Chihuahua, Chih.
Casi dos años y medio atrás, el nuevo gobernador de Chihuahua, el panista Javier Corral, tomaba posesión en medio de las muy elevadas expectativas despertadas por su retadora campaña electoral.
En el discurso inaugural hiló una retahíla de buenos deseos, muchos de ellos referentes a lo que parecía connatural al luengo legislador chihuahuense, conocido por sus atributos oratorios, sobre todo en lo referente al pleno respeto “a la división de poderes” que existiría bajo su mandato y al calificar como “vital (la) tarea de escrutinio, contrapeso y complemento que realizan los legisladores”.
Exultante, les lanzó la invitación (curiosamente, no se comprometió a elaborar proyecto alguno) a que legislaran “para que, cuando ustedes quieran, que el Gobernador del Estado comparezca ante el Congreso, simplemente lo dispongan y se me convoque…”.
Mañana deberá presentar ante el Congreso del Estado su segundo informe de gobierno. Lo hará como prácticamente todos los gobernadores. Lo entregará en una más que sencilla ceremonia, si es que va él, pues puede hacerlo en su nombre el Secretario de Gobierno, César Jáuregui Robles.
Luego, salvo por la inesperada visita a Chihuahua del presidente López Obrador, se entregará de brazos abiertos a que sus simpatizantes, regados por la geografía chihuahuense, lo aclamen como el gobernante bueno, honesto, justo y eficiente que se considera, en unos actos que hubiese querido para sí su paradigma, el ex gobernador Francisco Barrio, pues los realizará en varias ciudades de la entidad, sin el acompañamiento de sus opositores, sin los cuestionamientos ni de sus compañeros de partido, en el gobierno o en el Congreso, y sí, en medio de la fastuosidad a la que tanto dijo dejaría de lado.
Puras frases grandilocuentes que nada tienen que ver con lo realizado hasta hoy, que puede constatarse, por ejemplo, con lo que hará alrededor de la presentación del II Informe.
Repetirá los actos faraónicos que repudió hasta el cansancio de los gobiernos priistas; bueno, hasta un código de ética promovió para los funcionarios estatales, para que ocupara el lugar de su fotografía como gobernador. Sin embargo, en los actos que realizará faltará al numeral X de lo que dijo respetaría: “X. Manejaré los recursos económicos y materiales con responsabilidad, austeridad y honradez…”.
Llegado prácticamente a la mitad de su gobierno, -aunque políticamente es menor el tiempo faltante debido a que cerca de medio año, el de las campañas electorales, políticamente ya no cuenta para él- no envió iniciativa alguna para modificar el formato de la presentación del informe, ni para normar la presentación del gobernador en comparecencias ante el Poder Legislativo, a fin de que pudiera rendir cuentas ante los diputados, en un verdadero intercambio republicano.
Vamos, ni es capaz, siquiera, de acogerse al otro formato de la presentación del informe, esto es, que lo presentaría mediante un discurso, para que, a continuación, el presidente del Congreso hiciera un balance general y luego, los representantes de cada uno de los grupos parlamentarios harían su propio balance del gobierno de Corral, discursos que el mandatario debería escuchar.
Bueno, pues el que se vanagloriaba de ser un tribuno de excelencia no ha optado por este formato; igual que Duarte, prefirió el otro, el de los autoelogios y del faraonismo, que copió hasta en lo lujoso de las invitaciones al acto, con motivo del informe.
Y será una prueba de fuego para el gobernante.
Resolvió realizar actos en varias ciudades, en los que hará un remedo de informe a los chihuahuenses, sin nadie que le cuestione, le pregunte o le refute; sin embargo, podría encontrarse con más de un ciudadano que le intercepte y le reclame, ya sea su deficiente gobierno, o el hecho de que no haya encarcelado a César Duarte, como prometió.
No sería sorpresivo tal hecho, el repudio hacia él en las redes sociales es realmente muy extendido, podría asentarse que hasta exagerado, rasgo seguramente generado por las enormes esperanzas depositadas en su gobierno y el pobre desempeño efectuado, signado en estos días por su desenfrenado protagonismo rumbo a las elecciones presidenciales del 2024 y el enorme fracaso en la seguridad pública, ahora enfatizado por el asesinato del Director de Seguridad Pública de Cuauhtémoc, Efrén Peñaflores, y su acompañante, Alejandro López Rivera.
Y aún faltan largos 32 meses. Son muchos.
[email protected]; Blog: luisjaviervalero.blogspot.com; Twitter: /LJValeroF