Chihuahua, Chih.
El avión presidencial ha sido uno de esos elementos que ha servido como cemento en el discurso prevaleciente en la 4T.
Desde antes que se iniciasen las campañas electorales del año 2018, AMLO lo visualizaba como un medio de transporte ostentoso, digno de jeques o marajás, dejando entrever que, en caso de ganar la contienda, no haría utilización del mismo; ello, porque, argumentaba además, era un insulto hacer uso de una aeronave tan costosa, en una nación en la cual gran parte de la población está conformada por clases bajas.
Lo que parecía un eficaz ardid electorero, terminó tornándose un controversial adagio gubernamental.
Cuando algunos creían que el hoy Presidente, utilizaría otro discurso más tradicional a la hora de gobernar resultó que la venta del avión era parte del guión a utilizar, a partir de la toma de posesión. Esto lo mostró cuando, el día menos pensado, anunció que el dichoso avión se pondría a la venta, motivo por el cual fue enviado, por largo tiempo, a un hangar situado en el estado de California, en los Estados Unidos. Debido a que la venta (que en un principio, se pensó, se realizaría con celeridad) tardó más tiempo del convenido, el gobierno federal acortó volver a traer el avión a México, realizando una inusitada rifa, en búsqueda de procurarse fondos.
A pesar de que, según se ha planteado, el dichoso sorteo no podría realizarse como tal (pues, algunos comunicadores, mencionaron que la aeronave se encontraba arrendada, motivo por el cual no podría rifarse, pues, aun, el gobierno no es propietario de la misma), la administración obradorista ha logrado impactar en lo simbólico, pues, cuando el tema fue sacado a colación, en alguna mañanera a principios de año, rápidamente se convirtió en trending topic a nivel nacional, granjeándose, con ello, apoyadores y detractores.
Ni siquiera el arribo del coronavirus, con su dramático cambio de narrativa, detuvo los ímpetus de la 4T.
Cuando se vio que la preocupación de la pandemia comenzaba a desplazar al metarrelato del avión, AMLO le dio un interesante giro en una parte de la historia, señalando que lo recaudado por la rifa/venta de la aeronave, sería utilizado para la compra de medicamentos, así como equipamientos de hospitales.
El dramatismo parecía imponerse por sobre el optimismo que prevalecía a principios de años y, sin embargo, el Presidente ha sabido hallar resquicios para mantener viva la llama y la pulsión de la venta del avión.
A todo esto, me permitiré hacer algunos considerandos.
Tal y como lo he mencionado, es importante hacer modificaciones en la narrativa que se mostró en otros sexenios, sobre todo en lo referente a corrupción y abuso de poder y, en efecto, la compra de un vehículo suntuoso, como lo fue el actual Morelos (avión presidencial) era un insulto, en una nación que cada vez recibía mayores desigualdades y se veía constantemente afectada por los abusos de la clase gobernante.
Empero, decir que por esto, el Presidente ya no requiere transporte aéreo privado y resguardado -lo cual es una falsedad, a mi juicio-, sería caer en falsas argumentaciones.
Si, como se sabe, a AMLO le parece sumamente lujoso el equivalente nacional del Air Force One yanqui, pudiese haberlo dejado guardado y utilizar alguna aeronave de la Fuerza Aérea Mexicana que no exhibiese tal nivel de ostentación.
Creo que es importante que el Primer Mandatario sea austero, y exhiba una comunión y una solidaridad con el pueblo de México.
Sin embargo, creo que, al tomar vuelos comerciales, entraña riesgos y se lanza una moneda al aire. Si bien simbólicamente da un poderoso mensaje a la nación; pragmáticamente se juega la existencia, cada vez que acude a algún aeropuerto como cualquier civil, documenta equipaje, y aborda los vuelos comerciales.
Además, al seguir esta rutina, queda incomunicado, y esto podría ser arriesgado en determinada coyuntura, pues el Presidente pudiese ser requerido, y no poderse comunicar, debido a razones diversas y a la logística del viaje.
A este respecto, algunos dirán que el gran ex Presidente del Uruguay, José “Pepe” Mujica, ciertamente utilizaba vuelos comerciales.
Sin embargo, la situación de violencia e inseguridad no es tan dramática en ese país austral como en México, donde, si bien la violencia ha aumentado con respecto al pasado reciente, aún no tiene los niveles a los cuales se ha llegado en México.
Por tal motivo, creo que el Presidente López Obrador debería guardar estas precauciones, no sólo por él, sino por el país en su conjunto. No está encarando una situación ideal, sino retando a la realidad descarnada.
Celebro que, luego de tantos años de boato y despilfarro, esta administración esté forzando a los políticos a ser austeros. Sin embargo, no nos vayamos al otro extremo.
No porque el uso de camioneta fuese símbolo de ostentación, se va a forzar al Presidente o a los gobernadores a trasladarse a caballo como en el Siglo XIX.
La metáfora de qué hacer con el avión, debe ir -desde mi perspectiva- por esa ruta.
Llegar a la justa medianía. Es mi humilde opinión. Al tiempo.