Chihuahua, Chih.
De un lado los marichuyos
y del otro los morenos,
ya se escuchan los murmullos
y se avientan el veneno.
Unos serán “detractores”
los otros serán “vendidos”,
y al final los resquemores
los dejarán divididos.
Aunque no les cuesta mucho
reinventar las divisiones,
son los reyes del serrucho
y de sus propios panteones.
La fábula de la izquierda
es restar y dividir,
y aunque en la lucha se pierda
de eso se puede vivir.
Guardado el pasamontañas
de Marcos o de Galeano,
se reciclan las campañas
antes de que sea temprano.
A juntar firmas se ha dicho
son como ochocientas mil,
aquí empieza lo macizo
de luchar y resistir.
En el cambio repentino
la “otra campaña” se baja,
y esperando tener tino
el voto en blanco se raja.
Por Marichuy a votar
aunque no tenga discurso,
que la bola ha de rodar
mientras va tomando curso.
Y en la banqueta de enfrente
el Peje va a la tercera,
dice que trae mucha gente
y que no es gente cualquiera.
Muchos se frotan las manos
ya ven la presidencial,
cuidado con los villanos
que se van a amacizar.
Pérez Cuéllar, Tiscareño,
y algunos otros aliados,
ya van contando para ellos
lo que les vaya tocando.
Aliado con medio mundo
y con algunos marxianos,
el Peje se ve seguro
es “la tercera y nos vamos”.
Pero falta el sol azteca
que se mira muy borroso,
aún dicen que son de izquierda
pero de azul traen el gozo.
Esas tan rojizas tierras
ahora están empanizadas,
de esa izquierda ya no quedan
más que puras bufonadas.
Y la muerte que se agita
ante tantas convulsiones,
es testigo de las cuitas
de pactos y divisiones.
Y de una sola jugada
que parece carambola,
va la muerte, Marichuy
y el Peje que se hacen bolas.
Le alcanza a los perredistas
el jalón de la jugada,
también están en la lista
de la muerte apresurada.
Marichuyos y morenos
y amarillos deslavados,
van de camino al infierno
y todavía van peleando.