Chihuahua, Chih.
El pasado sábado 2 de octubre, se cumplieron 52 años de la muy triste y lamentable Matanza de Tlatelolco, punto de inflexión y de inconformidad de las juventudes de la época con un régimen que hacía agua, se petrificaba, y cuya legitimación, que descansaba bajo el metarrelato de los “herederos de la Revolución”, presentaba ya un desgaste impresionante ante su inamovilidad, su verticalismo, autoritarismo y falta de democracia.
Ese día tan simbólico, lo eligió el Presidente López Obrador para visitar a nuestro querido estado. Y, sin embargo, no resultó lo que esperaba, sino que, parafraseando a García Márquez, puedo narrarlo como la “crónica de una visita fallida”, si no en su totalidad, por lo menos en gran parte de ella.
El arribo del primer mandatario coincidió con la discordia que ha prevalecido entre el gobernador de la entidad, Javier Corral, y el ocupante de Palacio Nacional.
Si ya, desde semanas antes, el Presidente había proferido indirectas y mensajes con especial dedicatoria a las autoridades estatales, en la visita continuó esta narrativa divisoria. AMLO llegó a Ciudad Juárez, y ahí fue acompañado por el alcalde de aquella ciudad, Armando Cabada; así como por el titular de la SEDATU, Román Meyer Falcón, brillando por su ausencia el gobernador Corral, quien ni siquiera fue convocado al evento. El discurso presidencial no varió un ápice en lo que ha venido diciendo, y no quiso saltearse los cartabones: esgrimió que no se abandonaría a los ciudadanos de la entidad, y que los diferenciales sostenidos con el gobierno estatal, eran por la negativa a hacer la entrega del agua correspondiente, y eso podría ponernos en un brete con el gobierno norteamericano. A decir del orador, el tratado nos beneficiaba debido a que recibíamos más agua de la que enviábamos, motivo por el cual no convenía una renegociación, pues la misma podría ser lesiva para los intereses mexicanos.
No hubo, siquiera, un intento de acercarse a charlar con los productores inconformes, o a dar una vuelta por la región del Conchos, para atestiguar, vis a vis, las vicisitudes que se enfrentan por la sequía; o, para escuchar, cara a cara, frente, las inquietudes planteadas por estos sectores.
Se situó en su zona de confort y no la abandonó, pues tampoco el empresariado de la entidad fue recibido; y otros protestantes que se apersonaron en sitios contiguos a los pocos sitios a donde concurrió el Presidente, corrieron la misma suerte.
Lo positivo de la visita, es que inauguró públicas que podrían ser benéficas en el ámbito social, deportivo y sanitario, así se tratase de instalaciones de mediana capacidad.
En contraparte, lo adverso, fue que continuó el afán de reyerta, y ello primó más en los comentarios, con respecto a las bondades. Aunado a ello, me parece una falta de respeto que existiendo un máximo representante de la entidad (personificado en la figura del gobernador), su investidura haya sido totalmente ignorada, pues la coordinación entre niveles de gobierno debe existir más allá de coyunturas o veleidades; ideologías y colores partidarios.
Máxime, cuando el ejecutivo estatal resultó electo en un proceso electoral al cual concurrimos miles de chihuahuenses, y está ahí por voluntad de los mismos, y no por decisiones centrales ¡Este precepto, seminal en el quehacer democrático, fue olímpicamente soslayado por la esfera presidencial!
¡Increíble!
En contraste, la actitud que el Presidente tuvo con el vecino estado de Sonora, fue diametralmente opuesta a la mostrada en los linderos de nuestra entidad.
Ahí sí se reunió con la gobernadora, Claudia Pavlovich; recibió a los deudos de la familia LeBarón; hubo gente que habló en el podio (según consigna La Jornada); y hasta se comprometió a volver a Bavispe, a inaugurar un memorial donde se recuerde a las víctimas de la violencia.
Como colofón, llenó a elogios al Dr. Durazo, a la sazón Secretario de Seguridad del gobierno federal, y le dio un espaldarazo para que sea el ungido por MORENA para la gubernatura de Sonora; y, si los números lo confirman -como parece, así será-, se convertirá en el sucesor de Pavlovich, a partir de mediados de septiembre venidero, habiendo pasado el proceso electoral.
La escena retratada en La Jornada, parecía ser el corolario de una transición pactada; ello, en oposición a Chihuahua, donde parecía el continuum de una reyerta iniciada (y no terminada).
Visualizando ambos escenarios, presiento que el señor Presidente -aunque él enuncie lo contrario en su alocución sabatina- se encuentra molesto con Chihuahua y con su gente.
Quizá no le agrade que, como lo mencioné en una colaboración anterior, Chihuahua no es una entidad que acate, con facilidad, moldes o instrucciones centrales; y tal vez ello le ha movido sus esquemas, pues no puede mover -del todo- sus piezas de ajedrez, desde los confines de Palacio Nacional, como sí se puede hacer con otras entidades.
Mientras, quizás Sonora, se enfrente a una transición de terciopelo; este escenario es menos factible en Chihuahua, donde el electorado y la población, son sumamente complejos e imprevisibles, donde, por increíble que parezca ¡hasta las encuestas pueden fallar¡ (Serrano, dixit).
La actitud que mostró el Presidente con nuestra entidad, me recordó un poco al actuar del protagonista de la película “El último traje”, cuando quería a viajar de Francia a Polonia, pero sin pasar por Alemania, debido a traumáticas experiencias que había tenido en su juventud.
En una metáfora cercana, pareciera como si López Obrador hubiera pisado el suelo fronterizo sólo por requisito, para llegar a Sonora donde fue recibido con un clima diametralmente opuesto (en todos los sentidos).
Personalmente, espero que vuelva a la entidad.
Ojalá regrese como aquella ocasión, cuando cerró su campaña en la Plaza Mayor, en junio del 2018, y convocó al júbilo a los habitantes de esta tierra.
Si tan molesto estaba con Chihuahua, hubiera postergado la visita para tiempos mejores, cuando las condiciones hubieran sido las adecuadas. El Presidente siempre será bienvenido en esta tierra, garante de la valentía, la lealtad y la hospitalidad (como enuncia, certeramente, el escudo del estado).
Pero con otra actitud, menos displicencia y más fraternidad. Ojalá hubiese leído el desplegado que publicó el ex gobernador Fernando Baeza en diversos rotativos de la entidad ¡Tal vez la historia hubiese sido distinta¡ (el hubiera no existe).