4ta Transformación vs Neoliberalismo

4ta Transformación vs Neoliberalismo 8 de mayo de 2020

Francisco Javier Pizarro Chávez

Chihuahua, Chih.

“En los momentos de crisis, sólo la imaginación, es

                               más importante que el conocimiento”. Albert Einstein

             

Inopinadamente la crisis económica generada por la pandemia del Covid 19 le cayó “como anillo al dedo” a la 4ta transformación, dijo el presidente de la República, en una de sus conferencias mañaneras.

En muchos medios de comunicación y redes sociales fue criticado acremente; difundieron que la expresión del mandatario era una “ofensa y/o burla” a los afectados por el fatídico coronavirus, lo cual por supuesto, no fue así.

Es de conocimiento público que el mandatario suele apelar con frecuencia a locuciones llanas, con el fin de comunicarse con el pueblo. 

Le sugiero con todo respeto, que no haga abuso de ello, pues los “chacoteos”, si bien es cierto se festinan, nada aportan realmente a la conciencia social que es fundamental para consolidar la 4ta Transformación inmersa ya en un contexto cada vez más complejo y polarizado. 

Para que realmente la crisis económica generada por la pandemia sea un “anillo al dedo”, se requiere que la 4ta transformación incluya en sus coordenadas un cambio profundo del modelo neoliberal vigente, que ha sumido en la pobreza y miseria extrema a 53 millones de mexicanos, endeudado al país, desmantelado nuestros recursos naturales; el sistema de salud y el educativo y, desde luego, cedido el poder público a la oligarquía financiera.

Se habla mucho del neoliberalismo, pero no se explica a los ciudadanos que es, como funciona y en beneficio de quienes. En atención a ello, les expongo cuales son los cuatro ejes fundamentales de este modelo económico y político que ha sacudido a la inmensa mayoría de las naciones, en particular, las que están en proceso de desarrollo y las del tercer mundo. 

Es una doctrina que minimiza el rol del Estado, tiene como base teórica el liberalismo clásico que la Escuela de Economía de Chicago definió como nuevo liberalismo. Su premisa fundamental es que el Estado debe intervenir lo menos posible en la economía y la sociedad en general, delegando muchas de sus funciones en el sector privado y las organizaciones de la “sociedad civil”, tal y como la aplicaron los mandatarios de Inglaterra y Estados Unidos, Margaret Thatcher y Ronald Reagan. 
Se basa en el libre comercio y la reducción del gasto público en lo que se refiere a las políticas sociales como las de salud, educación, infraestructura y desde luego empresas paraestatales, no así cuando sus negocios entran en quiebra. 
Tiende a eliminar impuestos sobre las ganancias, la renta y la producción y gravar el consumo.
Sus estrategias para generar riqueza es la desregularización del comercio; la flexibilidad laboral (Outsourcing) y la privatización de las empresas públicas, medidas que favorecen la concentración de la riqueza en manos de una minoría y vulnera los derechos de la mayoría.
El economista norteamericano, Joseph Eugene Stiglitz, define el neoliberalismo como “el fundamentalismo del mercado”, esto es, lo considera una “ideología económica” que permite a una minoría alcanzar sus intereses a costa de evitar los controles y pasar por alto las bases de la democracia.

Para los economistas proteccionistas, esta doctrina aumenta considerablemente el impacto de las crisis de confianza y genera crisis financieras, como la realidad se encargó de demostrar.

La década pérdida (1982-1995), fue un episodio fatídico para los países de América Latina, cuyos gobiernos para subsanar el déficit presupuestario y la estabilidad macroeconómica, optaron por endeudarse hasta al topete.

Tarde se dieron cuenta que dinero prestado nada funciona, si los incentivos económicos, en lugar de fortalecer la productividad, se apegan a una estabilidad transitoria, ya que en cuanto se les acabó el dinero, se detonaron altos niveles de inflación, caída del consumo, estancamiento y recesión con efectos más decrecientes.

