Chihuahua, Chih.
Poco se tardó el gobernador Javier Corral en ratificar las verdaderas intenciones del “Encuentro Chihuahua, problemas contemporáneos de México”, realizado a mediados de agosto y convocado por el mandatario chihuahuense.
Lo declarado el viernes por el mandatario chihuahuense no deja lugar a la duda: “Yo apoyaré en todo lo que esté de mi parte que se concrete este frente, porque me parece una verdadera alternativa para el país, frente a las otras dos opciones que se están perfilando en México. Una es la continuidad de un régimen agotado, deteriorado, corrompido, corruptor y la otra alternativa, que me parece también o más riesgosa para el país, que es esta propuesta populista, autoritaria, carente de filones democráticos, muy personalista y que representa Andrés Manuel López Obrador”.
Corral se refería al nacimiento del Frente Ciudadano, registrado ante el Instituto Nacional Electoral por los dirigentes nacionales de los partidos de Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, como preludio de la alianza electoral que firmarán en meses próximos a fin de registrar, por lo menos, una sola candidatura presidencial.
El gobernador Corral calificó como “un acierto” esa alianza, que recibiera, en el evento pagado por el gobierno de Chihuahua, su principal impulso mediático con la presencia de los dirigentes nacionales del PAN, Ricardo Anaya, y del PRD, Alejandra Barrales.
El registro del Frente, que no la alianza, es para cumplir un primer requisito ante el órgano electoral mediante el cual le notifican de su intención de conformar aquella. El pretexto es, demagógicamente, la elaboración de “compromisos de una agenda de cambios en el país”, como lo dijo Corral, “para convertirlo en reformas que necesita el nuevo modelo institucional”.
Palabrería. Si fueron capaces de firmar de manera conjunta el Pacto por México, excluyendo la reforma energética, en la que el PRD, por pudor, no los acompañó en la parte final, pero que en los objetivos generales sí se expresaba lo que luego concretarían PAN y PRI para formalizar la entrega de la propiedad petrolera a los grandes consorcios financieros internacionales.
A su vez, por si se necesitara, el PRI quitó los candados estatutarios que le pudieran estorbar a una eventual designación de José Antonio Meade como su abanderado presidencial, en tanto que Peña Nieto, en cuanto se presenta oportunidad, lanza obuses en contra del tabasqueño López Obrador.
Y éste recoge carretadas de simpatías en todo el país, incluyendo el norte conservador, en el que se ubica “El Estado Grande”, a pesar de las cuantiosas críticas de sus detractores y de las no pocas expresiones viscerales de rechazo. El tabasqueño cosechas tempestades, a favor y en contra, pero asombran las milenarias manifestaciones de simpatía.
¿Por qué? ¿Qué las ha generado?
Sin duda que una parte de la explicación es la de que ha mantenido su base electoral de alrededor de 16 millones de votos en 2012 (15 millones 891 mil votos, 31.59%), casi un millón más que en 2006 (14 millones 756 mil votos, 35.29%).
Otro factor lo constituye el que se ha mantenido en una férrea oposición al gobierno de Peña Nieto y a que no ha cambiado su insistente y hasta cansina cantaleta de la “mafia del poder”, a la que responsabiliza del desastre nacional. Es, para muchos mexicanos, la terca oposición a los políticos, sus privilegios y sus corruptelas.
Más aún, es el político que mejor ha aprovechado la reforma electoral del 2007-2008, que desapareció la posibilidad de comprar espacios en los medios de comunicación, lo que en teoría llevaría a los partidos a realizar actividades proselitistas en los domicilios de los electores, cosa que anteriormente cubría la excesiva propaganda radiofónica y televisiva.
Lo anterior lo ha llevado a ser el político más conocido por la ciudadanía. Pero ahora tiene a su favor el hartazgo de inmensas capas de la sociedad y el desencanto de no pocos electores y militantes ¡priistas!, “liberados”, paradójicamente, por las derrotas del PRI, ante las gigantescas y numerosisímas corruptelas cometidas por un buen número de los gobernadores de la última década, y las del presidente Peña Nieto, quien llamara a esa camada de mandatarios estatales la “nueva generación del PRI”.
Y, por supuesto, de la desilusión generada por los gobiernos de Fox y Calderón en gruesos sectores de las capas medias bajas, medias y media superior.
Si se dudara de lo anterior, revísense los resultados de la elección del Estado de México, en particular los del círculo de municipios metropolitanos del norte de la Ciudad de México, que anteriormente constituían el “cordón azul” y que ahora votaron masivamente por la candidata de Morena, Delfina Gómez.
