Chihuahua, Chih.
“Caudillo, tatúate en la piel lo que prometas, que el tiempo puede hacerte un mercenario, y no ser más que otro falso profeta.
Caudillo, de la revolución a la avaricia, hay sólo un par de pasos en la brecha, cuidado y te resbalas por lo fácil”: Ricardo Arjona, “Caudillo”, fragmento.
La llegada del Prof. Pedro Castillo Terrones a la Presidencia del Perú, ha tomado por sorpresa a muchos.
Y es que el vencedor no pertenece al establishment de la política peruana; sino, por el contrario, es un personaje que fincó su carrera alrededor de la protesta social y sindical, realizada en torno a las regiones andinas del país sudamericano.
Más conocido por la Huelga Magisterial que sacudió al Perú en 2017 -donde se visualizó como uno de sus líderes-, Castillo se inscribió como candidato a la primera magistratura del Perú apoyado por el partido Perú Libre, instituto político de ultraizquierda, cuyo líder político más notable es Vladimir Cerrón (candidato a la segunda vicepresidencia en la fórmula de Castillo; hoy sujeto a procesos judiciales).
Aunque en un principio su biografía lo describe como un militante del extinto partido Perú Posible (que comandaba el ex Presidente de esa nación, Alejandro Toledo), la desaparición del mismo lo llevó a abrazar la causa de Perú Libre.
En un primer momento, pocos analistas apostaban a que pudiera adquirir un status relevante en el amplio concierto de candidaturas que pulularon en los comicios del pasado mayo. Si bien, se daba por sentado que Keiko Fujimori probablemente pasaría a segunda vuelta (como finalmente ocurrió); se estimaba que sus contrincantes serían el economista y ex asesor financiero del Fujimorismo, Hernando de Soto; el veterano Yohny Lescano; el futbolista George Forsyth; o el ultraderechista Rafael López Aliaga.
No se vislumbraba a Castillo como la opción a vencer, pues, consideraban, tenía poco peso y trayectoria para enfrentarse a un peso pesado como Keiko Fujimori, aunado a que era alguien ajeno a la política limeña. No obstante, dio la contundente sorpresa pues en una reñida elección, donde los votos fluían a cuenta gotas, la figura del Profesor Castillo surgió como la del inusitado rival.
A partir de ese momento, unos comicios que parecían presos del marasmo y el desencanto, obtuvieron un diferente cariz porque, a contrapelo de ocasiones anteriores, donde se enfrentaban dos candidatos que defendían un mismo modelo económico (Toledo-García; Fujimori-Kucinsky), en esta ocasión, uno de los contendientes interpelaba, de manera severa, al orden socioeconómico existente.
Aunque esto ya había pasado en las primeras elecciones en las cuales participó Ollanta Humala (2006) de alguna manera -cuando recibió el respaldo de Hugo Chávez-; en esta ocasión, el debate fue más álgido y punzante ¡Parecía una cruzada del neoliberalismo contra el ¿posneoliberalismo?! Ello, porque mientras Fujimori defendía el modelo económico que ha regido al Perú por espacio de casi tres décadas, resaltando el crecimiento logrado a lo largo de los últimos decenios; Castillo mencionó que, si bien dicho aumento ha existido, el mismo no ha sido benéfico para las grandes mayorías del pueblo peruano, las cuales -adujo- siguen padeciendo hambre, miseria y atraso luego de treinta años de un neoliberalismo interminable e inatacado.
Por sus palabras, el discurso del Prof. Castillo ha tratado de ser comparado con otros actores políticos que han tenido relevancia, por espacio de los últimos tiempos.
El periodista Luis Cárdenas lo visualizaba como una especie de “Hugo Chávez del Perú” -por su presunto programa radical-; mientras el escritor -y coterráneo suyo- Mario Vargas Llosa, esgrimió, en múltiples artículos, que la eventual llegada de Castillo a la Presidencia del Perú, sería una desgracia para su nación natal, pues, comentó, seguiría la misma senda catastrófica en la cual se han encaminado otras naciones de América Latina (Venezuela, Bolivia, Cuba, etc.).
