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¡Ay, qué tiempos señor don Simón!
Sin Retorno

¡Ay, qué tiempos señor don Simón! 8 de octubre de 2023

Luis Javier Valero Flores

Chihuahua, Chih.

«¡Ay, qué tiempos, señor Don Simón!», película mexicana de 1941 que idealiza la época de la dictadura porfirista, un régimen que vivía con una moral tradicional católica pero que, al mismo tiempo, tenía tolerancia hacia ciertas actividades como la prostitución: Wikipedia

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A los discursos presidenciales de las mañaneras siguió el derroche publicitario de quienes buscaban convertirse en el abanderado o abanderada de la coalición gobernante, a las que el presidente denominó, peyorativamente, corcholatas, porque, era implícito, él sería el «destapador».

Así fuimos espectadores-víctimas del despliegue grosero, milenario de los espectaculares y bardas de los aspirantes, que inundaron el país.

La respuesta de los aspirantes ante los cuestionamientos, y no solo de la prensa, sino de varios de ellos -fundamentalmente de Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández- evocó los tiempos foxistas -¿Y yo porqué?-.

Siempre alegaron desconocer quienes habían ordenado colocarla.

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Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, por puritita coincidencia los más cercanos al presidente, fueron quienes más derrocharon recursos económicos, a grado tal que nos hicieron recordar los viejo tiempos, del viejo partido, del viejo régimen.

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El discurso presidencial y el derroche «corcholatero» son partes integrales de una conducta y un objetivo: Desactivar en los hechos la armazón jurídico-electoral que norma los procesos electorales, de ahí que el presidente, ante cada restricción ordenada por los organismos electorales, no sólo lo acata a medias, sino que se burla de ellas.

Ante tal postura presidencial, el INE y el TEPJF se han mostrado blandengues en la aplicación de las restricciones y sanciones que deberían aplicar.

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Por ello respaldaron, en las masivas movilizaciones de fines del año anterior, su oposición a las reformas electorales propuestas por el presidente López Obrador.

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Si bien dieron pie a la preocupación las conductas de los órganos electorales, hay una extendida confianza en la reciedumbre, no sólo de las instituciones electorales, sino por su profundo arraigo en la sociedad y, de alguna manera, en la profunda convicción societaria de que el cómputo de los votos y la emisión de triunfadores corresponde a esas instituciones.

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Y, claro, ante semejante despliegue económico-publicitario del bloque oficialista, se levantaron las protestas de la oposición política (aunque no solo), pero hete aquí que, por lo menos en Chihuahua, empezaron a brotar por doquier los «espectaculares» de los más connotados dirigentes-aspirantes de la oposición, especialmente del Partido Acción Nacional, y curiosamente de los del círculo más cercano a la gobernadora Maru Campos.

Y no solo, en la larga lista de los chihuahuenses que ahí están, de todos los partidos, aparecen Mario Vázquez, Manque Granados, Daniela Alvarez, Luis Aguilar, Paco Turati, entre otros, del PAN; Armando Cabada, Rosana Díaz, Andrea Chávez, de Morena (la lista se extiende) y los del MC, Alfredo Lozoya y Francisco Sánchez.

El caso de Rosana Díaz, de Morena, es el súmmum. 

Anda entregando libros y material escolar a algunas escuelas, al tiempo que desplegó grandes espectaculares en todo el estado, aprovechando el conflicto por la distribución de los libros de texto gratuitos.

No se trata solamente del enjuiciamiento moral, si es que eso se les puede hacer a los integrantes de la clase política, sino de los enormes «nichos de oportunidad», en el caso de los protagonistas de la oposición, que le abren al oficialismo para que profundice en las conductas violatorias del marco legal-electoral.

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Al final ¿Quién cerrará la puerta?

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Así, mientras en las mañaneras el presidente se lanzaba con todo en contra de la oposición y se solazaba en restregarles a algunos de ellos, o de los gobernantes del pasado, sus millonarias propiedades al grito de -¿Quién pompó?-, sus compañeros, «hermanos» llamó a algunos de ellos, derrochaban dinero a manos llenas.

Para no quedarse atrás, ahora tenemos a muchos de la oposición haciendo exactamente lo mismo que los de enfrente.

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¿Quién financió la millonaria campaña de Sheinbaum y López Hernández; y las de los legisladores federales y locales, tanto de Morena, como del PAN?

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¿Quién detendrá esto?

Así, por la vía de los hechos, con la sorprendente complicidad de los partidos de oposición, López Obrador está echando abajo la normatividad electoral vigente que tenía tres objetivos centrales: Primero, sacar de la contienda electoral, y sancionar el uso de los recursos públicos para favorecer a los candidatos y al partido en el gobierno; segundo, darle equidad a las contiendas electorales y, tercero, sobre todo, evitar el ingreso del dinero ilícito a las campañas y partidos.

En cuanto ocurrió eso, las elecciones se convirtieron en competitivas.

Hay una coincidencia en los análisis: Las enormes cantidades de dinero que fluyen en todas las campañas, de todos los partidos, al margen de la ley, y que, precisamente para impedir eso se ha legislado, una y otra vez más restrictivamente.