Sin temor a equivocarse, la inercia de las crecientes simpatías por AMLO (además de los inaceptables errores de Jaime “El Bronco” Rodríguez) es la causa de las pocas expectativas generadas por los posibles candidatos independientes, de ahí el “apagón” de Pedro Ferriz de Con, Jorge Castañeda y de Armando Ríos Píter y la poca incidencia de Emilio Alvarez Icaza.
Y el otro factor generador de la buena imagen de López Obrador es, indudablemente, el extraordinario buen gobierno realizado en la Ciudad de México, que los capitalinos le han reconocido en cuanta elección se ha presentado, él o sus compañeros y candidatos, y que ha llevado a Morena a alzarse como primera fuerza en la capital del país y en la segunda en el Estado de México y Veracruz, las tres entidades que condensan casi el 30% (alrededor del 29%) del padrón electoral del país.
Esa actuación debería ser el mejor elemento para determinar las simpatías o antipatías por el dirigente de Morena; los hechos realizados en su mandato y en segundo lugar -indudablemente de mucha importancia- sus posturas y discursos… y hasta sus dislates en determinados momentos.
De acuerdo con la información a la mano, el gobierno de López Obrador llevó al cabo una vastísima obra social, además de la pública; su administración logró que el entonces DF captara una inversión superior a los 50 mil millones de dólares, lo que posibilitó el formidable despegue económico de la zona de Santa Fé y el corredor de la avenida Reforma, cuyos mejores indicadores son los numerosos rascacielos construidos en esos años.
Además, como muchos lo recuerdan, la alianza con varios de los más prominentes empresarios -Carlos Slim entre ellos- para efectuar la mejor rehabilitación del Centro Histórico de la ciudad de México que jamás se haya realizado.
Y en lo social es más que abundante lo alcanzado por ese gobierno. Se inició el programa de pensión permanente a adultos mayores, criticado por toda la clase política y luego copiado, literalmente, por casi todos los gobiernos, incluido el de Vicente Fox, que tanto despotricó contra ese programa por considerarlo “populista”.
¿Cómo no reconocer el programa de uniformes y útiles escolares gratuitos para primaria y secundaria a todos los alumnos de las escuelas oficiales, y luego el de los desayunos escolares?
Con López Obrador inició el programa de becas a los estudiantes de preparatoria. Si el promedio del estudiante era de 6, tenía derecho a una beca de 600 pesos mensuales, que aumentaba 100 pesos con cada punto que elevara su promedio escolar.
Al mismo tiempo, lanzó el programa de apoyos mensuales a las madres embarazadas solteras; el de la sustitución de los taxis viejos con un financiamiento a sus propietarios, en la compra de taxis nuevos, con tasas de interés blandas, lo que llevó a renovar la casi totalidad de los taxis de la capital; el programa de Museos y Libros gratuitos, la gratuidad de la elaboración de testamentos, actas de nacimiento, en la regularización de escrituras y de la propiedad para los más pobres de la ciudad de México; la construcción de dos mega-hospitales en el oriente del DF… y el segundo piso del periférico, una de las obras de mayor impacto en el mejoramiento de las condiciones de vida de millones de personas del sur de la capital pues acortó sensiblemente los tiempos de traslado, de horas, a minutos.
Además de la construcción de la Universidad de la Ciudad de México y 16 preparatorias, una por delegación, con capacidad, cada una, superior a los 15 mil estudiantes.
Esa obra de gobierno, de lo cual lo anterior es sólo una visión parcial, logró convertir a la Ciudad de México en la más segura de las urbes, la tercera de Latinoamérica, después de haber sido una de las más inseguras del mundo. Luego caería en manos de Miguel Mancera y el grupo de Jesús Ortega, “Los Chuchos”.
A riesgo de cometer una gran equivocación, (para lo cual se necesitaría la conjunción de infinidad de factores, entre ellos los errores que pueda cometer AMLO, la ofensiva de priistas y panistas, etc.) pero creo que estamos ante la posibilidad de que se presente un gran “tsunami” electoral que catapultaría a López Obrador a la presidencia de la república y con él, a un gran número de candidatos de Morena a los diversos cargos de elección en disputa.
A tan adelantada conclusión nos llevan los factores relatados anteriormente y a los hallazgos de todas las encuestas, no en el hecho de que señalen a López Obrador en la punta de las preferencias, sino al de que ninguna de ellas muestra el grado de participación electoral y el enorme porcentaje de encuestados que responde no saber por quién votaría, que en algunas llaman indecisos o no respondió.
En todas ronda en el 20% de los encuestados; es enorme, ahí puede esconderse la posibilidad que ha dado pie a la reflexión de hoy.