Chihuahua, Chih.
El ex gobernador Javier Corral pensó que al término de su mandato podría transitar por las calles de las ciudades de Chihuahua como si fuera cualquier ciudadano.
Ojalá fuera así.
A lo mejor creyó que en estas tierras “aldeanas” (en algún momento de su gobierno nos llamó a superar la cultura “aldeana”) el mal gobierno, al paso del tiempo, sería olvidado y, corteses y educados como son la mayoría de los chihuahuenses, no le harían pasar malos ratos.
Pero Corral, además de efectuar una muy mala administración, se dejó llevar, tanto por sus fobias, odios y sus ánimos autoritarios, como de su mesianismo, que lo llevó a violar flagrantemente la ley en la persecución de César Duarte y muchos de los funcionarios del gobierno del ballezano.
Estaba obligado a poner distancia de los ejercicios políticos de sus antecesores.
No lo hizo así; al contrario, como casi todos los anteriores puso al Poder Judicial bajo su férula.
Nunca, la Suprema Corte de Justicia de la Nación había destituido al presidente de un Tribunal estatal. Fue el clímax del sometimiento de ese poder ante el gobernador Corral.
Llevó a la cárcel a muchos y los mantuvo ahí, a contracorriente de la ley.
No es que fueran inocentes, sino que las leyes con las que fueron enjuiciados no consideraban al robo de recursos públicos, efectuado por los gobernantes, como un delito grave y, por tanto, podían continuar sus procesos en libertad.
La exageración fue el caso de Maru Campos. Fue su retrato.
Tuvo en sus manos el tiempo, los recursos y las evidencias (las que, dijo, existían), pero no la llevó a la cárcel, porque no le convenía.
De la ahora gobernadora y su influencia electoral dependió, primero, su triunfo en la elección a gobernador en 2016 y, luego, en 2018, asegurarse que el PAN, su partido, obtuviera la mayoría en el Congreso del Estado.
A cambio, intentó, con todos los recursos a su alcance, evitar que Campos se convirtiera, primero, en candidata al gobierno de Chihuahua y, segundo, en gobernadora.
Es imposible que ante sus apariciones públicas pudiera transitar tranquilamente por las calles de Chihuahua y que sus rivales políticos -al interior y fuera del PAN- no se hubiesen trazado cobrar las afrentas al menor descuido corralista.
Y eso se lo ofreció la inauguración “formal” de la librería, que había abierto sus puertas desde el 21 de diciembre, pero que clausuraron los inspectores del municipio ante la falta de varios permisos, acto efectuado precisamente momentos antes de esa inauguración.
Fue hecha -muy probablemente- a sabiendas del impacto negativo que podría generar para los actuales gobernantes, municipal y estatal.
Sí, pudo ser una impertinencia político-mediática, pero con todos los visos de que el ex gobernador no cumplió con todos los requisitos que debió cubrir.
Pero si este hecho mostró a Corral incapaz de asimilar lo que le puede ocurrir si transita por las ciudades chihuahuenses, sin que se le presenten hechos, por lo menos, incómodos, lo sucedido en el episodio en el que se hizo de palabras con el ex Síndico de la capital, integrante de una de las familias más ricas de la capital, Enrique Valles, a quien su gobierno acusó de corrupción, cargo del que fue liberado por los tribunales, le debería reforzar la idea de que tales incidentes se pueden repetir.
Es que muchos de quienes llevó a la cárcel van a los mismos restaurantes, clubes sociales, gimnasios, campos de golf y centros comerciales que le gustan a Corral.
Muy probablemente se repetirán esos episodios, a cual más de enojosos, muchos más, por supuesto, que el frío de las cárceles chihuahuenses.
¿Por qué cree, el paseño, que los expresidentes Calderón y Peña Nieto, y durante algún tiempo Salinas de Gortari, se fueron a vivir al extranjero?
Que no se le olvide que la mayoría de los chihuahuenses ya lo enjuiciaron, por eso perdió su candidato, Gustavo Madero.
A pesar de todas sus bravatas, tragó piedritas y se fue a buscar el cobijo presidencial.
No lo logró, porque López Obrador lo puso ante el espejo y le dijo que tenía doble acta de nacimiento, una nacional y otra extranjera.
Cosas de las incongruencias.
En su campaña presidencial, al llegar por el sur, el entonces candidato presidencial, en 2018, dijo muy claramente que en “Chihuahua no ha cambiado nada (bajo el gobierno de Corral), salvo el color de las casetas de las carreteras”.
Hoy, ese hombre lo defiende y sus corifeos lo replican acríticamente, pocos en el PAN y los más en ¡Morena!!!!
*Columna de Plata-APCJ: 2008, 2015, 2017 y 2022
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