupo de prisioneros alemanes capturados en Veracruz, México. El intercambio se llevó a cabo en Lisboa, Portugal.

Gilberto Bosques en su etapa en Cuba se convirtió en una pieza clave para evitar el asesinato de Fidel y de su hermano Raúl en Cuba; prácticamente les ofreció la visa antes de que la solicitaran. La vida le pagaría con eso precisamente, con algo que no se puede comprar: 102 años de vida; amor con amor se paga.

Agradezco al internacionalista y coordinador de Morena en Cuba, Viet Juan su aporte en este artículo.

Javier Félix Muñoz

Analista y activista político