Desde mi punto de vista, empero, veo visos de coincidencias con algunos planteamientos del pensamiento de Andrés Manuel López Obrador, tanto en su faceta de candidato, como en su ejercicio presidencial (2018-). Ejemplo de ello es su constante referencia al “pueblo” de manera semejante a como lo hace AMLO; además de poner el dedo en la llaga de los poderes fácticos y la distribución de la riqueza.
Aun así, observo algunas diferencias entre ambos.
Por ejemplo, Castillo -como candidato- fue muy crítico de las televisoras de su nación; mientras AMLO ha sido veleidoso en ese sentido (alguna vez tuvo una buena relación con los medios preponderantes; se distanció de los mismos en 2006; y, ya como Presidente, se ha mantenido próximo a Salinas Pliego y a Azcárraga, con una interesante dosis de pragmatismo).
Castillo propuso gravar con impuestos a la minería que expolia su país; AMLO sólo ha suspendido concesiones. El Profesor -a pesar de su talante izquierdista- se ha mostrado contrario a la educación sexual, a la ideología de género y a las sociedades de convivencia que se han convertido en banderas de la izquierda contemporánea (y han encontrado asidero en gobiernos progresistas); mientras AMLO ha tenido un cuidadoso comportamiento en este sentido.
Esto porque, su tercera candidatura presidencial (2018) endosó el apoyo de grupos contradictorios, como algunos colectivos feministas, pero también cristianos de diversa índole.
Y, si bien no se ha mostrado ajeno a una agenda que diversos sectores de MORENA enarbolan (Citlalli Hernández, Malú Michel), tampoco ha dado un respaldo total como sí lo ha hecho con otras temáticas.
Ejemplo de ello es cuando un colectivo de la comunidad LGBTTTIQ visitó al Primer Mandatario en “la Mañanera”, él apareció en la fotografía, junto a ellos, sosteniendo la banderola que caracteriza al grupo en mención.
No obstante, sólo habló de “garantizar el respeto a la comunidad homosexual” y no de una eventual legalización de las uniones, como sí lo propuso Peña Nieto en 2016.
Caso semejante al de la interrupción legal del embarazo, pues, cuando ésta acción se legalizó en Argentina una periodista interpeló al Presidente al respecto, y dijo que “debía someterse a consulta popular, para que las (mismas) mujeres opinaran al respecto”; dando una salida diplomática muy semejante a cuando en 2012, se le preguntó su opinión sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo, comentó que “(en dado) caso lo sometería a consulta” ¡No quiso dar, del todo, su brazo a torcer! Con lo cual se percibió un talante ambiguo.
No obstante, Castillo ha dicho que desea construir el Tren Inca; y que no desea habitar la Casa de Pizarro (la antigua sede de gobierno del Perú), pues, argumentó, quiere que este lugar sea un museo abierto a la nación.
Dichas acciones parecen tener asidero en la 4T, pues, AMLO, fue el ideólogo del Tren Maya; y desde antes de tomar posesión, mostró un desdén relevante hacia Los Pinos.
También, contundente, Castillo comentó en su asunción que no haría expropiaciones; acción que, hasta ahora, AMLO no ha llevado a cabo (no obstante su compleja relación con el empresariado nacional).
En suma, la llegada de Castillo parece bregar una esperanza al pueblo del Perú y a América Latina.
Ignoramos qué futuro le depare, pues el Perú ha tenido grandes decepciones (como las de Toledo y la Humala, que de relevantes ideólogos y oradores; terminaron perseguidos por la justicia). Ojalá que, teniendo el respaldo de alguien como Evo Morales -quien acudió a su inauguración- decida mirarse en su espejo y hacer bien las cosas desterrando la ambición.
Alguna vez, en “Conversación en la Catedral”, Vargas Llosa se preguntaba cuándo se condujo el Perú a la decadencia. Esperemos, por el bien, de todos, que sea una esperanza y no otro falso profeta ¡Podría ser el Maestro de América moderno, si llegase a proponérselo!
CONSULTA
¿Ganará el “sí” en la consulta del domingo? Así parece estar diseñada la pregunta para que suceda. Veremos.