Chihuahua, Chih.
Quizá para muchos -acaso la mayoría de quienes accedieron a ellas- las expresiones del presidente López Obrador, en las que elevó la más severa de sus críticas a diversas manifestaciones de la sociedad moderna, en las que reveló sus verdaderas concepciones, pasara inadvertida o las consideraran de poca importancia.
De ninguna manera lo son.
Constituye, probablemente, una de las expresiones más conservadoras que le hayamos escuchado. Se asemejan a las de los mandatarios de los regímenes autoritarios, especialmente los del medio oriente.
Con ellas, Andrés Manuel López Obrador tomó distancia de quien fuera el candidato de la izquierda en 2006, al que muchos del campo de la izquierda democrática lo acompañamos, o lo hicimos nuestro candidato presidencial, en la creencia -o el espejismo- que sí pertenecía a esa corriente política y que al asumir el poder pondría en marcha todo un proyecto efectivamente de izquierda.
Es doloroso decirlo: Con el Andrés Manuel que ahora es presidente será imposible que un proyecto de la izquierda democrática se ponga en funcionamiento, al contrario, lo que ahora vemos es el intento de construir un régimen con un muy poderoso tufo al régimen autoritario del pasado, basado fundamentalmente en el presidencialismo.
Esto dijo: “¿Qué hizo el neoliberalismo? O ¿qué hicieron los que diseñaron para su beneficio la política neoliberal? ¿Qué hicieron? Una de las cosas que promovieron en el mundo, para poder saquear a sus anchas, fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos, entonces se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales, muy nobles todas estas causas. Muy nobles pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo”.
Increíblemente, López Obrador dijo que “Por eso no se hablaba de corrupción; se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasicismo, de racismo, entonces, agencias internacionales que apoyaban el modelo neoliberal, que es un modelo de pillaje en donde corporaciones se apropian de bienes nacionales, bienes del pueblo, esas mismas corporaciones financiaban y, lo siguen haciendo, a grupos ambientalistas, defensores de la libertad”.
¿En dónde estaba el presidente, en todos estos años en los que las protestas en contra del actual orden económico mundial corrían a la par de la defensa del medio ambiente, de los derechos humanos, del respeto a la diversidad sexual, en pro del respeto a la libertad de las mujeres a decidir sobre su cuerpo; de la lucha por la protección de los animales, del rescate de los pueblos originarios y del respeto a sus tradiciones, culturas, posesiones y formas de vida?
Estas luchas y manifestaciones lo que hacían era defender los derechos de “tercera generación”.
¿De veras cree realmente que el feminismo y la lucha por los derechos humanos fueron “alentados por el neoliberalismo para saquear”?
¿De dónde saca el primer presidente mexicano emanado de un partido de izquierda que el propósito de luchar por los derechos de tercera generación era -es- hacer “que la desigualdad económica y social quedara fuera del centro del debate”?
¡Es increíble su ignorancia, o la pretensión de manipular a la sociedad mexicana!
¿De veras no se informó de las numerosas manifestaciones celebradas ahí en donde sesionaban los dirigentes de los países del “primer mundo”, los que se bautizaron como “globalifóbicos”, o las Ocuppy Wall Street, que tuvieron diversas réplicas en el mundo entero, amén de los poderosos movimientos feministas y ecologistas, presentes no sólo en el resto del mundo, sino en nuestro país también?
N’ombre, ya hasta elaboró su propia teoría acerca del origen de nuestros males: “… desde el principio nosotros dijimos: esto está mal por la corrupción y si acabamos con la corrupción vamos a lograr que haya igualdad, y si hay igualdad vamos a proteger a los derechos humanos y vamos a proteger la naturaleza, y si se acaba con la corrupción vamos a acabar con la violencia, pero hay que cambiar al régimen corrupto”.
El problema estriba en que el ahora presidente y su partido (incluso desde la etapa previa en que la mayoría militaban en el PRD) estaban ocupados, de tiempo completo, en la lucha electoral.
Igual sucede ahora que tienen el gobierno. Morena, hecho a imagen y semejanza suya, tiene como única preocupación y ocupación las contiendas electorales.
