Chihuahua, Chih.
A una semana de la elección, estamos frente a uno de los procesos electorales más inéditos que hayamos presenciado, sobre todo por la pérdida de los límites previamente existentes entre los partidos y sus principales protagonistas políticos.
La diáspora priista hará la diferencia en la elección del cargo más importante en disputa y, seguramente, en los municipios más importantes.
No se trata solamente de las bases y dirigencias del partido dominante de toda la segunda mitad del siglo XX mexicano; sino, también, y eso es lo importante, del electorado priista, una parte del ya había optado por el actual presidente, pero que ahora, junto con segmentos importantes de las capas medias pasaron a la oposición frente a la 4T, muchos de ellos hasta de manera visceral.
En Chihuahua y especialmente en la zona centro-sur del estado ha recrudecido el rechazo a López Obrador, y no solo por el conflicto del agua de las presas, sino por la creciente oposición y crítica a su gobierno.
La declinación, de facto, de la candidata del PRI al gobierno de Chihuahua, Graciela Ortiz González, y su adhesión a la candidatura de Maru Campos, desató un sinnúmero de expresiones que ponen el acento en las supuestas diferencias ideológicas de ambos partidos (PRI y PAN), como argumentos para oponerse a ella.
Desde las memorables elecciones municipales de 1983 (en las que el PAN ganó todo el corredor de la Panamericana -la carretera-) los dos partidos del régimen se disputaron al electorado chihuahuense que había migrado a las posiciones de centro-derecha, luego de que segmentos importantes de la sociedad chihuahuense, en las décadas de los 60’s y 70’s, se alineaba con las posturas de izquierda, en la época en la que las agrupaciones izquierdistas -la mayoría de extracción comunista o socialista- dominaban el movimiento social chihuahuense.
Hoy, todo eso es historia, por desgracia.
¿Es esta adhesión contraria a las conductas políticas y reales pronunciamientos políticos del PRI de este siglo? ¿De veras es cierto que se juntaron el agua con el aceite y que los “verdaderos” militantes del PRI optarán por irse a Morena?
No pareciera ser así: Hace ya mucho tiempo que ambos partidos mantienen posturas semejantes -obviamente, con algunas diferencias- que se han expresado, sobre todo, en el quehacer legislativo.
A los militantes de Morena que, optimistas, esperan que una mayoría de electores del PRI transiten a Morena, habrá que recordarles que quien sostiene lo contrario, y desde hace mucho, es el presidente López Obrador ¿Po’s que no los define como el PRIAN?
Y en el caso de Chihuahua, habría de agregarse que una parte importante del electorado de Graciela Ortiz tenía como segunda opción -en la encuesta de Reforma- a la candidata del PAN y otra, al candidato de Morena, Juan Carlos Loera.
La directora de encuestas de esta empresa, Lorena Becerra, afirmó el jueves pasado en un meet virtual de El Financiero que la proporción era de 2 a 1 a favor de Maru Campos, lo que podría agregarle a ésta, por lo menos, 4-5 puntos en los resultados electorales y a Loera, 2-2.5, si ubicáramos las preferencias de Graciela Ortiz en el orden del 7%. Evidentemente la diferencia crecería si esas preferencias se alzaran al 10% o incluso más allá.
Ahora bien ¿Acaso la alianza efectuada por Morena no es igualmente impresentable que la de sus adversarios?
Digámoslo nuevamente:
¿Qué tendría que hacer el partido de izquierda con la derecha fundamentalista alineada en el PES; o con la expresión corporativista del magisterio, agrupada en el PANAL, o con la vívida manifestación del oportunismo político del PT y del Verde Ecologista?
Morena y el PAN han sido tomados por la diáspora priista y, sobre todo, el partido del presidente López Obrador a partir de la elección del ’18.
Si bien un buen número de candidaturas del partido del presidente las protagonizan militantes de Morena de la entidad, la apertura de este partido a un conjunto de candidaturas francamente impresentables lo ha desdibujado seriamente.
Con dificultad se le pudiera ubicar como la opción de izquierda en estas elecciones.
Y no solo por las candidaturas propias de Morena, sus partidos aliados designaron candidatos igualmente indeseables.
A lo largo de la campaña se detallaron todas ellas en este espacio en lo que puede, desde ya, catalogarse como una estrategia totalmente equivocada -claro está, vista desde un enfoque de la izquierda-, claramente contraria a la desarrollada por sus adversarios, el PAN.
