Chihuahua, Chih.

Es de no entenderse.

Transcurrida más de la mitad del sexenio de López Obrador aún no no se puede determinar cuál es el modelo educativo de quienes llegaron al gobierno después de despertar elevadísimas expectativas de que ¡Por fin! llegarían al poder quienes pusieran en funcionamiento un gobierno contrario a lo que habíamos padecido hasta entonces.

Modificada seriamente la dinámica familiar, especialmente en todas las urbes mexicanas, en las que lo común -hasta antes de la pandemia- era que millones de niños y jóvenes, después de la jornada escolar, transcurrieran largas horas solitarios y sin ningún acompañamiento adulto, la posibilidad de que la extensión del horario escolar -con el añadido de la enseñanza de otras especialidades y, sobre todo, el acceso a dos alimentos proporcionados en las instalaciones escolares- mediante la puesta en vigor de escuelas denominadas de “tiempo completo”, se  convirtiera en un mecanismo que revirtiera tal situación, ahora, el gobierno que pretende instaurar la 4a Transformación las ha cancelado.

A pesar de que ese programa nunca fue puesto en vigor con la amplitud y extensión que se necesita, sí se convirtió en un atenuador de los graves problemas sociales presentes en la mayor parte de las colonias y suburbios citadinos, especialmente de las más grandes ciudades en los que se puso en marcha.

Ahora, si atendemos el discurso de la Secretaria de Educación, Delfina Gómez, se ha desechado para usar los recursos empleados en satisfacer los requerimientos de las “escuelas más pobres”, las de las regiones más rezagadas del país.

Pero ni la maestra Gómez, ni el presidente López Obrador han sido capaces de aprehender que los círculos de miseria existentes en todas las ciudades son cada vez mayores y que, en muchos casos, no es necesario remontarse a los lugares más inaccesibles de la geografía nacional para encontrar a quienes están urgidos de atenciones como las que prodigaba el programa de las escuelas de tiempo completo.

Así, por una concepción equivocadamente “pobrerista”, poco más de 3 millones 600 niños y adolescentes dejarán de acceder a esas escuelas y a los programas educativos y alimenticios que ahí obtenían y que ese programa sí era uno que contribuye a sacar a los niños y adolescentes del mundo de las drogas y de las tentaciones delictivas.

Todo por atender otras necesidades, que “también son prioritarias”, como dijo la ínclita responsable de la educación en México.

¡Cuánta irresponsabilidad! ¡Cuánta miopía!

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Fuente de citas hemerográficas recientes: Información Procesada (INPRO)