Morena no está presente en ninguna de las demandas de la población; no aparece en el acompañamiento, ni de los trabajadores, o de los obreros, ni en las luchas y demandas campesinas; igualmente, en lugar de acompañar las luchas feministas, en la práctica se ha convertido en un crítico de ellas; vamos, ni en una de las causas más sentidas del momento actual, la de las personas desaparecidas, está presente el partido gubernamental.
Lo están, a título personal, muchos de los militantes de Morena.
El presidente y la mayoría parlamentaria que dirige no se convirtieron en lo que esperábamos y arribar a estadios superiores de la democracia.
Para ello era necesario fortalecer a la sociedad civil organizada, la que, al igual que el resto de la sociedad está bajo el embate, también, de las corrientes de la derecha, las que han logrado construir una muy considerable presencia.
Pero en lugar de denostar al fenómeno que se debe construir, lo que AMLO debió hacer era propiciar, con medidas de largo aliento, el fortalecimiento de esas organizaciones; pero lejos, muy lejos del modelo corporativo al que el presidente se ha entregado de lleno, entre las que destacan las organizaciones sindicales creadas al amparo del senador Napoleón Gómez Urrutia, o del dirigente sindical Pedro Haces que no hacen más que repetir el modelo corporativo del México dirigido por el PRI y la CTM durante largas décadas.
Igualmente criticable es el hecho de pactar una especie de estatus de no agresión con la élite sindical del magisterio, sin afectar el modus operandi de una dirigencia acostumbrada a pactar con los presidentes, independientemente de su origen partidario.
Del mismo modo, en lugar de asumir, como Estado, la responsabilidad del cuidado y atención de la niñez y adolescencia, decidió entregar individualmente cuotas a las madres de familia para que contrataran por su cuenta a quien cuide a sus niños, dejándolas a merced del mercado, al que tanto critica el presidente.
Esta política es aún peor que la calderonista, que financiaba las estancias infantiles, propiedad de empresas particulares, y que López Obrador, en aras, dijo, de “atacar la corrupción, generada por los propietarios de las estancias infantiles”, orilló a que cientos de miles de niños se quedasen sin cuidados y atención adecuada, en lugar de que el Estado mexicano, por él dirigido, pusiera a disposición de las familias las estancias infantiles, ya fueran del sistema de seguridad social o las construidas y manejadas por el gobierno para la atención de los niños cuyos padres no contasen con este servicio.
Por otro lado, esperábamos un presidente que impulsara la creación de las policías necesarias para combatir a la delincuencia; que fuera un modelo policial ejemplar, civil, el necesario para disminuir de manera importante la incidencia delictiva del momento, en espera de que el resto de las políticas gubernamentales orientadas a “atacar las causas profundas de la delincuencia”, como tanto pregona el presidente, rindieran frutos, en el largo plazo, como es lógico esperar.
Pues sucedió exactamente lo contrario a lo que prometió el presidente.
En lugar de sacar al ejército de las calles, ahora hasta lo ha convertido en el propietario de las empresas que se encargarán de los mega proyectos del sexenio, como blindaje para el futuro, dijo, y evitar “que puedan revertir” lo efectuado por su gobierno en ese sentido.
Así, a la élite castrense le ha entregado la seguridad pública y un sinfín de tareas más, en un proceso de militarización del cual nos arrepentiremos y que va en sentido contrario a lo exitoso en el mundo, que es el de apostarle a la creación de cuerpos policiacos civiles, eficaces, modernos, eficientes y respetuosos de los derechos humanos.
Por supuesto que la lucha en contra de la desigualdad debe ocupar un lugar central de las preocupaciones de la izquierda, la novedad es que ello deberá ser al parejo de la lucha por los derechos de la tercera generación.
Lo que no se entiende es que López Obrador hable tanto de combatir la desigualdad por la vía de combatir la corrupción -que se debe hacer- sin que haya puesto en vigor una política fiscal que grave más a quienes ganen más, que es la mejor vía, en el régimen capitalista al que el presidente no pretende cambiar, para combatir la desigualdad social.
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Fuente de citas hemerográficas antiguas: Información Procesada (INPRO)