Chihuahua, Chih.
“Cuando salí de Cuba, dejé mi vida dejé mi amor/
Cuando salí de Cuba, dejé enterrado mi corazón”: Luis Aguilé.
Las últimas semanas, el tema de Cuba ha vuelto a la discusión pública, con motivo de las manifestaciones que han tenido lugar en la isla por espacio de la presente temporada.
Cabe destacar que el fenómeno ha sido descrito según el cristal con el cual es mirado, pues, mientras para algunas personas, obedece a una especie de complot orquestado por personeros yanquis destacamentados en la tierra de José Martí; para otros, indica el declive de un régimen, otrora todopoderoso (el castrismo), que exhibe sus limitantes y fisuras, seis décadas después de la consagración de la Revolución Cubana (1959).
Me gustaría brindar mi opinión, respecto a tan complejo y controversial tema.
Discurrirá de una manera semejante a como cuando, cinco atrás, redacté una semblanza para hablar de la no menos interesante y polémica biografía de quien fuese el jefe máximo de la ínsula caribeña por espacio de un largo interregno (1959-2008): el finado Comandante Fidel Castro (1926-2016), figura tras la cual se han descrito diversas versiones de la historia.
Debo decir que, desde niño, oí, en casa, hablar de Cuba. Mi señora madre suele escuchar -aún- a los consagrados de la trova cubana (Milanés, Silvio Rodríguez) y solía mostrar admiración por el proceso educativo y sanitario que logró consolidar la isla durante las casi cinco décadas de Castrismo.
Aún recuerdo a mi madre esgrimiendo que, alguna vez, expertos de la UNESCO habían realizado pruebas educativas en diversas naciones de América Latina y ¡Cuba era la nación que salía más alta y por mucho!
Aunado a ello, me decía que en Cuba todos tenían acceso a la educación y al alimento; resaltando, además, los avances logrados en salud, no obstante el bloqueo económico que aún adolece en el país caribeño.
En el mismo tenor, solía resaltar que Silvio Rodríguez era un personaje que estaba convencido de los causales de la revolución (caso semejante a Milanés); llevándome, ello a pensar que, quizás por esto, hacían defensa del proceso revolucionario a través de su pensamiento y de su crítico repertorio.
Además de lo anterior, recuerdo anécdotas diversas contadas en casa: de cómo La Habana era “La Gomorra del Caribe” (así se le conocía, por la cantidad de casinos y centros nocturnos; la metáfora es de un servidor) y Fidel había transformado aquel desolador panorama en un lugar distinto. También recuerdo, a mi propia abuela, hablando de cómo Fidel sostenía a la Virgen del Cobre, mientras se encaminaba con rumbo a La Habana.
Y, aunque un rato, el Comandante estableció una virtual separación de la Iglesia Católica; mi abuela resaltaba que, en la década de 1990, Castro se hubiese reunido -en buenos términos- con el Sumo Pontífice, Juan Pablo II, permitiendo, de nueva cuenta, la realización de actividades religiosas en la isla.
Quizá por ello, crecí con una buena idea de lo que sucedía en la nación caribeña.
Aunque reconozco -por lecturas- que en cualquier nación puede haber claroscuros, y, absolutamente, cualquier proceso puede tender al desgaste o a la desviación (tan sólo veamos en qué terminó el PRI; o el curso que han tomado las huestes de Ortega en Nicaragua), debo decir que continúo admirando el proceso sanitario y educativo que ha seguido la isla desde los tiempos de la Revolución.
Ello, por algunos ejemplos que tomo, los cuales me sirven como asidero para argumentar mi postura y no basarla en dogmas.
Primeramente, recuerdo precisamente que, allá por 2009, un canal de televisión nacional, realizaba un abstract de una ceremonia que se llevaba a cabo, con el fin de honrar la memoria de la Revolución Cubana. En un podio, un viejo comandante hablaba de la relevancia del proceso, no sin llenarse de emoción, con diálogos cargados de experiencia.
Sin embargo, cuando le preguntaban a un niño acerca de lo que opinaba, el chiquillo sabía exactamente el motivo por el cual Fidel y los históricos de la Revolución (en ese momento Fidel y Raúl Castro; Ramiro Valdés; Juan Almeida Bosque, entre otros) ocupaban dichos lugares en la historiografía cubana.
Lo anterior, a contrapelo de lo que sucedía en el México de la época, donde gran cantidad de jóvenes ¡ignoraban los causales de la gesta revolucionaria y del México moderno!
En segundo lugar, hace unos meses tuve la oportunidad de visualizar la película “Conducta”, filme cubano donde se observa cómo una veterana educadora de la isla lucha contra el propio sistema educativo, para tener a un chico (catalogado como problemático) en su clase, logrando su cometido a través del respeto que le tenían tanto las autoridades como el magisterio en general, además del vilipendiado alumno.
Aunque es difícil corroborar la realidad (se trataba de una historia, no un documental per se), la película me da la idea de una nación comprometida con su sistema educacional, además de con educar, de una manera distinta a sus juventudes;, en aras de lograr el tan polémico y filosofado “nuevo ser humano” (Nietzsche, dixit).
Finalmente, debo decir, la consecución de la vacuna “Soberana” (en conjunto con Irán) debería ser una acción resaltada y, sin embargo, quedó opacado por las protestas.
A mi juicio, el hecho de crear una vacuna ¡aún con todas las circunstancias en contra! habla del compromiso con la salud y la ciencia del gobierno cubano.
Por supuesto que, viendo las cosas desde fuera, pueda haber fenómenos que nos parezcan controversiales.
Esto porque, los países considerados como libres, poseen libertad de prensa, de expresión, y una apertura ideológica conseguida en distintos niveles.
Empero, Cuba sólo tiene al Granma y al Partido Comunista Cubano. El conservador Diario de la Marina y la Revista Bohemia, son reliquias cuasi antediluvianas que sólo se conservan en la memoria de mayores e intelectuales; mientras la derecha cubana y la izquierda disidente, se encuentran en la clandestinidad o en el exilio.
Probablemente esto no sea el escenario ideal. Sin embargo, considero que deben ser los cubanos quienes deben trazar el derrotero de su historia. Ellos y nadie más.
Si el propio Pablo González Casanova decía que el sistema político mantenido en Cuba era democrático; y el finado Eduardo Galeano, esgrimía que la revolución (así como la mula) no era militarizada y policial ¡sino que la hicieron ante los ataques! ¿Quiénes somos nosotros para pedir patíbulos? Considero, de manera respetuosa, debemos convocar al diálogo entre partes.
Creo, no hay imposibles. Voces discordantes como la de Silvio Rodríguez y un cantante opositor ya se sentaron a conversar, no obstante lo antitético de sus discursos.
Lo dejo a la reflexión; no creo que los bloqueos vayan a resolver nada, o que lleguen a buen puerto algún día.
BUSCAPIÉS
Discrepo con Benjamín Hill, creo que tenemos mucho en común con el pueblo cubano. Un acierto del gobierno de la 4T ha sido firmar la pipa de la paz con tan relevante nación. Si la política exterior mexicana fue un orgullo de su tiempo; López Obrador y Marcelo Ebrard hacen un esfuerzo por revivir aquellos logros.