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 Hastío

Hastío 27 de diciembre de 2020

Ethan Tejón Herrera

Chihuahua, Chih.

Nueve meses han transcurrido desde el comienzo de la crisis de salud provocada por la pandemia actual, causando todo un cóctel de  diversos sentimientos: dolor, sufrimiento, pena y especialmente hastío.

Hace una semana conversaba con mi padre sobre el pasado, sobre la diferencia que alejaba al pasado del aquí y del ahora, como si se tratara de una gran barrera invisible que alejara a ambas líneas de tiempo, una de la otra sin rozarse o como si se tratara de mezclar agua con aceite.

El pasado tan sólo es un fantasma en medio del tiempo presente.

Aquel fin de semana habíamos realizado un viaje en carretera con destino a la capital chihuahuense; durante el trayecto conversamos sobre el pasado, sobre nuestra historia familiar, sobre la historia de cada rincón de la ciudad y sobre la magnitud de esta crisis en comparación con otras vividas anteriormente en base a su experiencia.

Era la primera vez en poco más de un año que volvíamos a Chihuahua capital, tras la muerte de mi tío en noviembre de 2019.

La resilencia es una característica que considero que posee mi padre.

En el pasado había sido testigo, al igual que millones de mexicanos, de varias crisis económicas, devaluaciones y hechos históricos que causaron grandes incertidumbres, inclusive mi padre intentó cruzar sin éxito a través del desierto con rumbo a los Estados Unidos, dejándose capturar por aduanales estadounidenses, al momento de haber perdido el rumbo en compañía de un pequeño grupo de personas, también mi padre había pasado por la pérdida de sus hermanos en el pasado, por diversas causas, quedando solamente mi tía y mi padre de una familia de cuatro hermanos.

Emigró de Chihuahua en compañía de mi hermana y de mi madre y llegó a Ciudad Juárez en el año 94, buscando emprender, me tendrían a mí cuatro años después.

Años después intentó tomar el rumbo del pequeño negocio familiar tras la muerte de mi abuelo, el patriarca de nuestra familia, quien falleció de pronto y sin tiempo de arreglar trámites en vida, dejando tras de sí una estela de deudas y pagos pendientes con proveedores y organismos de gobierno; la labor de mi padre fue titánica y apenas consiguió salvarla de la bancarrota en aquel entonces.

En su propia experiencia, la crisis de seguridad desatada durante el sexenio de terror del expresidente Calderón y la crisis económica surgida en los Estados Unidos, como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense, fueron toda una pesadilla en carne propia, incluso todavía peor que la pandemia actual.

Su posicionamiento me hizo reflexionar, si bien es cierto que en aquel entonces no había comercio electrónico que ayudara a salvar algunos negocios como lo está haciendo hoy en día, como tampoco no había redes sociales a excepción de Messenger o MySpace que tuvieran gran alcance para comunicar a las personas en tiempos de urgencia, no había ni videollamadas, ni transmisiones en vivo, ni aplicaciones de mensajería instantánea como las conocemos hoy en día.

Prácticamente los niños, los jóvenes y los adultos tienen y tenemos hoy una oportunidad para “escapar” o distraernos de la situación actual, a través de servicios de streaming, de música o de radio en internet, tenemos también consolas de videojuegos con mayor resolución de gráficos, tenemos medios informativos en tiempo real y tenemos aplicaciones diversas para estar en contacto en tiempo real con el mundo más allá de nuestra pantalla.

Pero aún teniendo todas estás “vías alternas” para “escapar” de nuestra realidad, ¿por qué continuamos sintiendo hastío en nuestras vidas hasta el día de hoy?

Las respuesta quizás sea sencilla de sintetizar pero no fácil de explicar, al menos en términos especializados (pero como no soy sociólogo, ni mucho menos antropólogo, académico o estudioso, trataré de explicarlo por mis propios medios).

Considero y comparto la visión de muchos de que la sociedad actual vive en medio de un gran cúmulo de oportunidades, avances y desarrollos científico-tecnológicos, sin embargo la gran pandemia de este siglo, quizás no sea la provocada por la Covid-19; si no la causada por el hastío, no es de sorprenderse la gran cantidad de enfermedades mentales que agobian a nuestra sociedad moderna, la depresión y la ansiedad son las más comunes pero no los únicas.

La pandemia tan solo contribuyó a exacerbarlas.

Según los expertos más críticos de nuestra sociedad, la estructura social en la que nos encontramos es profundamente hedonista y nihilista. El culto a la personalidad, a la propia imagen, al éxito y al estatus social; son los valores exaltados por una sociedad de consumo capitalista/ neoliberal, los cuales a su vez son similares pero no distintos a las viejas pasiones, vicios y desenfrenos, así como a la manera de ver la vida de los antiguos griegos dionisiacos.

Una analogía que podría explicar esto, es como si estuviéramos  vacíos por dentro pero nos recubrimos de oro por fuera.

A pesar de que no hay un conflicto global a gran escala y tenemos toda una red global de conexiones virtuales, estamos más deprimidos, más vacíos y más solitarios que nunca.

La pandemia cambió para siempre nuestras vidas, obligándonos a plantear o replantearnos nuestras vidas.

En mi caso, este año fue uno de muchas lecciones aprendidas y del comienzo de mi trabajo personal, acudí por primera vez a terapia y comencé a sanar la relación que llevo con mi padres, especialmente con mi padre.

De mi padre conocí el amor a la historia, también paradójicamente al periodismo, también a la política podría decirse, pero en realidad ese es un paréntesis, la política era un tema que nos unía, o incluso los temas referentes al trabajo, pero fuera de eso no había otro tema de conversación que se pudiera sacar en la mesa, tan solo había un silencio incómodo… La política era una excusa para sentarnos a conversar, un vínculo que todavía nos une, pero que en el fondo no me apasiona tanto como a mi padre, me atrevería a decir.

Desde pequeño tuve mayor afinidad a a lo referente a la cultura, antes que a lo político.

Cada cabeza es un mundo, reza un dicho popular.

Pongo mi experiencia personal a modo de ejemplificar que en medio del hastío que absorbe al mundo moderno, creo que estas fechas son una oportunidad perfecta para reflexionar y sanar, quizá pedir ayuda profesional si se requiere y de sanar vínculos personales o familiares.

También es el momento oportuno para comenzar a sentirnos plenos con nosotros mismos y con lo que tenemos a nuestro alcance, más que nada en estos momentos el encontrar la paz con nosotros mismos y el agradecer el trabajo y la salud, son las llaves para encontrar algo de prosperidad en medio de un mundo que a simple vista podría parecer caótico, pero no carente de belleza o de rareza..

Twitter: @Ethantejon123