Ante este fenómeno, no son pocas las voces (a las que se suman alegremente las del oficialismo) que claman porque se cambie tal legislación y, no lo dicen de ese modo, pero en los hechos significaría regresar al pasado, para que impere, nuevamente, la inequidad a partir del mayor o menor flujo de dinero a cada campaña.

Y se quejan del elevado costo de las campañas electorales, cuyo principal financiamiento proviene del dinero público. 

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Son costosas porque la clase política mexicana es extremadamente chapucera; porque tiene una sinigual proclividad a cometer fraudes electoral; como sea, en cualquier elección. 

¡Ah, y además, a recibir dinero para las campañas, de donde sea, siempre y cuando sea en efectivo, para no dejar huella; el que sea necesario para ganar la elección!

El inicio de la ofensiva en contra de la regulación electoral lo inició el partido en el gobierno, liderado por el presidente López Obrador.

Por eso tiene importancia enfatizar sobre el origen de esta regulación, al que tanto aportaron las fuerzas de la izquierda socialista como el PAN, aunque éste notoriamente menos y en ocasiones hasta en contra de este partido, particularmente cuando fue gobierno.

Importa recordar que la izquierda luchó por incluir la limitación para evitar la sobrerepresentación de un género, iniciada con el porcentaje del 30%, para evitar que un género tuviera más del 70% de todas las candidaturas; la de quitar al presidente, y al gobernador, en el caso concreto de Chihuahua, la facultad de nombrar y/o proponer a los integrantes de los órganos electorales, para que fueran los ciudadanos los que se autopropongan para ocupar los más altos cargos en los órganos electorales.

Y más recientemente, la de sancionar, para evitar la injerencia de los funcionarios públicos, sobre todo presidencial, en los procesos electorales; la de contar «voto por voto, casilla por casilla» en todas las elecciones cuando las diferencias sean mínimas entre las dos fuerzas punteras; la de prohibir la propaganda electoral en los medios electrónicos (radio y televisión) así como la de la difusión de voz e imagen de los gobernantes en la publicidad gubernamental (y ahora tenemos en todos los spots de radio y Tv la mención del nombre y la imagen del presidente publicitando logros, programas, acciones y obras del gobierno federal).

Todo lo anterior, y mucho más, se obtenía a pesar de las cúpulas partidarias, las que, siempre, intentaban y en la mayoría de los casos lo lograban, cooptar todos los esfuerzos ciudadanizantes.

Se les arrancaron porque, cuando perdían el gobierno, buscaban infructuosamente lo que, gobernando, rechazaban.

Y esa es la paradoja de las fuerzas políticas en la actualidad. 

Quienes fueron la oposición durante el último medio siglo -la izquierda contenida en Morena, porque una buena parte de sus integrantes proviene de los antiguos partidos del viejo régimen- y quienes antes fueron gobierno -priistas y panistas- juegan los roles contrarios a lo que siempre pregonaron, en el primer caso, y a lo que intermitentemente se oponían los segundos.

Ver para creer: A Pablo Gómez y a muchos de sus compañeros, que lucharon por la ciudadanización e independencia de los órganos electorales, callar ante los intentos del presidente López Obrador por cooptarlos; y a las cúpulas partidarias del PRI y el PAN «luchando» por preservar la ciudadanización del INE y el TEPJF cuando, durante años, nombraron a sus integrantes mediante las «cuotas» partidarias, para intentar mantener el control sobre ellos, en la muy parecida, casi semejante, actitud de AMLO.

Queda la impresión, ya inmersos en la contienda presidencial, que ninguno de los dos bloques político-electorales  se ha percatado de la profundidad de la decisión ciudadana en la elección del 2018.

Fue un rotundo ¡Ya basta! a los partidos del viejo régimen.

Ahí se encuentra una buena parte de la explicación de los elevados porcentajes de aprobación al presidente, a pesar de sus deficientes calificaciones en prácticamente todos los rubros. Se los otorga la permanente esperanza de los mexicanos de que, ojalá, el nuevo presidente «ahora sí salga bueno!»

Y, por otra parte, en la oposición, que actúa como si no les hubiese pasado por encima un trailer de doble remolque y ahora se publicitan mediante gigantescos anuncios espectaculares, en una lucha como las de antes por tratar de obtener alguna posición de poder, sin parar mientes en que la sociedad votó en contra de todas estas prácticas y no entender que el éxito -hasta ahora- de Xóchitl Gálvez, se finca en que se le apreció no tan cercana a los partidos y sí enfrentada al presidente, lo que la podría convertir en la receptora del rechazo de una parte de la sociedad a AMLO.

Pero si las cúpulas del PRI-PAN deciden dejar de lado lo anterior y lanzarse a la eterna disputa por las candidaturas de diputados y senadores, y postular a los mismos de siempre, flaco favor le harán a la hidalguense, porque ésta se enfrentará, no a Morena, sino al movimiento jefaturado por el presidente y que ha hecho todo (y hará todo lo necesario) para que su base electoral asimile que Claudia Sheinbaum es quien garantiza la continuidad del líder mesiánico que es López Obrador.

¡Ay qué tiempos aquellos señor Don Simón!

¡Cuántos nostálgicos de ellos!

*Columna de Plata-APCJ: 2008, 2015, 2017, 2022 y 2023

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Luis Javier Valero Flores

Director General de Aserto. Columnista de El Diario