Chihuahua, Chih.
¿Qué demandas puede satisfacer un amante? La tercera persona trae aire y una carga importante de ilusión, suficiente para lidiar con las fracturas de la vida; también nos introduce a un nuevo campo de aventura y riesgo.
Cubre de manera sustancial los vacíos de afecto y compañía; revitalizas las pasiones sexuales y pueden desarrollarse proyectos postergados.
Con el (la) amante recuperas la magia, logras dar lo mejor de ti, compartes lo bueno y no el tedio de vivir juntos. Toma un vino en vez de planchar camisas; la mesa y la alcoba son campos magnéticos de seducción y encantamiento, en vez de conflicto y de quehaceres rutinarios.
La tercera persona puede ser terapéutica en tanto escucha las historias de un corazón quebrado y comparte sus experiencias personales como parte natural del nuevo conocimiento. Por otra parte, la inclusión de la tercera persona, es –lo sepa o no- un instrumento de desquite contra la pareja de origen.
Este impulso puede proveer, sin embargo, una satisfacción malsana y decisiva. Muy pocas personas infieles sienten culpas por su acto desleal porque llegan a esa aventura convencidos de que la otra persona se lo merece.
Es cuando la mujer dice sobre su hombre oficial, en silencio, a su amiga confidente o para sí misma: “Pendejo. No sabes que no sólo no soy frígida, sino que soy multiorgásmica”.
Y nota que ya no le duele la cabeza por las noches. Y el hombre a su vez se siente un gallito feliz o la trompa del tren por la revitalización de su sexualidad, “el viagra natural es unas buenas nalgas, pero que sean ajenas”, dice instalado en una felicidad cínica y espléndida por la ruptura de sus grilletes, y es feliz.
Las personas cuando aceptan a un amante, luego de un período de incertidumbres y zozobras, con distintos grados de culpa, enojo o alegría, comienzan teniendo un notable aumento en la autoestima y muy pronto vuelve a activarse la máquina fabuladora de la ilusión.
La novedad entusiasma y es antidepresiva porque se gana afecto, se expanden límites antes restringidos por lo doméstico y se conquista una ansiada libertad.
Además, como en las aventuras del amor cortés o en las novelas de caballería o en las de príncipes, hay aventura y riesgo por las exigencias y sobresaltos de la nueva vida secreta. Y eso se disfruta.
Hay tormento, por supuesto, porque existen nuevos conflictos morales y alteraciones en el orden rutinario de la cotidianidad, pero la excitación por la novedad lo compensa.
El amante es aire, una válvula de escape y un desahogo de los tedios domésticos. Un amante puede ser un lujo o una calamidad, pero es siempre un factor que perturba el flujo de la vida. Desequilibra, divide, rompe o reacomoda a la pareja original, pero también trastorna a la pareja que con él se conforma.
Los nuevos amantes ocupan su tiempo en contarse sus vidas, repasan lo maravilloso que ha sido su encuentro, y se comprometen a reparar los daños que otros les hicieron.
Y esto enriquece porque se toma conciencia de otras experiencias afectivas. Esta nueva pareja, ya se sabe, proseguirá por los senderos propios del amor, sus dichas e infortunios. Puede desbaratarse con los primeros suspiros, o ser resistente a las pruebas de la demoledora realidad.
¿El convenio de exclusividad que une a dos personas es ya anacrónico? ¿Es capaz una sola persona de satisfacer las carencias y demandas afectivas de otra persona? ¿Es que los contratos sociales, los códigos morales, han sido inefectivos para someter la naturaleza humana que es, según las evidencias, esencialmente polígama?
Las preguntas se multiplican y aunque las respuestas sensatas escasean, empiezan a proliferar las elucubraciones en un panorama tan diverso y, a veces, tan descabellado o dogmático que no hacen otra cosa que evidenciar el enorme campo ignoto que se tiene sobre este asunto.
Lo único cierto son las vacilaciones y las incertidumbres.
Y es que cuando hablamos de amor estamos hablando de los amores, de las historias personales con sus particularísimos matices, de los procesos cuyos estadios manifiestan una enorme cantidad de signos contrarios que impiden una comprensión unívoca y una taxonomía precisa.
Para los náufragos del amor, abrazarse al cuerpo del amante resulta prodigioso. El amante es una tablita de salvación, un asidero que nos rescata de las asechanzas de la vida, un escudo protector.
No tardará en repetirse las mismas dificultades que se tienen o tuvieron en la pareja original, porque el amor se expresará con la misma huella digital. Las personas aman de acuerdo a un modelo aprendido desde la infancia. Por más experiencias que vivan, en las más profundas reeditarán conflictos similares a los que ya vivieron.