En este partido lo que hicieron fue llevar al cabo la operación cicatriz con la mayoría de las fuerzas internas, pero no entregaron candidaturas fuera de sus límites partidarios y, en cambio, aceptaron todas las adhesiones de quienes así lo manifestaran.
De ganar, dependerá de ellos, los panistas, decidir si gobiernan con sus adherentes, o no; en cambio, Morena no estará en esas condiciones, si gana, deberá cogobernar con los caballos de Troya.
Estos y otros hechos, así como el desarrollo de la campaña, hacen previsible un muy apretado resultado en favor de la candidata del PAN, aunque en el aire, sin poder evaluarlo de manera concreta, queda saber como se comportará el electorado que ha sido receptor de alguno de los programas del bienestar del gobierno mexicano.
¿Mostrarán su agradecimiento, manifestándose electoralmente por los candidatos de Morena, que en el caso de la gubernatura no hay problema, Loera es un clarísimo integrante de ese partido, o se desprenderán de ese hecho y votarán de manera independiente de ello?
Tratar de encontrarle una explicación a la conformación de ambos bloques partidarios, de acuerdo con los cartabones ideológicos del pasado, no tiene sentido, se han conformado para intentar un objetivo estratégico: Acceder a la mayoría calificada, pretende Morena; o impedir que eso suceda, como plantea centralmente el bloque contrario.
Lo más probable será que Morena y sus aliados obtengan la mayoría relativa, esto es, más de 250 diputados, pero quedarán lejos de la mayoría calificada (334 diputados federales).
De darse ese resultado, puede darse un fenómeno, hasta deseable, pues Morena y el presidente podrán delinear y aprobar el presupuesto (de egresos) que decidan, además de las modificaciones legislativas que pretendan, y por la ley de ingresos tampoco tendrán problema para que sea aprobado en las dos cámaras, la de Senadores y la de Diputados pues tendrían mayoría simple en ambas.
Pero efectuar modificaciones constitucionales, o de normas y nombramientos que exijan mayorías calificadas, o no se podrán hacer, o se realizarán mediante la negociación con los del bloque opositor.
Pero esto que puede suceder se ha visto empañado por el otro rasgo fundamental de la actual elección que es el de la exageración que ambos bloques han imprimido a la competencia electoral.
Ni el país va a la dictadura venezolana (aunque el ejercicio gubernamental de López Obrador efectivamente tiene una clara tendencia autoritaria), como sostiene el bloque opositor, ni la nación puede regresar al viejo régimen autoritario, como advierte el bloque gubernamental.
En todo caso, aparentemente, nos encaminamos, nuevamente, como ha ocurrido desde 1997, a un escenario en el que el partido del presidente, o no tiene mayoría en la Cámara de Diputados o que, teniéndola, no sea calificada.
Lo que sí podrá cambiar, será la composición de las fuerzas políticas en el ámbito estatal.
Si se cumplieran las más negras expectativas para Morena, podría alzarse con 5 a 9 gubernaturas de las 15 en disputa, que las agregaría a las 5 que hoy tiene.
Pero se han presentado verdaderos vuelcos en algunas de ellas y la semana faltante para las elecciones nos podría arrojar verdaderas sorpresas, en particular en Baja California, Campeche, Michoacán, Sinaloa, Sonora y Zacatecas, entidades que, con diferencias, aparecían con clara ventaja para Morena y que ahora están en una muy cerrada disputa.
Tres especialistas, directores de encuestas, Alejandro Moreno, de El Financiero; Lorena Becerra, de Reforma, y Roy Campos, de Mitofsky ofrecieron los más probables escenarios:
Lorena Becerra, ubicó para Morena a Baja California, Colima, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. Al PAN Baja California Sur y Querétaro; Movimiento Ciudadano (MC) en Nuevo León. Competidos: Campeche a tercios, Chihuahua y SLP en empate, Guerrero y Michoacán competencia cerrada.
Roy Campos, coincidió con Becerra, aunque Guerrero lo da a Morena. 8-9 las ganaría Morena. El PAN, Baja California Sur, Querétaro y Chihuahua. San Luis Potosí el Partido Verde. Competidas, Campeche y Michoacán.
Alejandro Moreno ve dos escenarios para el partido en el poder: uno optimista, con el que se llevaría 11 de las gubernaturas, y otro pesimista, donde solo ganaría siete. En el segundo escenario, Morena ganaría en Baja California, Sinaloa, Zacatecas, Colima, Tlaxcala, Nayarit y Guerrero.
La urna está dispuesta.
[email protected]; Blog: luisjaviervalero.blogspot.com; Twitter: /LJValeroF