Chihuahua, Chih.
Ayer se cumplieron 4 meses de la ejecución de la periodista Miroslava Breach Velducea, asesinada al momento de salir de su casa. En una sugerente coincidencia con el aniversario del homicidio del ex candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, el de la corresponsal de La Jornada ha encontrado, como aquel, un cúmulo de declaraciones oficiales que hacen inminente -desde el mismo día de los hechos- su esclarecimiento.
A ello se comprometió el Gobernador Javier Corral; quien llegó, incluso, a afirmar que ya se tenían “avances esclarecedores” y que la investigación la había hecho llegar a la Presidencia de la República; que ya tenían los nombres de los presuntos responsables, tanto materiales, como intelectuales; que a pesar de haberse entorpecido las investigaciones debido a “la filtración” a la prensa de unos videos que eran fundamentales en las indagatorias, ya se tenían resultados, sólidos.
Y nada.
Como el asesinato de Colosio, se cometió por un equipo que estudió durante varios días ¿Semanas? los movimientos de la reportera para asegurarse de la certeza de su aniquilamiento, incluidas grabaciones de sus conversaciones telefónicas, según la información oficial ofrecida por la Fiscalía General, sin saberse si la vigilancia incluyó sus comunicaciones escritas.
Luego, la nada, hasta el día de hoy, en el que seguramente, en el curso de la jornada habrá nuevas declaraciones, pero lo más probable es que ese asesinato, como muchos otros a lo largo del presente sexenio -igual que en los dos anteriores- quedará impune por una larga temporada, si es que se logra, algún día, su esclarecimiento.
Igualmente, el asesinato del también reportero, Jesús Adrián Rodríguez Samaniego, del grupo GRD Multimedia de la capital, cometido el 10 de diciembre -ochos meses atrás- discurre en la misma condición, sin avances conocidos de las investigaciones, sin resultados, impune.
Quizá por el tipo de trabajos periodísticos realizados por ambos, en el asesinato de Adrián no haya motivos profesionales -aunque nunca deberán descartarse, él había cubierto, varios años atrás, la fuente policiaca de un matutino capitalino-, pero en el caso de Miroslava existe la casi certeza de que obedeció a alguna información, manejada por ella, de carácter elevadamente riesgosa, lo que ocurre en la mayor parte de los casos semejantes, por desentrañar los vínculos entre el crimen organizado y la esfera gubernamental, desde los altos jefes políticos, hasta los jefes policiacos y/o militares.
Además, ocurrió en un momento en que arreciaba la confrontación entre las bandas criminales asentadas en territorio chihuahuense que han escenificado -luego de su cruento asesinato- peores enfrentamientos en municipios serranos, incluida la urbe de La Tarahumara, ciudad Cuauhtémoc.
La espiral homicida ha llevado a que, nuevamente, las cifras se hayan duplicado en la primera mitad del año, frente a las del año anterior que, de mantener el ritmo -y no hay nada que nos lleve a pensar lo contrario- el presente año será el más violento en la entidad, incluidas Juárez y Chihuahua, luego del 2013, y muy cercano a éste, luego de la ola homicida del 2008-2012.
Como entonces, bajo los gobiernos de Reyes Baeza y César Duarte, la impunidad es la única certeza que campea en territorio chihuahuense.
¿Hasta cuándo?
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