Chihuahua, Chih
¿Quién desinforma al Presidente de la República?, porque tras escuchar, en la mañanera de ayer, el comentario del mandatario mexicano sobre el conflicto en Cananea de inmediato surge la duda. Dijo López Obrador que se trata de “un asunto, para que todos estemos informados, que viene de lejos, es una confrontación al interior del sindicato minero, o hay dos vertientes del sindicato minero enfrentadas; una que tiene que ver con el sindicato que impulsó la empresa Grupo México y el sindicato que encabeza Napoleón Gómez Urrutia; son dos grupos”. ¿Y Germán Larrea nada tiene que ver en este asunto, le lavan las manos?
Resulta que el conflicto data de julio de 2007, cuando el sindicato nacional de mineros–titular del contrato colectivo en la mina de Cananea, hoy Buenavista del Cobre– estalló la huelga en contra de Grupo México por “las constantes violaciones y la falta de seguridad e higiene en sus instalaciones”, protesta que se mantuvo sin atención por parte de la empresa y autoridades, hasta que, tres años después, ambas decidieron que “la mejor solución” era que la Policía Federal irrumpiera en las instalaciones y desalojara a los trabajadores a sangre y fuego, violando sus derechos humanos y laborales.
Hasta ese momento nunca existió “otro sindicato” que no fuera el nacional de mineros, en el cual, por cierto, no hubo ni hay “confrontación al interior”. La otra organización aludida por López Obrador es el sindicato blanco impuesto por Grupo México (de la CTM, al mando de Javier Villarreal) después del brutal desalojo de los huelguistas, en junio de 2010, y la cacería en contra de ellos, con el beneplácito de Felipe Calderón y su secretario del Trabajo, el inenarrable Javier Lozano Alarcón, el mismo que Germán Larrea califica de “mi gato” y hoy cínicamente presume: “que conste que habíamos dejado las cosas en marcha y en paz”. Sí, en “paz” porfiriana.
El presidente López Obrador dice que “la esencia de todo, o lo que tenemos que proteger de verdad, no buscando sacar provecho en beneficio de dirigentes, son los trabajadores, a ellos son a los que tenemos que cuidar y proteger. Entonces, va a llevarse a cabo el diálogo, pero existe esta circunstancia, para que no se vea sólo una parte, sino se analice el conjunto. Es un problema que viene de tiempo atrás. Lo ideal es que se concilien, hemos buscado eso. No ha sido fácil porque se agraviaron mucho en el pasado; tan es así, que el dirigente y ahora senador Napoleón Gómez Urrutia se tuvo que ir a Canadá, al exilio. Entonces, son posturas que resultan o pueden considerarse como irreconciliables; sin embargo, yo soy muy perseverante y creo que lo mejor es el diálogo, hacer a un lado las diferencias y, a ver, vamos a buscar acuerdos y pensando siempre en los trabajadores, no en apostar a las vencidas, no, o a los medios, porque se toman partidos. Entonces, vamos a seguir insistiendo en el diálogo”.
Bien, pero han transcurrido 30 meses desde que el propio mandatario anunció (29 de julio de 2019) que “a mas tardar en 10 días” se instalaría una “mesa de negociaciones para que dirigentes sindicales y empresarios (de la minería) traten los temas pendientes, busquen acuerdos y vean hacia adelante; voy a convocar personalmente a este diálogo y luego se instala la mesa, es por el bien de los trabajadores y de la economía del país; a los mineros les pido que me esperen antes de tomar otras medidas”.
En reiteradas ocasiones el sindicato nacional de mineros se ha pronunciado a favor de la instalación de esa mesa y pacientemente ha esperado sólo para recibir largas y más largas, porque es la hora en la que ese mecanismo no se ha llevado a la práctica. Obviamente, Germán Larrea no tiene el menor interés ni prisa alguna. De hecho, quién sabe si tomó nota, aunque lo más seguro es que ni lo haya considerado.
De cereza, el mandatario dijo no estar de acuerdo con que Luisa María Alcalde “no intervenga” en todo esto, pero si ella es la que le “informa” sobre lo que sucede en Cananea, entonces Andrés Manuel debe reconsiderar su dicho.