Chihuahua., Chih
“Una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos”: OCTAVIO PAZ (1914-1998).
Como hubo diversas notas relevantes en el curso del fin de semana, hubo una que se diluyó y que no ha contado con el análisis que mereciera.
Sin embargo, considero que es sumamente relevante por la información que contiene: la víspera de días pasados, Alejandro Moreno, líder nacional del PRI; su homólogo del PAN, Marko Cortés; así como Jesús Zambrano, del PRD, han acordado llevar un candidato único para las elecciones presidenciales del 2024.
Esto nos deja, sin duda, un cúmulo de reflexiones. Para comenzar ¿quién habría de encabezar la dichosa alianza? Pues, a contrapelo del oficialismo, que ya cuenta con varios tiradores (Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña), en la oposición se barajan los nombres de Ricardo Anaya, Enrique de la Madrid o Alfredo del Mazo, sin que alguno cuente con una popularidad arrolladora que pueda poner en peligro el continuismo de MORENA en 2024.
Por otro lado, deberíamos preguntarnos: ¿hacia dónde conduciría esta amalgama tripartita? Digo porque, desde su visión contemporánea, el tricolor se asume como socialdemócrata (centro-izquierda); mientras el PAN se asume como del flanco opuesto (centro-derecha a derecha); y el PRD quiere fungir como representante de esa izquierda moderna que -desde su perspectiva- ha sido eyectada del quehacer y del discurso gobernante actual.
Por lo tanto, si revolvemos tres idearios contrapuestos, la pregunta sería: ¿cómo sería un eventual gobierno de estos signos?
En las pocas señales mostradas, parecen tener una simpatía tácita por el ideario de Anthony Giddens.
Digo esto porque si el sociólogo inglés -asesor del ex Primer Ministro británico Tony Blair durante su gestión (1997-2007)- preconizaba, con su tercera vía, un ejercicio del poder que trascendiera al estado totalizante y al neoliberalismo salvaje; la vieja triada partidocrática trata de emular este discurso diciendo que buscan remontar al neoliberalismo y al populismo (que le achacan al quehacer de la actual de la actual administración).
Empero, viendo el actuar de algunos de estos partidos, habría que preguntarnos la manera en la cual pretenden lograr este objetivo, pues no se visualiza simple, sino todo lo contrario.
En el mismo tenor, visualizando algunos comentarios vertidos sobre la eventual conformación de este bloque, debo decir que discrepo con varios de los mismos, pues algunos utilizan al pasado para juzgar un hecho presente, lo cual, a mi juicio, resulta errático.
Oponiéndome a cierta visión izquierdista clásica, diré que el “largo reinado del PRI” hubo luces y sombras. Aunque en las primeras décadas hubo avances notables; a partir de la década de 1960, la cerrazón del sistema comenzó a ser exasperante para las nuevas generaciones y para nuevos sectores que veían con dificultad o desdén la incorporación al “carro de la revolución”.
De manera semejante, la educación y la visión de la historia brindada durante esta época, tuvo la bondad de brindar habilidades, profesionalizar el país y de exaltar al nacionalismo.
Empero, tuvo el bemol de caer en el binarismo héroe/villano del que ahora el Presidente López Obrador tanto abreva; y de construir ciertos enemigos (reales en cierto momento) como España y los Estados Unidos, que ayudaban a la configuración del relato oficial.
El PAN, en tanto, tuvo la virtud de saber administrar.
Algunos de los indicadores que ahora son puestos en tela de juicio por economistas y analistas, sin duda tuvieron un buen desempeño durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Sin embargo, el crecimiento fue raquítico y su narrativa democratizadora no fue comprada por el grueso del pueblo de México. Aunado a ello, veo que al blanquiazul le costó -y la ha costado- la construcción de bases, pues no venían de la ideología corporativa del viejo PRI y su discurso fue aprehendido con más facilidad por el empresariado que por la clase obrera.
Aunado a ello, el combate a la corrupción, que era uno de sus lemas cuando eran opositores, se mantuvo cuando fueron gobierno; y el estado actual de las cosas se modificó poco durante sus gestiones (este apartado lo ha reconocido el propio Ricardo Anaya), pues, en ese tiempo ¡la Fiscalía no era independiente ni de membrete! y la justicia seguía ligada a los designios del poder en turno.
El PRD, en tanto, contribuyó a la transición a la democrática desde el espectro de la izquierda. Muchas de las reformas que contribuyeron a la modernización del país, contaron con el beneplácito de la dirigencia perredista.
Sin embargo, nunca pudieron definirse si querían ser izquierda moderna (como el PSOE o el Partido Laborista Británico) o una visión trasnochada de la vieja izquierda (de la cual el propio Arnoldo Martínez Verdugo, líder del PCM y del PSUM, ya había tomado distancia).
Como lo expliqué en una colaboración anterior, los pleitos fueron intensos; y pareció tener más fuerza la visión nostálgica y el rupturismo.
Además, aunque hizo un buen gobierno en el extinto Distrito Federal, de la mano de los primeros jefes de gobierno (Cárdenas, Robles, Obrador, Ebrard); al final terminó atrapado en una vorágine de corrupción y clientelismo. La modernidad que ahora predica ¡debió abrazarla hace 20 años y no hoy! Tuvieron el mérito de darle a la CDMX una cara progresista y de avanzada; pero la democracia interna nunca fue lo suyo y fue un reto constante.
Aun así, creo que si los tres partidos pusieran lo mejor de sí en la canasta y lo utilizaran durante la próxima contienda, quizás podrían dar la batalla.
Esto, porque hay asuntos que no ha resuelto la presente administración, mientras otros tantos parecen ser una asignatura pendiente.
Además, hay un apartado que se ha contemplado poco, el cual es el futuro del país. Mientras el Proyecto de Nación de AMLO de 2018 sí contemplaba esta visión a futuro (un país feliz que hubiera remontado sus problemas que recordaba, no sin ambages, el célebre “Fin de la Historia” de Francis Fukuyama), en la actualidad, esta visión parece haber sido desdeñada por la narrativa oficial, la cual ha sido capturada por el presentismo.
En esto podría contribuir la oposición, pues todos queremos saber hacia dónde se dirige el país en 2030 (Otto Granados, dixit) y no sólo si los programas sociales ya tienen más cobertura (qué bueno que la tengan, pero no hay esa perspectiva holística, sino anclada en la inmediatez).
Finalmente, remato esta colaboración en una especie de réplica al Maestro Francisco Pizarro, quien ayer abordó la temática en cuestión, en un artículo de El Heraldo: es cierto que el PRI, el PAN y el PRD cometieron errores en el pasado remoto y reciente.
Pero la experiencia internacional nos indica que en política todo puede remontarse.
Para ejemplo lo sucedido en Europa, donde el viejo binarismo izquierda/derecha parece haber sido trascendido hace rato; o en Estados Unidos, donde el binomio republicanos/demócratas parece haber dado un giro de 180 grados en el mundo contemporáneo ¡juzguemos desde el presente! ¡Ver desde la mirada del pasado no siempre es lo más adecuado, pues la historia debe ayudarnos a tener un vistazo general, mas no a detenernos en ideas preconcebidas!
Hay retos formidables desde nuestros tiempos
¡Es cuánto!