Cuando se pierde el Poder

Cuando se pierde el Poder 4 de octubre

Víctor Medina Calderón

El poder es para poder y no para no poder y que triste es perder el poder.



Desde que inició esta nueva administración en el Gobierno del Estado, detectamos que una de las más grandes fallas se originaba en la ausencia de poder. Tal vez era por el tímido ascenso ante la gran responsabilidad que representa dirigir los destinos de un estado de casi cinco millones de habitantes, pero los reproches constantes de muchos medios de comunicación, reflejaban el sentir popular. La reciente ola de violencia, sin duda sacudió los pilares de la administración estatal obligando a corregir el rumbo y a dejar de lado las acciones frívolas y recatadas de la gran sociedad.



Y hay que anotar que el manotazo principal fue el artero, vil y cobarde asesinato de Miroslava Breach quién desde los círculos cercanos al poder reclamaba también la pasividad del actuar gubernamental y que lamentablemente detonó el necesario cambio de rumbo de la actual administración estatal.



Sin embargo, siempre hay que recordar que cuando se asume el poder, hay que pensar seria e irremediablemente en que es temporal y llegará el momento en que se deberá ceder a los siguientes protagonistas. En varias ocasiones hemos sido testigos de la entrada de nuevos actores en el ámbito de la administración pública y de las respectivas salidas que invariablemente dejan una sensación de nostalgia ante el cambio que representa dejar el poder ejercido durante el periodo de gestión.



Y la mayoría de las veces la nostalgia es sana ante la satisfacción del deber cumplido a pesar de que siempre existen señalamientos debido a la incomprensión de los contrincantes electorales emanados del sistema de partidos que evidentemente no quedaron satisfechos ante su derrota electoral. Lo triste es cuando se usó el poder solo para poder y no para servir y no se tuvo la certeza de que éste se tiene que abandonar por los designios del sistema que padecemos en nuestro país.



Para el ex gobernador Cesar Duarte, dejar el poder representa el entierro y el destierro ante los excesos que mostró durante su gobierno. En muchas ocasiones, aún antes de que ganara la elección que lo llevó a gobernar el estado por seis años, las criticas fueron expresadas, sobre todo cuando desde su púlpito clamaba la oda al cesar siendo candidato y en los vidrios traseros de los vehículos de quienes aspiraban estar cerca del poder lucía la corona de laurel símbolo de la gloria y el triunfo esperados.



Hoy, perdido el poder, pero con las arcas llenas, los otrora triunfadores deben rendir cuentas a quienes les prestamos el poder y lo usaron precisamente para llenar sus bolsillos. Porque los ciudadanos tenemos el derecho de elegir a quienes nos gobiernan pero por periodos de tiempo que están muy bien especificados por la ley. Los recursos financieros, los edificios públicos, los vehículos, el mobiliario, el equipo y hasta la estructura humana quedan a su servicio por ese periodo y deberán responder por su buen uso y desarrollo a favor de la sociedad.



En el presente escenario, los responsables de la pasada administración deben responder por sus acciones y todas las omisiones y acciones donde se determinen que existieron actos de corrupción deben ser sancionadas, es lo mínimo que como sociedad requerimos de quienes obtuvieron la confianza para dirigir los destinos del estado o municipio por otro periodo breve de tiempo y en su momento, los hoy actores, también deberán responder por sus actos. No es venganza, es justicia.



La destrucción de dos de los jinetes del apocalipsis que cabalgan por las estructuras políticas de nuestro país; la corrupción y la impunidad, debe ser prioridad de todos, pero mayormente de quienes hoy ostentan el poder.

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