Chihuahua, Chih.
El martes será el último día de la administración de Javier Corral. Se va en medio del descrédito y el repudio generalizado.
Despertó las más elevadas expectativas que político alguno haya concitado recientemente en el estado grande.
Acaso tales ilusiones las haya causado el desastre dejado por su antecesor, César Duarte. De ahí el entusiasmo que despertaba la frase más exitosa del candidato Corral: “Llevaré a la cárcel al vulgar ladrón”.
Esa frase, en el imaginario popular, se confrontaba con las no menos famosas de Duarte: “A lo macho que no me acuerdo” (cuando firmó un documento personal por 65 millones de pesos), y “el poder es para poder y no, para no poder” y que hoy, en el adiós de Corral, hacen que la equiparación sea natural.
Ambos gobernantes compartirán la responsabilidad del enorme endeudamiento del gobierno estatal; uno, por haber endeudado a Chihuahua al máximo de sus niveles, y el otro, por la enorme ineptitud para manejar las finanzas estatales.
Hoy, uno y otro se lanzan epítetos como si encarnaran la viva imagen de la solvencia moral en la función pública. Son todo lo contrario.
Javier Corral termina colocado, de acuerdo con las encuestas de Mitofsky, en el último lugar de la evaluación ciudadana sobre los gobernadores en el país.
Se lo ha ganado a pulso.
Las imágenes del viernes en las “inauguraciones” de las remodelaciones de la Ciudad Infantil y la Ciudad Deportiva, en la capital del estado, se convertirán en la viva imagen de su gobierno.
Caminó en medio de andadores no terminados, inauguró baños públicos inconclusos y sobre escombros y loza amontonados en la explanada principal de la Deportiva.
Así como días atrás “inauguraba” diversas obras sin terminar en Juárez; en Parral, en Delicias; así “inauguró” también la alberca del Santo Niño, solo para anunciar que se reabrirían “después”, porque no había recursos para pagarle al personal, ni para adquirir los insumos necesarios.
Ese es el retrato de su gobierno: Mala administración, autoritarismo ramplón, soberbia y demagogia a mas no poder.
Precedido de una fama pública como impulsor de las reformas democráticas, todo lo hizo al más puro estilo de los gobernantes de las décadas de los 40’s y 50’s del siglo pasado.
Émulo de los caciques del viejo régimen, todo lo afectó (del mismo o peor modo que su antecesor): La división de poderes, la autonomía de los organismos constitucionalmente dotados de ella; hizo y deshizo en los otros dos poderes; colocó a quien quiso en las distintas posiciones que el Congreso debía elegir; destituyó ilegalmente al consejero presidente del Instituto de Transparencia; quitó y puso al presidente del Tribunal Superior de Justicia, así como a varios magistrados y jueces; manipuló a los legisladores de su partido para tenerlos bajo su control, así como a varios de las otras fuerzas políticas, con el mecanismo de siempre, el de antes, el del viejo régimen, sólo que ahora ese mecanismo se encarnaba en camionetas “Yukón”.
Corral llevará como un baldón la vergüenza de que la Suprema Corte de Justicia destituyó, por vez primera en toda su historia, al presidente de un Tribunal Estatal, que llegó ahí gracias a la terquedad del “amanecido” gobernante.
Como ningún otro gobernante anterior, se enfrentó a prácticamente todos los sectores y sus organizaciones.
Y nos deja una catástrofe financiera en cuya génesis comparte responsabilidades con su secretario de Hacienda, Arturo Fuentes Vélez.
Culmina su gobierno y, como sucede en prácticamente todos los fines de gobierno, los agraviados y sus enemigos, o adversarios -nuevos o adquiridos a lo largo de su gestión- aprovechan la pérdida del poder para cobrarse las afrentas.
No de otra manera podrá entenderse que hasta César Duarte despotrique contra él; o que antiguos colaboradores suyos sean quienes destapen la cloaca financiera de su gobierno; o que sus antiguos operadores legislativos le nieguen la aprobación del otorgamiento de escoltas a cargo del gobierno.
Pudiera ser lo menos malo que le sucederá, el desastre financiero es sólo la punta del iceberg del extraordinario mal manejo de las finanzas que le pudiera acarrear hasta responsabilidades penales, además de las administrativas, si la nueva administración decide hacerlo, pues material tendrá de sobra.
