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Claroscuros de la revocación de mandato

Claroscuros de la revocación de mandato 28 de marzo de 2022

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

“Si Kafka hubiera vivido en México, en lugar de haber sido surrealista, habría sido costumbrista”: Gonzalo Celorio (citado por Javier Sicilia).

Comienzo la presente colaboración con la singular cita del Maestro Celorio donde se hace alusión a lo surrealista que resulta la cotidianidad de este país, debido, justamente, a lo sorprendente y atropellado que ha sido el proceso de revocación de mandato, el cual tendrá verificativo el 10 de abril próximo. 

Comento esto por la génesis y el curso que ha tenido en proceso en cuestión. En primer lugar, es muy ilustrativo que el propio proceso de ratificación/revocación (se ha confundido la díada tanto legal como políticamente) ¡sea impulsado por el propio Presidente de la República y endosado por los militantes de la coalición gobernante (con especial énfasis en MORENA y el PT)! mientras los adeptos a la oposición descalifiquen el proceso y, en algunas ocasiones, aludan al abstencionismo, tácita o abiertamente. 

A este respecto, es ilustrativa la postura de uno de los líderes de FRENA, el antiguo empresario y activista político de ultraderecha, Gilberto Lozano, quien abiertamente ha llamado a aprovechar la figura de la revocación de mandato para “sacar a López del poder” (sic) aduciendo que su mandato “ha sido desastroso en todos los sentidos” (ibídem).

Por otro lado, resulta kafkiana la confusión que se da entre el binomio partido gobernante/estado. 

Se supone que una coalición venció en los comicios presidenciales y legislativos de 2018 –y que ratificó su liderazgo en 2021-, encarna a una parte de la pluralidad política de la realidad de México, pero no es una extensión del estado como tal. 

En este sentido, se supone que aquel viejo adagio de don Pablo González Casanova donde argüía que, en el pasado, cuando la oposición encaraba al viejo PRI, “no sólo se enfrentaba al partido dominante, sino al estado mismo”, ha quedado en el pasado; pues, a partir de la consecución de la autonomía del INE, en la segunda mitad de la década de 1990, los partidos políticos deberán disputar los procesos electorales en igualdad de condiciones. 

Aunado a ello, se supone que quien llegue a una posición representa los intereses de todos los mexicanos, y no sólo a los liderazgos de su partido o facción. De tal suerte que, tanto el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, así como la gobernadora, Maru Campos, son emisarios del ejecutivo (federal y estatal), más allá de la ideología que representen (MORENA, PAN; izquierda/derecha), debiendo visualizar a toda la población y no sólo a sus simpatizantes.

Por desgracia, pareciera que algunos militantes del partido guinda han olvidado ese precepto. 

Se antoja curioso que, siendo representantes del estado en sus diversas vertientes (legislativo, de manera preponderante), abdiquen de sus funciones para dedicarse a hacer labor electoral, en aras de conseguir las metas deseadas en el proceso de revocación a realizarse ¡Se ausentan de una labor de Estado, para realizar una electoral! ¡Inaudito!

Cabe destacar, no sería la primera vez que sucediera este aspecto en la historia de México. 

Durante gran parte de la historia del viejo PRI, diversos liderazgos combinaban su función política con la electoral, diluyendo grandemente la frontera entre ambos ámbitos, hasta de manera muy tardía. Hasta ahí todo en orden. 

No hay novedad de lo realizado por algunos sendos integrantes de MORENA en ese sentido. Sólo que, aquí vale hacer una interrogante al respecto ¿No se suponía que los integrantes del partido guinda decían ser distinto al resto de la partidocracia nacional? (Valero, dixit) ¿Y que ellos no seguían los vicios y taras de sus antecesores, así como de connotados opositores? 

Pues, con esta actuación, ponen en duda sus propias palabras. Considero que el universo de políticos morenistas abocados a persuadir de la revocación (desde Attolini, hasta el subsecretario Mejía Berdeja; pasando por un número relevante de congresistas locales) debieron continuar en sus funciones, y dejar la labor de la promoción política a la base social y operativa de MORENA. 

Empero, la premura con la cual se han realizado estas acciones, deja una pregunta más sobre la mesa ¿Realmente la estructura de MORENA será tan vasta como se presume? ¿O será más bien un hecho coyuntural, beneficiario a largo plazo del denominado “Efecto AMLO”? No lo sabemos, pues mientras el viejo PRI se jactaba de “echar a andar la maquinaria y la estructura” para ganar comicios a diestra y siniestra; el partido gobernante debe echar mano de sus militantes más connotados para hacer una labor análoga.

¿Dónde quedó el morenista de a pie? ¿acaso no terminó de consolidarse su multirreferido apoyo?

Por otro lado, como lo comenté en una ocasión anterior, considero que el ejercicio de la revocación de mandato resulta sumamente valioso y rompe paradigmas del pasado. 

El simple hecho de que el propio Andrés Manuel López Obrador impulse esta legislación y se la quiera aplicar a él mismo, entraña una gran valentía a mi juicio. 

Si Peña Nieto o el ex gobernador Javier Corral hubieran apelado a una figura semejante en el pasado reciente, habrían convocado a la sensatez y probablemente no se hubiese generado la espiral de desgaste continuo que padecieron sus gobiernos en la recta final. 

Empero, en esto existe una variable en el caso particular de Andrés Manuel López Obrador: a pesar de algunos hechos complejos que ha enfrentado su gobierno en el curso del último año, su popularidad mantiene cotas que sobrepasan el 50% de aceptación. 

Si la popularidad del Presidente fuese en declive ¿Habría corrido el riesgo de hacer el revocatorio a como diera lugar? Difícilmente lo sabremos, pues, aunque él ha esgrimido que “el pueblo quita y el pueblo pone” resulta complejo plantear una realidad paralela donde su liderazgo se viera amenazado. 

Sin embargo, al ver un escenario alentador, juega a dos bandas: queda como un demócrata, mientras su liderazgo es refrendado por una holgada mayoría de mexicanos. Por lo menos éste parece ser el desenlace que se apresta a enfrentarse el próximo abril.

En fin, creo que este complejo y kafkiano proceso es correcto, pero debió de haberse planeado de otra forma. También resulta inverosímil que ¡por veda electoral nadie pueda opinar! Aunque también concuerdo que parte de la legislación electoral tan restrictiva que tenemos, fue avalada por las izquierdas cuando fueron oposición; pero hoy, que son gobierno, sienten que coarta su libertad de expresión. 

A este respecto, considero debe reformarse la ley y consagrar una reforma más progresista ¡No es posible que por un tuit se mande al patíbulo al propio gobierno federal! 

Sin embargo, la conducción del INE ha sido correcta, pues, aunque la legislación existente resulte sumamente estricta; al órgano en cuestión le compete su observancia, y dicha labor la han realizado razonablemente bien, no obstante algunas críticas que se han venido planteando por diversos sectores.

Considero que se generó un nudo gordiano, cuando este proceso tenía todo para ser una aduana y un remanso de paz. Si AMLO estuviera en los zapatos de Peña Nieto, debió preocuparse; pero no es el caso. 

La revocación será un asunto de trámite para él. Pero su diseño, ha sido un largo y sinuoso camino (The Beatles, dixit). Al tiempo.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.