Escuché los ocho tiros, los conté, primero cuatro, tras un brevísimo lapso de segundos los otros cuatro. Aun en cama tuve el impulso de levantarme por la sorpresa, pero solo di vuelta al cuerpo hasta tomar posición fetal y colocar la almohada sobre la cabeza repasando en el inconsciente una alerta profunda, temblé un poco al considerar que tal vez habría que tirarse al suelo si acaso se acercara más la balacera.
El silencio subsecuente me trajo la revelación: Otro muerto --pensé-- fueron tiros de precisión, los cuatro finales para rematar al caído, era una 38. Me invadió el desaliento al percatarme que estaríamos viviendo de nuevo aquellas experiencias de violencia que atestiguamos en años anteriores y dejaron en nosotros una cultura basada en el temor, que nos permiten distinguir hoy el tipo de armas que se usan y hasta las intenciones de los actos violentos.
Esta vez era una ejecución.¿Quién sería hoy la víctima? ¿Algún narquillo, "pucher", adicto, un agente de seguridad? Ninguno merece tal acto de violencia ¡Por Dios! Esperé el sonido de las sirenas como si ello significara la conclusión del episodio, el paso del peligro. Fueron minutos que me parecieron eternos, en mi soledad me indigné.
¿Por qué tardan tanto, seguramente hay alguien desangrándose y perdiendo la vida, gritos y niños llorando? ¡Es la hora de llevar los hijos a las escuelas! -Estoy estresada- Es la respuesta al primer whatsapasso bien intencionado del día, pero no explico por qué, la persona en su lejana Guadalajara quizás no me entienda.
Al fin se oyen las sirenas, primero los de la policía, luego de la ambulancia, me levantó, quiero saber qué sucedió, tengo el impulso de ir y me autocontengo pues nada podría hacer.
Finalmente, opto por encender la laptop con la convicción de la eficiencia de los medios digitales para cubrir estos sucesos. Nada todavía, busco en dos o tres, los que según mi juicio son los más competitivos. Dejo abiertas las páginas hasta que aparece la nota y el estrés inicial se convierte en horror, indignación, enojo.
Un medio dice "ejecutan", otro dice "balean", por fracciones de segundo me aferro a la mínima esperanza de un término impreciso, quizás solo esté herida... hasta que la certeza cunde como reguero de pólvora: La periodista Miroslava Breach ha muerto víctima de un acto violento con armas de fuego.
Me duele hasta el infinito, no es que fuera mi amiga, pero si una periodista a quien admiraba por su entregada al oficio, que tomaba riesgos -como pocos en Chihuahua- por sus convicciones profesionales. Siempre me pareció que huía de los reflectores y mantenía cierta discreción en su persona, lo que no le restaba agudeza, eficacia y alcance en su trabajo, como ya vemos por las consecuencias.
Querida y admirada por todos, su muerte es una gran pérdida para el periodismo mexicano y no debe quedar como una estadística más. ¿Qué van a decir las autoridades? ¿Otra falsa promesa de esclarecimiento para este crimen? ¿Con qué estúpida justificación van salir ? ¿De qué manera van a tratar de minimizar el hecho? ¿Le van a inventar adicciones, deudas, amoríos a una mujer ejemplar como era Miroslava?
Por el lado que se vea, el atentado que sufrió la periodista, tiene sesgos políticos y repercute directamente sobre la Libertad de Expresión y la protección de la vida y Derechos Humanos de quienes ejercen el oficio del periodismo en la entidad. Esta vez no podemos conformarnos con declaraciones demagógicas, se requieren acciones y sobre todo resultados.
Esta vez, la víctima es Miroslava, mujer, madre de familia, periodista, ser humana; ¿Quién será enseguida?
*Texto tomado del muro de la autora.