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Crónica de una extradición anunciada, tras un largo y sinuoso camino

César D. en Chihuahua

Crónica de una extradición anunciada, tras un largo y sinuoso camino 3 de junio de 2022

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

El poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla”: Enrique Tierno Galván (1918-1986). Ex alcalde de Madrid. 

¡No hay plazo que no se cumpla! La víspera de ayer -previo anuncio de la Secretaría de Relaciones Exteriores- el ex gobernador de Chihuahua, César D. (2010-2016), fue regresado a suelo chihuahuense luego de un largo y sinuoso sexenio. 

Cabe destacar, D., retorna de una manera muy distinta a la cual abandonó el estado, hace poco más de cinco años. Si, hace un sexenio, era un sujeto caciquil, enfundado en una falsa modestia, que se enredaba en posverdades y disonancias cognitivas para justificar su arrolladora derrota (de manera semejante al aún Presidente de Colombia, quien, orondo, refería que, si hubiera tenido la oportunidad de optar por la reelección, habría sido ratificado en su encargo, cuando es uno de los mandatarios más impopulares de esa nación sudamericana, y su desprestigio arrastró a la clase política  tradicional), ahora vuelve -al parecer- cabizbajo, añorando, tal vez, las viejas glorias de antaño; cargando un desprestigio que fue transversal a su otrora partido (el PRI), mismo que no han podido remontar ni el uno ni el otro, por justas razones.

Sobre Duarte hay muchas expectativas. Desde la administración de su sucesor en la gubernatura, Javier Corral Jurado (2016-2021) se tuvo en la detención del “as de oros” como una premisa quinquenal; piedra angular del plan de gobierno. 

Efectivamente, como esgrimía el analista político Carlos Elizondo, Corral tuvo el mérito de darle seguimiento a una denuncia que ya se había conformado desde la sociedad civil (Unión Ciudadana, Jaime García Chávez, dixit) desde el ocaso del duartismo. Sin embargo, al calor de su gestión, la estrategia tuvo claroscuros. 

La multicitada operación “Justicia para Chihuahua” fue anunciada con bombo y platillo y, aunque tuvo ciertos decomisos y aciertos, presumiblemente tuvo yerros y falencias en la conformación de los expedientes, así como en el seguimiento de los mismos. Cabe destacar, el corralismo tuvo la voluntad de hacer pagar a D. por la plétora de delitos cometidos. 

Cumplió su misión de alguna manera, pues, aunque se logró su detención en Estados Unidos, en aquel lejano julio del 2020, no le alcanzó al tiempo para ver lo que aconteció ayer: ver a César D. pasando por el umbral de las puertas penitenciarias. Dicho honor le será conferido a su compañera de partido, la gobernadora Maru Campos, quien ya instruyó al Fiscal del Estado, Roberto Fierro, para que, objetivamente, le dé seguimiento al mencionado y polémico causal.

Al margen de cuestiones y vericuetos jurídicos, que la autoridad se encargará de dilucidar en su debido tiempo (los tiempos de la ley no suelen correr al parejo de los electorales), conviene comentar acerca de la trayectoria del ex gobernador, un sujeto quien, luego de navegar bastantes años en el bajo perfil, alcanzó de golpe la gloria, pero también el descrédito.

Se puede decir que, durante muchos años, César D., fue un priista más, no un integrante de la nomenklatura. 

Luego de ser diputado federal (en dos ocasiones), local, e integrante de la Confederación Nacional Campesina (CNC) , D. alcanzó el cenit de su carrera en 2008, cuando pudo lograr ser Presidente de la Cámara de Diputados en el último período de sesiones de dicha legislatura (2006-2009). 

