¿Adiós a Yeidckol Polevnsky?

¿Adiós a Yeidckol Polevnsky? 23 de enero de 2020

Astillero

Julio Hernández López

Chihuahua, Chih.

Yeidckol Polevnsky Gurwitz (su nombre original es Citlali Ibáñez Camacho) ha tenido hasta ahora una especie de vida política extra, a pesar de los graves y continuos tropiezos que ha cometido como encaramada sustituta en la dirección del partido que actualmente tiene los poderes Ejecutivo y Legislativo a escala federal y en varios estados.
Sin embargo, por lo que se ve y lee, ese bono de extraña continuidad en el poder formal de Morena está por llegar a su fin. El próximo domingo podría realizarse un congreso nacional extraordinario de dicho partido, el cual ha sido convocado por Bertha Luján, presidenta del consejo nacional de Morena y opositora de Polevnsky, quien no ha aceptado la validez de la convocatoria al hipotético congreso ni sus eventuales resultados.
Se ha dicho en esta misma sección que Polevnsky es una especie de accidente político con escala en Morena. Nada habría de apuntar a ubicarla como dirigente de un partido-movimiento, como el que actualmente preside (a título de secretaria general encargada de la presidencia), cuando era ortodoxa dirigente en ascenso en la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), que llegó a dirigir (ya se sabe que en esas cámaras empresariales los verdaderos capitalistas colocan en los cargos directivos a empleados ejecutivos o a empresarios menores).
Tampoco aparecía en su horizonte patronal de aquellas épocas el fuego del converso que a su paso al obradorismo le ha llevado a una retórica apasionada a favor de las figuras más acendradas de la izquierda mundial y latinoamericana y de gobiernos y sistemas políticos muy distantes de las coordenadas originales que manejaba en Canacintra.
Sin embargo, Polevnsky fue incorporada a la plantilla obradorista como otros personajes de conductas políticas zigzagueantes o francamente adversas al persistente político tabasqueño que fueron adquiridas como un guiño hacia segmentos sociales y electorales de derecha o de un centro indecisos. En esa tesitura fue candidata a cargos de elección popular (en 2005 quedó en tercer lugar en la elección de gobernador del estado de México, que se adjudicó el priísta Enrique Peña Nieto) y luego, de 2006 a 2012, fue senadora de primera fórmula (no por mayoría de votos) por el estado de México a nombre del Partido de la Revolución Democrática.
Durante la campaña presidencial de López Obrador cumplió con aplicación un papel de sacrificio: hacer alianzas con grupos ajenos o abiertamente contrarios al ideario andresino, cediendo candidaturas con gran viabilidad de triunfo (por el efecto de AMLO), a cambio de que esos grupos financiaran sus propias campañas y los actos correspondientes del aspirante presidencial en sus demarcaciones. El origen de la temprana y evidente contradicción entre los postulados de Morena y de AMLO, respecto a muchos grupos y políticos regionales, adquirentes de cargos legislativos o de gobierno, proviene de esas faenas de extremo pragmatismo ejecutadas por la obediente Yeidckol que aprovechó para colar o promover cuotas propias.
Los servicios de Polevnsky ya no son necesarios en esta etapa política, aunque ella sigue empecinada en el coqueteo político con personajes priístas o de otros partidos que parecen inaceptables ahora: en Nuevo León, con la esposa de un priísta de cepa; en Sinaloa, con un empresario llamado el Zar de la Carne. En esa ruta ha desoído las campanadas cupulares que apuntan a Bertha Luján como candidata casi oficial al relevo en Morena.
Ya antes se habían producido críticas duras a Polevnsky por parte de miembros directivos del Instituto Nacional de Formación Política de Morena. Ahora, escritores y académicos han hecho circular un comunicado en el que convocan a que dicho partido sea un referente ético y no una “olla de grillos”, a que recupere su capacidad de movilización y se reconstituya como organización de activo apoyo a la llamada 4T (https://bit.ly/30IitWG). ¿Adiós Polevnsky?

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