Chihuahua, Chih.
“Hacer es la mejor manera de decir”: José Martí
La semana terminó y la que recién comienza, han sentado un punto de inflexión en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Si siendo candidato, describía, puntilloso que “la mejor política exterior era la interior” y ya siendo Presidente electo (y en funciones) la puso en práctica los primeros años de su gestión (los viajes al extranjero han sido contados, con respecto a los de sus antecesores), la víspera pareció dar un interesante viraje a este precepto, pues acudió a varias naciones hermanas de América Latina, donde, si bien tejió y dio continuidad a determinados proyectos (destacando la expansión de “Sembrando Vida” y “Jóvenes construyendo el Futuro”, proyectos insignia de la presente administración, a estos lares, pretendiendo erigirse como valladares ante la migración), resaltó el simbolismo y, sobre todo, el prestigio que ha ganado la 4T en el exterior.
A juicio del escribiente, la gira latinoamericana del Presidente López Obrador fue un éxito.
No sólo fue recibido con honores y condecoraciones en diversas naciones (recibió la Orden del Quetzal en Guatemala; así como la de Martí en Cuba), sino que diversas acciones para el beneficio de las poblaciones más vulnerables, que han sido blanco de la crítica por parte de la oposición nacional, fueron adoptados ¡por gobiernos de las más diversas ideologías!
Desde el vecino Guatemala, donde el derechista Alejandro Giamattei, suscribió con AMLO una versión contemporánea –y acotada- de la nueva y “buena” vecindad; hasta la Cuba de Díaz-Canel (comunista) donde se resaltaron los vínculos históricos y políticos que unen a México y a la isla, no sin dejar pasar ciertas acciones puntuales a realizarse en el futuro, sobre todo en lo relacionado con cooperación sanitaria, académica y social, siendo un hecho muy destacado la devolución de la pistola de Pancho Villa, la cual había sido fabricada por don Francisco I. Madero para el dirigente de la División del Norte y, por circunstancias del destino se encontraba en territorio caribeño.
En el mismo tenor, tuvo una muy buena acogida en Honduras, donde Xiomara Castro recibió con gusto y coincidencias al “amigo Andrés Manuel”.
Sin embargo, llamó la atención que hubo también un buen entendimiento con Nayib Bukele, mandatario salvadoreño quien, a decir de la prensa, ha dado las señales de ser un autócrata “tres P” (Moisés Naím, dixit) por su consabido autoritarismo, además de poner los tres poderes a sus pies, enviando al ejército salvadoreño a tomar el parlamento de aquella nación; a la par que decreta estado de excepción para combatir duramente al crimen organizado y al pandillerismo.
Mientras Bukele ha criticado acremente a ciertos mandatarios de izquierda, y hasta ha roto lances con ellos (cortó la relación diplomática con la Venezuela de Nicolás Maduro, por ejemplo) ¡se sentó amistoso con AMLO y hasta acordaron proseguir los acuerdos existentes! Vaya paradoja, pues, lo que no lograron otros mandatarios, López Obrador lo puso hacer en una reunión exprés ¡interesante!
No extraña que el recibimiento en Belice haya sido cálido, pues esta limítrofe nación centroamericana rara vez es tomada en cuenta por las grandes potencias y poderes, y el hecho de que el Presidente de México se tomara la molestia de visitar su suelo, encarna un poderoso simbolismo.
Sin embargo, en este viaje internacional, resaltan algunas ausencias: es de llamar la atención que, siendo Nicaragua un enclave de la izquierda, López Obrador la haya pasado de largo.
Puedo inferir que, quizás esto fue intencional pues, a contrapelo de lo sucedido en el pasado, cuando la Revolución Nicaragüense emanaba resistencia y prestigio, hoy sucede todo lo contrario.
Daniel Ortega pasó de ser el líder de la revolución; a líder ambicioso que se apoltrona en el poder y refunde en la prisión –o exilia- incluso a viejos aliados (como Sergio Ramírez o Dora Téllez).
Quizás AMLO, en una especie de cálculo político, no quiso arriesgarse a estrechar la mano de un decadente Ortega, pues implicaría endosar –así fuese de manera subrepticia- a un régimen internacionalmente condenado hasta por las propias izquierdas. Con los otros países puedo inferir una hipótesis: quizá la problemática de la migración no es tan álgida; o, bien, los desaguisados del pasado reciente dejaron un mal sabor de boca en ambas partes de la Historia (caso Panamá).
Considero que con este viaje, AMLO ha logrado consolidarse como un líder continental y, tal vez, como un representante de la izquierda latinoamericana.
Celebro que haya decidido mirar allende a la frontera, pues, como pudo verse en la gira del sábado, hay proyectos que son pertinentes más allá de nuestros límites territoriales, y pueden ser efectivos para promover la inclusión de los desfavorecidos y para combatir la pobreza.
Sin embargo, creo que quedó una asignatura pendiente: así como visitó alguna vez a Lenín Moreno (ex Presidente del Ecuador), a Michelle Bachelet (ex Presidenta de Chile) y a Jeremy Corbyn (ex líder del Partido Laborista Británico) siendo aún dirigente de MORENA (en 2017); debería hacer un recorrido por el sur profundo.
Creo que sería bien recibido por Pedro Castillo (Perú); Gabriel Boric (Chile); Luis Arce (Bolivia) y, claro, por Alberto Fernández (Argentina) quien ya le hizo una convocatoria para que acuda a su aquella nación austral. En un descuido, hasta es bien recibido en el Ecuador, pues Guillermo Lasso ha dado muestras de querer tender puentes con México, no obstante las diferencias ideológicas.
Como cereza en el pastel, recordaré las palabras de (el ex Presidente ecuatoriano) Rafael Correa: con AMLO, México ha vuelto a mirar a América Latina; pues los gobiernos anteriores tendían a mirar más hacia Norteamérica ¡Este viaje fue la cristalización de ello y recupera la gran tradición diplomática de México! ¡Enhorabuena!