No se trata, como pudiera pensarse -aunque no deberán descartarse- de la comisión de corruptelas consistentes en la apropiación de recursos públicos (que en ese sentido abona el hecho de que su primer vocero, Antonio Pinedo, sea hoy prófugo de la justicia, precisamente acusado de ese delito), pero sí de decisiones que implicaron el desvío de recursos, de manejos equivocados de los dineros públicos, que pudieron beneficiar en concreto a proveedores y contratistas del gobierno estatal, entre ellos ¿Por qué no? a los supuestos amigos a los que recurrirá el ex gobernador Javier Corral para que le otorguen la protección que el Congreso de Chihuahua decidió no aprobarle.
En ese sentido viene a la memoria el uso desmedido que hizo Corral de las aeronaves del empresario Ismael Rodríguez, quien, luego de ser funcionario del estado, pasó a ser un “funcionario honorario”, pero con funciones ejecutivas en dos-tres dependencias estatales.
¿A cambio de qué le prestaba sus aviones al gobernante de Chihuahua?
En ese tema se advierte un alejamiento de las normas, conducta que podría inferirse de otros actos del gobierno, acaso más productivos, como por ejemplo en las reestructuraciones de la deuda y en las numerosas operaciones de créditos solicitados a corto plazo, cuyas cantidades generan comisiones harto rentables.
Es tal el desbarajuste de las finanzas que será obligado para los nuevos gobernantes descartar actos ilegales cometidos por los que ahora se van.
Y es que no dan las cuentas.
¿A dónde fueron a parar los adeudos -por miles de millones de pesos- que la administración central del estado acumuló a Pensiones Civiles del Estado, a la Cruz Roja, a Ficosec, a la Fechac, al Critt, a las universidades de Juárez y Chihuahua, al Fideicomiso Carretero, al Fideicomiso Fronterizo, al Tribunal Superior de Justicia y durante varias quincenas a los maestros estatales y el personal del Colegio de Bachilleres?
Y ahora resulta que hasta el Congreso del Estado debemos anotar en esa lista pues le adeudan recursos, en montos tales que estará impedida la nueva legislatura a pagarle a su personal la próxima quincena de salarios.
¿Cómo fue que, mientras acumulaban deudas a esos organismos, poderes y dependencias, pidieron préstamos de corto plazo incontroladamente, además de los adelantos de las participaciones federales que ahora Fuentes Vélez nos espetó que el martes sabremos a cuánto ascenderán ¡En el 2022! Y que ellos decidieron tomar para sí, las de noviembre, además de 800 millones del Fideicomiso Carretero que “con el pago del peaje de los próximos meses se recuperarán”?
¿Qué le hicieron al dinero que recibieron, si están dejando un tiradero de obras inconclusas y deudas por demás inescrutables, por lo menos hasta que lleguen los nuevos gobernantes?
En la semana que termina, el equipo de Maru les puso un rejón.
Dio a conocer que, de acuerdo con sus cuentas, la deuda del estado asciende a 64 mil 500 millones de pesos; el adeudo a proveedores, 10 mil 800 millones; que usaron mil 800 millones de las participaciones federales y que recibieron del Fideicomiso Carretero 800 millones.
De inmediato respondió el gobierno de Corral. Ojalá se hubiera quedado callado Arturo Fuentes Vélez.
En su versión, al igual que su jefe, todos tienen la culpa, pero ellos no.
Dijo que no son responsables de las quitas de las participaciones federales, que ellos sólo las solicitaron y que fue Hacienda federal la que resolvió cuánto les adelantaban, “al igual que la cifra mensual que se entrega y su propia calendarización”.
Y soltó otra perla (Nikito Nipongo estaría feliz con los gobernantes del amanecer chihuahuense) cuando rechazó la existencia de una “parálisis financiera”. No, dijo, “más bien (es) un tema de liquidez”.
Se deslindó de todo, los otros son los culpables, el gobierno federal porque no les otorgó los apoyos que solicitaron para pagar salarios y deudas y también el Congreso del Estado, que no les aprobó una nueva deuda por 2 mil millones de pesos, que, sostuvo, se habrían destinado a “inversión y para saneamiento financiero”.
¡Vóytelas!
Se acabó, Javier Corral.
¡Qué final tan lamentable, para Chihuahua, y para quien tanto desprecio le mostró a los chihuahuenses, incluso en los momentos más angustiosos para sus gobernados!
Si algún gesto lo retratara, sería su ausencia en los sepelios de los policías caídos y el de que suspendió los apoyos para útiles y uniformes escolares a los hijos de la lucha contra el crimen y para despensa que había reducido de 500 a 200 pesos mensuales.
¡Qué bueno que ya se fue!
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