AMLO y su compleja relación con las clases medias y altas

AMLO y su compleja relación con las clases medias y altas 21 de junio de 2021

Hernán Ochoa Tovar

Chihuahua, Chih.

“Soy un producto juvenil de la clase obrera”: Elton John, “Saturday Night’s alright for fighting”, fragmento.
“Soy socialista, aunque sea muy rico”: Sting. 

Los dichos del Señor Presidente en torno a la clase media, han dado de qué hablar desde mediados de la semana pasada, cuando, en su acostumbrada alocución matinal, López Obrador endosó -subrepticiamente- a este sector (así como los de alto poder adquisitivo) la pérdida electoral del poniente de la Ciudad de México -otrora bastión de izquierda- arguyendo que “la clase media había comprado más el discurso opositor”. 

Al mismo tiempo, el primer mandatario de la nación fustigó lo que catalogó como el “aspiracionismo” de esta porción de la sociedad, pues, argumentó, el afán de superación inherente en alguna parte de este sector, ha conllevado a que se caigan en egoísmos y distanciamiento con los más necesitados.

Aunque, en la mañanera de hoy, AMLO recompuso su dicho, señalando que “se busca que las personas superen la pobreza pero con humanismo, no olvidando a la gente más necesitada”; las palabras presidenciales dieron bastante de qué hablar la semana pasada, generando -como suele suceder- todo tipo de reacciones.

Personalmente, y yendo de menos a más, considero que la relación de AMLO con la clase media ha sido históricamente complicada. 

Si, de acuerdo a algunos analistas, la aceptación de otros mandatarios de la ola rosa con la clase media no fue menos compleja (Chávez, Morales, Correa); AMLO no se queda atrás. Su hoja de vida refleja a un chico de provincia que llegó a estudiar a la capital del país y que vivió en la Casa del Estudiante tabasqueño mientras realizaba sus estudios en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. 

Su tenacidad le permitió irse abriendo camino en el complejo mundo de la política, comenzando como director del Instituto Nacional Indigenista (INI) en Tabasco, durante el sexenio de José López Portillo (1976-1982), terminando con su actual gestión en Palacio Nacional; no sin antes pasar -en diversas etapas- por el Instituto del Consumidor; el liderazgo del PRD en Tabasco, a principios de la década de 1990; y, sobre todo, su arribo al CEN del PRD y a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, cargos que le permitieron pasar al cenit de la política nacional y catapultarse como candidato a la Presidencia de la República.

Sin embargo, y a pesar de su crecimiento, la lealtad y el pensamiento de AMLO históricamente han estado con las personas más necesitadas. A diferencia del político que sube en la escalera del poder y olvida sus orígenes en la clase obrera; López Obrador nunca olvidó ese detalle. 

Desde sus orígenes como funcionario en el INI, se distinguió -de acuerdo a sus biógrafos- por radicar en la selva tabasqueña, cristalizando proyectos con los chontales de la región. Lo mismo hoy, que ocupa la primera magistratura, pues, a contrapelo de sus antecesores, realiza giras por todas las regiones del país, y visualiza el estado de las cosas en tiempo real. 

Salvador Camarena le atribuye su popularidad, dentro de los sectores más desfavorecidos, precisamente a ese punto, pues señala que “mientras quienes lo antecedieron en el cargo, parecían infranqueables, AMLO se acerca a la gente de a pie como uno de los suyos”, lo cual es valorado, más allá de los claroscuros que pueda dejar en su administración.

Probablemente por esto, López Obrador históricamente ha sido un sujeto con gran aceptación dentro de las clases trabajadoras, principalmente del sur de México. 

De hecho, la región conocida como Mesoamérica fue su “granero de votos” durante sus dos primeros comicios (2006, 2012), mientras en la Ciudad de México y Tabasco tenía una gran acogida de sus paisanos (geográficos o situacionales). 

Parte de la clase media y alta, en tanto, fueron resistentes a su discurso durante muchos años. Aunque el desaparecido Distrito Federal solía ser un velero con el viento a favor de su causa, algunas ínsulas repelían su liderazgo. 

El mismo fenómeno solía replicarse en algunas ciudades y estados del país -principalmente algunos de mayor poder adquisitivo-, sitios en los cuales la causa de la izquierda parecía perdida de antemano. 

Salvo lunares bien delineados, como las delegaciones Benito Juárez y Miguel Hidalgo, el resto de la Cd de México solía respaldar el quehacer de su trayectoria. El norte, en cambio, parecía resistirse al avance obradorista pues, con las notables excepciones de Zacatecas y Baja California Sur, hacer campaña en estos lares implicaba tener pírricos avances para su causa.

Esto cambió en 2018 pues el hartazgo que detonó el sexenio de Enrique Peña Nieto, devino en un apoyo circunstancial por parte de sectores diversos. Si a esto le agregamos la acertada dirección de campaña llevada a cabo por Tatiana Clouthier, podemos decir que su retórica pudo ser abrazada con éxito por sectores históricamente adversos a su causa, tales como la clase media; parte de la alta; y el norte del país; donde ganó de manera arrolladora a un Ricardo Anaya claudicante, quien no tenía la experiencia, el carisma, ni el camino recorrido de su potente adversario tabasqueño.

Sin embargo, “todo por servir se acaba”. 

Las elecciones intermedias fueron una compleja aduana para la 4T, y, a pesar de que López Obrador y MORENA pudieron remontarla con relativo éxito (como lo esgrimimos en este espacio), los sectores medios y bajos parecieron cobrar la factura de mitad de sexenio. 

Si gran parte de los cohortes poblacionales más desfavorecidos, ven con beneplácito los apoyos de la federación; la clase media, alta y empresarial, visualizan con descontento algunas políticas. 

No obstante, considero que es complejo ver todo en blanco y negro, pues, ni toda la clase obrera y campesina se volcó al unísono a favor de la 4T (valga de ejemplo la zona rural del estado de Chihuahua); ni creo que toda la clase media o alta repela tajantemente su discurso (pues aún cuenta con ciertos apoyos de intelectuales y de algunos empresarios que antes criticó; mismos que pertenecen a estos sectores). 

Ello deja al descubierto la veracidad en el argumento de Gramsci, quien, hace dos siglos, esgrimía -en sentido contrario a Marx- que las clases sociales no eran bloques homogéneos, sino todo lo contrario ¡Qué mejor ejemplo de los resultados del pasado 6 de junio!

Empero, creo que MORENA y el Presidente deben voltear a ver a aquellos grupos que han parecido darles la espalda. Resulta plausible, a mi juicio, que se apoye a la población históricamente olvidada y marginada; soslayada durante sexenios diversos. Pero, también, resulta imponderable, gobernar de manera inclusiva para la sociedad toda ¡Es cuanto!

Hernán Ochoa Tovar

Maestro en Historia, analista político.