Avatares, luces y sombras

Un año y medio de la 4T:

Avatares, luces y sombras 1 de julio de 2020

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

El 1 de julio de 2018, devino en un punto de inflexión en la historia de México. La izquierda mexicana volvía al poder, luego de 42 años y además, por la puerta grande, pues, de acuerdo a los resultados electorales, tendría mayoría en ambas cámaras (Diputados y Senado), había conseguido  ganar en los estados que se encontraban en disputa (Tabasco, Veracruz, Morelos) y además, había vencido, de manera arrolladora en la capital del país, sitio que, durante mucho tiempo, se caracterizó por ser un feudo del PRD, aunque cada vez más declinante. 

Aunado a ello, el candidato victorioso (AMLO) arrasó en los estados (hecho inédito), siendo sólo derrotado en Guanajuato, donde Ricardo Anaya se impuso, aunque con un estrecho margen. 

La victoria de AMLO había logrado romper los viejos paradigmas políticos imperantes. Si, desde el 2000, imperaron los gobiernos divididos, que llevaban a la consabida negociación entre contrarios, a partir del 2018 esa tendencia desapareció. La Cuarta Transformación tendría todo para sí, una vez iniciado el sexenio, por lo cual, se sobreentendía, no tendría mayores dificultades en lograr sus objetivos cardinales. En este sentido, la víspera de la toma de posesión presidencial, Sergio Sarmiento argüía que AMLO sería uno de los presidentes más fuertes de la era moderna, sólo precedido de Miguel de la Madrid.

A dos años de aquella gran victoria, y a un año y medio en que inició la 4T, aquellos adagios se han cumplido con luces y sombras. 

Si bien, algunos de los propósitos del gobierno de AMLO se han cristalizado, como el hecho de que los programas sociales fueran incluidos en la Constitución; se haya podido aterrizar la creación de la Guardia Nacional; y que la corrupción y los fraudes electorales, se catalogaran como delitos graves, sin duda entraña avances importantes con respecto a las legislaciones anteriores y al plan de acción de esta administración. 

Empero, la cuestión económica y la seguridad siguen siendo las asignaturas pendientes del gobierno obradorista. En el renglón financiero, la administración de AMLO no ha podido remontar y ha deslizado sobre una pendiente persistente, comenzando con una desaceleración, que se ha agravado con la pandemia, escenarios, en los cuales, organismos como el FMI han pronosticado una caída de hasta el 10% (misma que, cabe destacar, el propio Presidente ha desestimado), lo cual aún está por verse si ocurre o no, aunque el panorama resulta complejo y nebuloso. 

En cuanto al rubro de la seguridad, este gobierno ya ha logrado sobrepasar al número de homicidios que se presentaron en los dos sexenios precedentes (de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto) y la estrategia, si bien tiene visos relevantes -atender las causas antes que las consecuencias-, parece estar inmersa en la polémica persistente. 

Ello ha redundado en que la popularidad del Presidente López Obrador  esté encarando complejos vaivenes, pues de comenzar su sexenio con una altísima aceptación que sobrepasaba las tres cuartas partes de la población (llegándolo a poner entre los mandatarios con más aceptación en el mundo, luego de Marcelo Rebelo Souza, de Portugal; Vladimir Putin, de Rusia; y cerca del salvadoreño Nayib Bukele), ha ido cayendo hasta llegar a parar al 50% de la población (aunque algunas encuestadoras, como Mitofsky, dicen que ya descendió, incluso, de dicha cifra). 

Al día de hoy, El Financiero, en su versión digital, dice que el Presidente mantiene un 56% de la población, lo cual, deja entrever, conserva el apoyo y el aprecio de gran parte de los votantes, no obstante los yerros y las enemistades que se han ido ganando o sucediendo.

En suma, los 18 meses que han transcurrido desde el inicio de la cuatroté, son complejos, con grandes claroscuros. 

Es difícil saber si la misma narrativa aguantará, o si se deba hacer un cambio de timón. Quizá esto último sea lo más factible, pues la 4T encara grandes desafíos, mismos que trascienden los pares de oposiciones que ha tenido a bien enunciar el Presidente. 

A contrapelo de lo planteado por Luis Cárdenas, creo que aún es pronto para saber si este gobierno logrará pasar a la historia como un sexenio de grandes transformaciones; o si se verá como un tiempo en el cual las grandes quimeras quedaron atrapadas en una atractiva narrativa que gran parte de la población, harta de la corrupción y los excesos de las administraciones anteriores, decidió arriesgar un cambio de rumbo. 

La moneda está en el aire. Mientras tanto, parece que el gobierno aún conserva algo del punch con el cual llegó al poder. 

Ya veremos.

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.