Chihuahua, Chih.
Si hubiese que buscar un episodio, un escenario, una ciudad, unos antecedentes, un ejemplo, unos resultados, un modo de gobernar y la forma como se relaciona el gobernador de Chihuahua, con los otros poderes y las otras fuerzas políticas, eso sería Cuauhtémoc.
El municipio con la tercera economía más importante del estado es, también, paradigmático de la actual crisis de inseguridad y el modo en que la actual administración la ha enfrentado.
No hay mejor ejemplo de la ineficiencia del gobierno estatal y de sus funcionarios encargados de la seguridad pública. Y aún así presumen de la eficiencia en la ejecución de órdenes de aprehensión. Para calificar la eficiencia en la procuración y aplicación de la justicia no hay mejor parámetro que el porcentaje de sentencias culpatorias, porque en la medida que la fiscalía presente las debidas acusaciones, plenamente sustentadas, en la misma proporción los jueces irán aplicando las debidas sentencias.
Si el sexenio de César Duarte fue caracterizado por los increíbles niveles de corrupción, y el de Reyes Baeza por el tremendo baño de sangre, el de Javier Corral -ya lo podemos asentar- será recordado por su extrema ineficiencia y, como su antecesor, por la insoportable demagogia usada por el mandatario. Cuauhtémoc lo representa cabalmente.
Bueno, hasta en el manejo de la política electoral y el de sus allegados realizó cosas semejantes en este municipio.
Jorge Ramírez, uno de los jóvenes políticos allegados a Duarte, llegó a la diputación local al mismo tiempo que el ballezano a la gubernatura. Luego, fue derrotado en la elección a la alcaldía de Cuauhtémoc. Sin más, se convirtió en el promotor de la aplicación del nuevo sistema de justicia penal y de ahí, impulsado por Duarte, a la magistratura en el Tribunal Superior de Justicia.
Años después, uno de los allegados a Corral, Humberto Pérez hijo, perdió la reelección en Cuauhtémoc. No batalló mucho. Casi de inmediato sustituyó a uno de los emblemáticos del panismo chihuahuense, Guillermo Luján, en la muy poderosa Dirección de Administración de la Secretaría de Hacienda, luego de que Luján saliera del gobierno estatal, presumiblemente a causa de los enormes diferendos que mantenía con el gobernador Corral, en particular a causa de las supuestas corruptelas cometidas por el ex coordinador de Comunicación Social del gobierno, Antonio Pinedo, uno de los amigos y funcionarios más cercanos a Corral.
Aspectos centrales, que muestran claramente el modo de gobernar de quien llegó a la presentación de su segundo informe de gobierno, en medio del descrédito de una buena parte de la población, son la manera de tratar la inseguridad existente en Cuauhtémoc y el modo en que se relacionó con el nuevo alcalde, Carlos Tena, emergido de las siglas de Morena.
Primero, a contrapelo de lo que sostuvo en el pasado, emitió un decreto mediante el cual les quitó a los alcaldes de varios municipios la dirección de las policías municipales y a éstas prácticamente las desapareció, no sin la presentación de innumerables conflictos con las autoridades municipales, además de la súbita elevación de los índices, de los delitos de mayor impacto, entre ellos los homicidios y los robos a casa habitación.
Igual ocurrió en Cuauhtémoc, municipio en el que, además, aumentaron los casos de extorsión y secuestros, los que se mantienen hasta la fecha. No se diga acerca de lo ola homicida.
Frente a las quejas y denuncias, el gobernador, igual que ahora, se mantuvo distante, de las autoridades y de la sociedad, en tanto Cuauhtémoc y sus alrededores se mantenían como uno de los principales escenarios más sangrientos del estado.
A su arribo, Carlos Tena, un antiguo luchador social, sin antecedentes partidarios importantes y que había buscado, infructuosamente, la alcaldía mediante una candidatura independiente, fue postulado por Morena y sus aliados. Fue uno de los pocos candidatos -al igual que Heraclio Rodríguez, a la diputación federal por ese distrito- que le aportaron fuerza electoral propia a la candidatura presidencial de López Obrador.
