Chihuahua, Chih.
A pesar de la extensión, frecuencia, variedad y abundancia de los temas abordados por el presidente López Obrador en sus conferencias mañaneras, en los que ha vertido, nítidas, sus concepciones acerca de prácticamente todos los asuntos, en pocas ocasiones, como la del pasado 6 de marzo, expuso tan claramente sus opiniones sobre las características del Estado mexicano al que él aspiraría, sin decirlo, así, tan claramente, pero que en esa mañanera perfiló diáfanamente.
Está en las antípodas de las concepciones del moderno Estado, sí el liberal, pero el mandatario, de ninguna manera, ha expuesto como concibe el futuro, no sólo del país, sino de las características del Estado como a él le gustaría moldear, o a contribuir a moldear y deja de lado, permanentemente, uno de los asuntos centrales del viejo régimen priista, el presidencialismo.
En sus discursos, fuera de algunos otros temas menores, a los que le dedica poco tiempo, ocupan su atención dos temas, a cual más de recurrentes: Los elevados salarios de la burocracia y la corrupción gubernamental.
Incapaz de asimilar que la sociedad mexicana, ante la imposibilidad de derrotar electoralmente al Estado del partido casi único, aprovechó todos los resquicios que le permitieran arrancarle jirones del poder al viejo partido y la clase política en él integrada.
Por eso nacieron diversos organismos “autónomos”, concebidos para ello, pero que no podían permanecer ajenos al inveterado afán del régimen de acaparar todos los espacios del poder e impedirle a la sociedad que se lo arrancaran.
Obviamente, hay excesos, particularmente los de la llamada casta dorada, entre los que sobresalen las de los integrantes de las cúpulas del Poder Judicial, de los órganos electorales y de varios de los organismos autónomos, además de, obviamente, los de los poderes Legislativos, de los que gozan absolutamente los integrantes de todos los partidos, incluido el gobernante, cuyos integrantes no han sido capaces de, por lo menos, enfilar alguna reforma que vaya en el sentido del que tanto se quejan, en el discurso, y sólo en el discurso.
Al arremeter en contra de los salarios de los ministros de la Suprema Corte de Justicia afirmó que en los órganos autónomos hay "becas vitalicias”. (Nota de Antonio Baranda y Claudia Guerrero, Reforma, 6/III/23).
En ellos, dijo, no se hace nada y anunció que a su sucesor le dejará una lista de las reformas que se deben hacer!!!!
Y, luego, nítida, delineó su concepción centralista, “… otra reforma es eliminar todos esos organismos que crearon en la época del saqueo y de la corrupción, que el Ifetel ¿cómo va a tenerse el Ifetel si se tiene la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que era la que manejaba antes lo relacionado con las comunicaciones?, ¿por qué crear un órgano especial? 'Ah, es que este órgano autónomo va a garantizar que no haya monopolios', ¿quién maneja este órgano autónomo? Pues los monopolios, se llaman agentes preponderantes, porque utilizaron una terminología nueva, que usaron para crear todas estas instituciones fachadas”. (Ibídem).
Y así por el estilo, criticó la existencia del instituto de Transparencia, pues “¿Qué no está la Secretaría de la Función Pública, qué no existe la Auditoría Superior de la Federación, qué no existe la Subsecretaría Anticorrupción, la Fiscalía General?”.
El pequeñísimo problema, presidente, integrantes del morenaje, des que, con excepción de la Sría de la Función Pública, los demás son autónomo, por lo menos formalmente.
No eran las únicas, también arremetió contra la titular de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), que terminó su gestión, porque el presidente de Alfa, de Monterrey pretendía contratarla y por esa razón criticó a la ex directora.
Para combatir a la monopolización de la economía, arguyó que bastaba con la “Secretaría de Economía que existe en el Ejecutivo?”.
Igual adujo en el caso de los órganos del sector energético que afirmó “no hacen nada”. Simplista, arguyó que no alcanzó a proponer a 3 de sus integrantes , pero “es que si son siete y faltan tres y pueden funcionar con cuatro, pero en los tribunales administrativos, una cosa excesiva de cargos de este tipo de consejeros, son becas vitalicias… entonces si son siete y cuatro, pues que trabajen cuatro porque nos ahorramos el sueldo de tres, ¡si no hacen nada! ¡no hacen nada!”. (Ibídem).
El colmo fue su ataque en contra del removido Secretario Ejecutivo, merced a las reformas del Plan B, a Edmundo Jacobo, “que estuvo 30 años y luego 14 (sic), no se quería ir y hasta lloraban por él, puro cuento”.
Es decir, todo deberá funcionar de acuerdo al ritmo y visión del presidente, y si no es así, entonces son, en esa visión, conservadores y, por lo tanto, adversarios de la transformación que el presidente encabeza y que en las postrimerías del gobierno de López Obrador no da visos de su existencia.
¿Cuántos años, cuánto dolor habrá de aportar la sociedad mexicana para alcanzar otra oportunidad para concretar la profunda transformación que tanto necesita el pueblo de México?
*Columna de Plata-APCJ: 2008, 2015, 2017 y 2022
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