Chihuahua, Chih.
Resuelta ya la manera en que los partidos resolverán la designación de sus candidatos presidenciales, en el que ninguno recurrirá a la vía democrática, reviste especial importancia lo que haga el Partido Revolucionario Institucional en virtud de ser, no solamente el partido gobernante, sino el partido hegemónico del actual sistema político, que va más allá de los aspectos político-electorales.
Lo hará por el mecanismo que mejor conoce -la designación presidencial, no en balde el presidente Peña Nieto es miembro distinguido del Consejo Nacional y de sus órganos de dirección más importantes- y que tantas críticas ciudadanas le concitaron a lo largo de su existencia, y de sus adversarios políticos, los mismos que hoy le copian al pie de la letra el método.
Signo del atraso político de la sociedad mexicana, el “dedazo” puede llevar a que el PRI intente una de las maniobras más desesperadas de su historia, superior a la que en su momento intentaron -con éxito- al postular a Ernesto Zedillo a la muerte de Colosio: Designar a alguien prácticamente ajeno al partido que, en su caso, sería José Antonio Meade, el actual Secretario de Hacienda de Peña Nieto.
Buscarían con denuedo a una parte del electorado panista, al que apelarían con un candidato con un perfil más cercano al blanquiazul, a pesar de que los inicios de la carrera política de Meade se ubican en los gobiernos priistas.
¿Cómo lo verían los militantes priistas?
Se esperaría, en una respuesta rápida, que no fuera aceptado con las simpatías necesarias, sin embargo, una percepción es muy generalizada entre las bases priistas: La de que no están en condiciones de asegurar su triunfo en la elección presidencial.
Ante ello, muchos -de los que han decidido quedarse en su partido pues la migración, o la decepción, es cuantiosa- sí están en la disposición de aceptar a Meade como su abanderado pues, de acuerdo con los que simpatizan con esa candidatura, es el que les daría más posibilidades de ganar, en situación contraria a la de si, así lo razonan, el candidato fuera el Secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong.
Meade, sería, dicen otras voces, la apuesta de un sector del mundo de los negocios para llevarlo a la silla presidencial, lo que explica, sostienen, su participación en las cuatro últimas administraciones -Zedillo, Fox, Calderón y Peña- y cinco cargos en el gabinete del mexiquense en seis años: Secretario de Energía, de enero a septiembre de 2011; secretario de Hacienda, de 2011 a 2012 con Calderón; secretario de Relaciones Exteriores, titular de Sedesol y ahora secretario de Hacienda.
Hijo de un exdiputado federal priista, Meade formó parte de la “familia feliz” del Banco de México, institución que ha lanzado a varias generaciones de nuevos gobernantes mexicanos, cuya divisa principal ha sido la de transitar en medio de la aplicación de medidas económicas contradictorias, y actuar como si no hubiesen sido corresponsables de la aplicación de ellas.
Entre ellas el “gasolinazo” de Peña Nieto, quien achacó a las irresponsables políticas de los sexenios anteriores habernos llevado a tal situación pues “en el pasado, otros gobiernos decidieron mantener artificialmente bajo el precio de la gasolina”.
Meade fue secretario de Energía del gobierno de Felipe Calderón, así como secretario de Hacienda e impulsor de tales medidas y ejecutor directo de ellas, igual que ahora en el gasolinazo.
“Cuando Meade fue secretario de Hacienda fue el periodo en el que el subsidio a la gasolina fue mayor: en 2012 resultó ser de 220 mil millones de pesos… Cuando Meade fue secretario de Energía (enero a septiembre de 2011) y terminó el año al frente de Hacienda, el subsidio a las gasolinas fue de 171 mil millones de pesos”. (Artículo de Jenaro Villamil, Apro, 12/X/17).
El 30 de diciembre de 2016, al anunciar el gasolinazo, Meade afirmó que gracias a este incremento “gana el hecho de que no estemos artificialmente manipulando el precio de las gasolinas como se maneja en el resto del mundo”. (Ibídem).
¿Cuál decía la razón, el Meade de entonces, o el de ahora, o ambos?
Es decir, poco importan los postulados, lo verdaderamente trascendente es estar en la cima del poder.
Durante su comparecencia en el Senado, Meade reveló haber votado por Peña Nieto en la elección del 2012, a pesar de formar parte del gabinete de Felipe Calderón, con lo que viene a dar una evidencia más del pacto entre el panista y Peña para allanarle el camino y cerrárselo a la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota.
De ese manejo “irresponsable” de las finanzas del que se quejó el anterior secretario de Hacienda, Luis Videgaray, deberíamos informarle -a él y a los priistas- que en el periodo de Meade como secretario de Hacienda, con Calderón, la deuda interna creció en 168 por ciento y la deuda externa se incrementó en 146.6 por ciento, según el Informe sobre Finanzas Públicas y la Deuda Pública.
La novedad es que en los resultados de las encuestas publicadas tras la renuncia de Margarita Zavala al PAN, colocan a Meade (la del Gabinete de Comunicación Estratégica) apenas un punto por encima de Osorio Chong, si la competencia fuera entre cada uno de ellos por el PRI, López Obrador por Morena, Margarita Zavala de independiente y Ricardo Anaya por el Frente PAN-PRD-MC.
En todos los escenarios el triunfador sería AMLO por márgenes de 10-11 puntos.
Si la participación electoral fuera del orden del 57-58%, significaría que cada punto de la votación representaría alrededor de 505 mil votos.
En ese escenario, probablemente dé lo mismo postular a Osorio que a Chong.
¿Será?