Desde el primer día desechó a los policías estatales y le anunció al gobernador Corral que asumiría el mando de la policía municipal, en virtud, así lo dijo y lo sostiene hasta la fecha, de que el Comisionado Aparicio está coludido con los delincuentes y solicitó una audiencia personal con el gobernador.
Extrañamente, el paseño no la ha concedido. Cualquiera podría suponer que hay información sensible la que, a veces, sólo los mandatarios la tienen y que a eso se debe la persistencia de Tena en hacérsela llegar a Corral.
Luego, ante el agravamiento de la inseguridad y el incremento de las amenazas de los grupos criminales en contra de los policías municipales y sus mandos, las respuestas del mandatario contradicen todo lo que sostiene discursivamente en el plano nacional.
Ha llegado al extremo de argüir que no puede entrevistarse con Tena debido a que éste ha expresado severas críticas al gobernador y en cambio éste sí las lanza al presidente López Obrador y exige un trato respetuoso.
Pero no le fue bien, por lo menos en la declaraciones, en su relación con el tabasqueño, pues ante el anuncio de la creación de un grupo político, impulsado por Corral, “de contrapeso, para evitar la restauración autoritaria”, AMLO les endilgó el “ternuritas”, calificativo que de inmediato se volvió viral, por lo menos en el ámbito local pues la ridiculización fue extrema.
Todavía peor. El equipo de presidencia no se había percatado que en la fecha seleccionada para la visita presidencial se efectuaría la entrega del II Informe de gobierno de Corral. Ante la coincidencia, AMLO optó por la posposición.
Mayor desaire no puede haber. Que el presidente, ante la coincidencia, prefiera “dejar que celebre su fiesta y la goce” y no acompañarlo en esa fecha en la que los mandatarios disfrutan, como nunca, del ejercicio del poder y en la que sus allegados les hacer creer que su obra de gobierno es excelsa, decidiera venir un día después ilustra la lejanía entre ambos personajes.
Así, acerca del respeto a la división de poderes, al estado de derecho, a la disparidad de opiniones y de la concurrencia con las otras fuerzas políticas, Cuauhtémoc nos muestra al que es, sin duda, el verdadero Javier Corral, no el de los discursos rebosantes de los conceptos de la democracia avanzada a la que aspiramos, y que chocan con la cotidiana realidad, a la que se enfrentan, entre otros, y de manera sobresaliente, los habitantes de Cuauhtémoc, y en especial su alcalde y la policía municipal.
Corral no puede desestimar lo que le señala Tena. De acuerdo con los mensajes dejados por la delincuencia, podría aceptarse que el grupo criminal “La Línea” ha desatado una cacería en contra de la corporación policiaca, de ahí la publicación de las listas de los policías municipales a los que ha advertido serán ejecutados. En ellas, incluyó a Efrén Peñaflores a pesar de que éste no ejercía mando policiaco y eso no puede dejar otra lectura más que en realidad el objetivo es el alcalde Tena.
Si a esta conclusión puede llegar cualquier ciudadano medianamente informado, es previsible que los jefes policiacos y militares tengan en sus manos la suficiente información como para enfrentar tan terrible situación, ante la cual los diferendos políticos y/o personales de los gobernantes salen sobrando.
Y esto vale, también, para Carlos Tena, el delegado de políticas sociales del gobierno federal en Chihuahua, Juan Carlos Loera, y el dirigente estatal del partido gobernante, Morena, Martín Chaparro, quienes han suscitado un lamentable episodio de agrias declaraciones que muy poco abonan a la resolución de los problemas por los que atraviesan los chihuahuenses y, peor para aquellos, que en muy poco le ayudan al gobierno de su líder, ahora todopoderoso, López Obrador
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