Ello lo catapultó a la carrera por la gubernatura por el estado de Chihuahua, teniendo posibilidades de disputarle dicho cargo a personajes que tenían más trayectoria (política y partidaria) que él, tales como Oscar Villalobos (ex Presidente Municipal de Delicias y ex Secretario de Fomento Social durante el sexenio de Reyes Baeza); Alejandro Cano (ex alcalde sustituto de Chihuahua capital, ex Secretario de Fomento Industrial en el mismo período, a la sazón diputado federal); y Teto Murguía (ex alcalde de Juárez, diputado federal y ex senador). 

A mi juicio, uno de los factores que incidió en su inclusión en la competencia -y posterior designación- de César D., fue el liderazgo de Beatriz Paredes en el CEN tricolor, pues ambos habían coincidido en el seno de la CNC (de la cual, Paredes fue dirigente en la década de 1990). 

A contrapelo de algunos de sus antecesores, D. no tuvo dificultad en arribar a la gubernatura. Arropado por una amplia coalición, que incluyó ¡hasta al PT! (cuando, en otros estados, AMLO fustigaba a los partidos de izquierda para que no hicieran alianzas con la otrora “mafia del poder”, aquí Rubén Aguilar bajó su campaña (pa’ que se les quite) y endosó a Duarte ¡ignorando olímpicamente las palabras de López Obrador en aras de un consabido pragmatismo!) pasando por el PVEM y el Nueva Alianza, César D., llegó a la gubernatura con una mayoría pocas veces vista. No tuvo dificultad para ganar, pues, contrario a Corral en 2004, Borruel no representaba ninguna amenaza, y sus resultados como alcalde habían sido grises, inclinándose a deficientes. Si a ello le añadimos la candidatura buena, pero testimonial, de Luis Adolfo Orozco (PRD), podemos decir que CD no tuvo rival de cuidado alguno.

Con las facilidades que tuvo, D. podría haber sido un buen gobernante. 

Algunas acciones de su gobierno, como la obra pública, la expansión de la cobertura educativa y del “Plan Villa”, discurrieron en ese sentido. Lamentablemente, los excesos y sus afanes de poder lo hicieron perder la brújula de manera rápida. Si, ya desde su toma de posesión, se ufanaba de que “el poder era para poder, y no para no poder”; durante el curso de su administración lo demostró con creces: desde la manera en la cual conformó un Poder Judicial con cercanos; hasta la manera de endeudar el estado, y comprar voluntades de tirios y troyanos. 

Fue tan alta su ambición, que hasta llegó a deslizar que buscaría la dirigencia nacional del PRI (en su momento). No lo logró; como tampoco dejar a uno de sus alfiles (Serrano) en la gubernatura del estado. Quizás -en su ego- quiso trascender como un gran gobernante (mientras llenaba sus arcas y remozaba sus ranchos). Pero su dilatada soberbia lo llevó a perder el piso en el camino.

César D. ha pasado a la historia como uno de los peores gobernantes del estado. Si Peña Nieto casi desapareció el PRI a nivel nacional, Duarte cumplió una función análoga en el estado de Chihuahua, pues, el otrora partidazo, que había controlado el estado por más de setenta años (con la excepción del sexenio de Francisco Barrio 1992-1998), se volvió un partido cuasi testimonial, carente de poderío en las grandes urbes, afianzado en una parte del medio rural, y viviendo de las añoranzas de sus mocedades. 

Como colofón, mencionaré lo siguiente: durante mucho tiempo, algunos de los ex gobernadores con menor apoyo popular fueron Óscar Flores Sánchez (1968-1974) y su antecesor en el cargo, Práxedes Giner Durán (1962-1968). 

En cambio, Óscar Soto Máynez (1950-1955) y don Manuel Bernardo Aguirre (1974-1980) parecían contar con el aprecio popular, no obstante eventuales claroscuros; mientras la historiografía regional le reconoce a Óscar Ornelas (1980-1986) su talante democratizador. César D., ya pasó mal al veleidoso cauce de la historia. Veremos qué dice la justicia al respecto. 

Ahí se comenzará a construir la parte que falta de este complejo relato. Es cuanto.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.