Chihuahua, Chih.
“Es curioso que la vida, cuanto más vacía, más pesa.”
Jodorowsky
La ofensiva mediática de los conservadores, de apocalípticos modernos, se ha tematizado en este mes de julio en dos asuntos: sobre la estrategia oficial para atender la enfermedad del coronavirus y acerca del próximo viaje del presidente López Obrador a Washington, D. C.
Una derecha política, empresarial y de publicistas, molesta porque no le ha podido arrancar al gobierno los recursos que en el anterior régimen les daban a manos llenas. Una derecha que solicita al gobierno de Estados Unidos que intervenga en México -lo mismo ha solicitado al Rey de España y al papa Francisco- y ahora descalifica el encuentro con Donald Trump porque éste ha ofendido a los mexicanos.
En cambio, la liberación de presuntos delincuentes, relacionados con el cártel de Santa Rosa de Lima del estado de Guanajuato. Uno más de los liberados, relacionado con la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.
Liberaciones escandalosas frente al desamparo que sienten los mexicanos porque la justicia no llega para desplazar en definitiva las condiciones de inseguridad pública. Son escandalosas estas liberaciones porque han sido ordenadas por jueces haciendo gala de inusitada velocidad, máxime cuando se trata de delitos de alto impacto. Ni siquiera les mereció a los juzgadores, dada la flagrancia de unos y el clamor de justicia sobre los 43 que faltan, recurrir a la jurisprudencia para poner a salvo a las comunidades afectadas.
En los medios, la determinación judiciaria de liberar a los presuntos no ascendió por la escalera de la estridente nota roja. Tampoco la llamada sociedad civil expresó incomodidad por la actuación de los jueces. El caso de la juez radicada en Metepec, Estado de México, es deplorable porque pone la justicia al mejor postor, situando a todos los mexicanos en angustiante indefensión.
Es del dominio público que hay jueces y burócratas al servicio del poder judicial que están rabiosos por la austeridad republicana, por el compromiso del presidente de la Corte, el magistrado Arturo Zaldívar, concentrado en limpiar a ese poder constitucional de la corrupción, en forma de influyentísimo y nepotismo, donde los altos cargos administrativos pasaron a integrar la selecta fila de la burocracia dorada. Por lo que nadie se sienta sorprendido o lo vea como algo extraño el que, a título personal, haya miembros de esa burocracia que escucha y difunde con entusiasmo rencoroso las consignas golpistas que salen de algunos empresarios poderosos y son procesadas mediáticamente por personajes de paja como Gilberto Lozano o Pedro Ferriz de Con.
Si es grave la filocrematía en el poder judicial, más grave será el capricho de consentir el desarrollo de un golpe reptante del que se está enterado y no emitir pronunciamiento al respecto, pues se trata de darle permanencia a la democracia con todos sus rostros, el de la justicia uno de ellos.
Justicia que en su edificación democrática no admite de pasadizos secretos, ni cajas negras que encarezcan la transparencia.
Salud y larga vida
Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH.
@profesor_F