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Cosas que pasan

Cosas que pasan 6 de abril de 2024

Jorge Volpi*

Chihuahua. Chih.

Un día como cualquier otro, en Culiacán y varios poblados aledaños, 66 personas son secuestradas por una banda criminal. 

Al cabo de varios días, 58 son liberadas -sin que a la fecha se conozca la razón ni de una cosa ni de la otra-, lo cual significa que al menos 8 de ellas continúan desaparecidas. 

Un dato acaso tan significativo como los anteriores es que ninguna de las víctimas ha denunciado lo ocurrido.

Después de afirmar que eran solo 15 los secuestrados -sea porque estaba malinformado o porque malinformaba a la sociedad-, el gobernador de Sinaloa, quien, para acentuar el despropósito, antes fue rector de su universidad, se apresuró a decir: "Son cosas que pasan", una frase no muy distinta de la pronunciada por Benjamin Netanyahu tras el asesinato de 7 cooperantes en Gaza: "Son cosas que pasan en el marco de la guerra".

Días después, una versión indica que el levantón fue una llamada de atención de "Los Chapitos" -el grupo criminal que controla la entidad- contra una banda de ladrones. 

Un ejemplo aún más siniestro de justicia por propia mano ocurrió un poco después en Taxco: tras el secuestro y el asesinato de una niña, el pueblo enfebrecido -por lo visto, a veces no tan bueno-, procedió a linchar a una de las supuestas responsables, golpeándola hasta la muerte ante el pasmo de la policía. 

Como en el caso anterior, el secretario de Seguridad del municipio se apresuró a echarle la culpa a la madre, acusándola de no haber cuidado correctamente a su hija.

Más o menos en las mismas fechas, la candidata de Morena a la alcaldía de Celaya, Gisela Gaytán, fue ejecutada a plena luz del día, durante un mitin en San Miguel Octopan. 

De inmediato, el gobernador panista Diego Sinhue Rodríguez y el presidente López Obrador se dedicaron a echarse la culpa el uno al otro. 

Días después, en la comunidad de Niños Héroes, Chiapas, un grupo de personas murió durante los enfrentamientos entre criminales y la Guardia Nacional. 

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas afirmó que fueron 25. Indignado, el presidente López Obrador afirmó en una de sus mañaneras que solo fueron 10.

A estos casos se suma una lista interminable: masacres, asesinatos a mansalva, secuestros, desapariciones y extorsiones sin control. 

Frente a ello, tanto las autoridades federales y locales como los candidatos de todos los partidos en liza apenas logran hacer otra cosa que confesar, entre cínicos y resignados, su indiferencia, o bien minimizan los hechos, o mienten descaradamente, o se dedican a intercambiar insultos con sus enemigos. 

En una obscena guerra de cifras, su mejor argumento es que antes había menos, o que antes había más, de estos crímenes. 

Nada de lo cual hace que dejen de repetirse y, lo que es peor, sin que ninguno de estos crímenes se resuelva nunca. Sin que jamás sepamos las razones de la violencia, sin que jamás se procese y se sentencie a los responsables, sin que jamás se revele la verdad.

Estas "cosas que pasan", pasan día tras día desde que Calderón lanzara la guerra contra el narco en 2006 -hace casi dieciocho años-, pero en plena campaña electoral se vuelven todavía más ominosas: en su ácida batalla, Morena y la oposición se limitan a usarlas como armas arrojadizas en la cara de los otros, incapaces de reconocer su propia responsabilidad en la catástrofe. 

En contra de lo que sostienen el Presidente y su candidata, la situación no ha mejorado; y en contra de lo que afirma la candidata de la oposición, fueron los gobiernos del PAN y del PRI los que nos condujeron adonde estamos.

Todo el espectro de nuestra lamentable clase política ha tenido la oportunidad de cambiar las cosas, y la ha dejado pasar: Calderón, Peña Nieto y López Obrador por igual. 

Y, hasta el momento, ni Xóchitl Gálvez ni Claudia Sheinbaum han tenido la altura de miras de reconocer los yerros de sus respectivos partidos ni han convertido la construcción de un nuevo sistema de justicia en su mayor prioridad. 

Tal vez el debate de este domingo sea el momento para que alguna de ellas al fin lo haga. Si no, seguiremos condenados a que, frente al más descarnado horror, sigamos sin tener otra reacción que esa banalización del mal parapetada detrás del son cosas que pasan.