Chihuahua, Chih.
Precisamente cuando están abiertas las compuertas de la presa Las Vírgenes, custodiada La Boquilla por los agricultores -para impedir la extracción ilegal de agua- y la entidad víctima de la sequía, el presidente López Obrador, en el colmo de la terquedad, insiste en sostener que Chihuahua no “quiere (n) entregar la cuota que les corresponde”.
Secundado por el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien se atrevió a afirmar en la mañanera de hoy que (sí) “tenemos el agua”, volvieron a amenazar con la posibilidad de que el impago de Chihuahua pueda originar un grave conflicto con los EU.
Ojalá vinieran a Chihuahua ambos funcionarios y le mostraran a los chihuahuenses en donde se encuentra el agua que pretenden entregar a los EU a costa de lo que sea, incluso hasta el extremo de postrar a la población de una extensa región dependiente de la producción agropecuaria que les proporciona el agua del Conchos y que ahora está ausente, tanto por la sequía, como por la ilegal e insensata decisión de extraer el agua a ritmos y niveles que han llegado al grado de poner en riesgo la estructura de las presas.
El presidente afirmó en la misma mañanera que quienes se oponen a la entrega del agua, no es el pueblo de Chihuahua, “son los intereses, es la cúpula, los que están utilizando este asunto delicadísimo con propósitos electorales, eso es todo”.
¿Cómo pueden afirmar tal cosa sin, siquiera, dar a conocer los volúmenes de las presas de Chihuahua que pueden aportar alguna cantidad de agua, la de Las Vírgenes y La Boquilla?
La primera contaba, hasta el día de hoy, 76 millones de m3, equivalentes al 21% y La Boquilla tenía, hoy, 919 millones, equivalentes al 32% de su capacidad.
Restados los volúmenes necesarios para mantenerlas, sólo restarían, para el ciclo agrícola 2021 alrededor de 500 millones, que es menos de la mitad de la cantidad de agua requerida.
Pero ni el presidente, ni el secretario de relaciones exponen el estado real de la disponibilidad de agua.
La realidad va más allá del simplista argumento presidencial de que el conflicto obedece a las motivaciones político-electorales y de achacarle al gobernador Corral la exclusiva autoría de su creación, a quien deberemos endilgarle su endeble defensa de los intereses de los productores chihuahuenses y de haber pactado la entrega del agua desde diciembre del 2019.
Sobrevenido el desastre social y político, Corral reculó y finalmente no quedó bien con nadie, ni siquiera con sus colegas, con aquellos con los que acordó actuar en defensa del federalismo. Hoy se encuentra en el tobogán del término de su mandato, vilipendiado por López Obrador, sumido en una vorágine de endeudamiento catastrófico y perdido el control político en la entidad y en su partido.
Hay otro factor, no mencionado por nadie en el gobierno federal.
La sequía que golpea a Chihuahua no abarca a las otras entidades involucradas en el Tratado de Aguas y, además, éste no establece los porcentajes que deben “pagar” cada entidad.
Duele ver, oir, escuchar al presidente actuar de manera tan insensible.
No ve, no oye, no escucha….
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