No obstante, lo anterior, México no aprendió la lección y en 1994 se vio inmerso en otra crisis similar conocida como “El efecto Tequila” y posteriormente “el error de diciembre”, que el entonces saliente presidente Carlos Salinas de Gortari, justificó de manera absurda: 

“Entre el 20 y el 21 de diciembre de 1994 unos cuantos mexicanos (sic) vaciaron 4 mil 633 millones de dólares de las reservas internacionales, mismas que se acabaron por completo el 2 de enero de 1995”. 

El presidente entrante, Ernesto Zedillo, en su primer informe de gobierno en septiembre de 1995, dio otra versión de las causas que generaron la crisis:

“Una de ellas fue que durante muchos años un fuerte y creciente déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se financiara con entradas de capital volátil”

“También influyó que se financiaron proyectos de largo plazo con instrumentos de corto plazo; que se permitiera, mas allá de lo prudente, la apreciación del tipo de cambio real; y que, frente a cambios drásticos …como la dolarización de la deuda interna que supuso el crecimiento de los bonos”.

Podríamos seguir con el caso de Fobaproa de Ernesto Zedillo, pero eso ya ha sido ampliamente explicado y difundido por el presidente Andrés Manuel López Obrador.  

Las crisis económicas y financieras que se han narrado, dejan en claro que para hacer frente y contener la crisis económica en puerta, generada por la pandemia   no basta la inyección de dinero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como le instan al presidente el Consejo Coordinador Empresarial y la Coparmex, los cuales juran y perjuran que “no es deuda pública sino privada” para financiar los 12 mil millones de dólares a 30 mil micros, pequeñas y medianas empresas que forman parte de sus cadenas productivas, las cuales, evidentemente, tendrán que pagar el crédito que les ofrecen

Dicho de otra manera, ellos (CCE y Coparmex) no corren ningún riesgo, por el contrario, se benefician y en el caso de que no logren pagar “esa deuda privada” los afectados se la van a endosar al gobierno, para “evitar una gran recesión de la economía de México”, como siempre lo han dicho.

Pero no son solo ellos. También el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, (OCDE) están presionando a México, que “vaya por más deuda” e “incremente impuestos (ISR, IVA, PREDIAL)”; “suprima los subsidios a energéticos” (Pemex) lo que es ya una constante de todos los bancos, financieras y organismos empresariales. 

El presidente, con firmeza y apego a la Constitución, dejó en claro a propios y extraños: “No vamos a continuar con el modelo fallido de rescates de corte neoliberal”. “Existe la rectoría del Estado en la búsqueda del desarrollo; no puede ningún grupo imponer su política; corresponde al gobierno federal”. 

Y agregó que era una injusticia e inmoralidad “utilizar al Estado para rescatar empresas o a instituciones financieras en quiebra. Ni lo sueñen”.

Está en lo correcto. La tarea de la 4ta Transformación no es “socializar pérdidas y privatizar las ganancias que tanto añoran los oligarcas, cámaras empresariales y desde luego legisladores y dirigentes del PAN, PRI e incluso “sociedades civiles”.  Su labor es otra: fortalecer el Estado de Bienestar social por el que millones de mexicanos votamos. 

Para lograrlo se requiere no solo combatir la corrupción y la impunidad, otorgar créditos a la palabra a los micro y pequeños negocios, pensiones a los adultos mayores y becas a los jóvenes y demás políticas sociales en boga.

Es urgente y necesario, también, reestablecer la paz y la seguridad de los ciudadanos, poner freno a los crímenes de los cárteles de la droga cuya tasa de letalidad es mayor a la de la pandemia. 

Hay que reestructurar de pies a cabeza el endeble y desarticulado sistema de salud y el educativo; recuperar nuestras reservas naturales, fortalecer el Estado de Derecho y las instituciones de los tres órdenes de gobierno; hacer valer los derechos laborales y salarios de los trabajadores y de los migrantes connacionales deportados, y muchos más desafíos.

Es hora de que los dirigentes, diputados, senadores de Morena, se “pongan la pila” y echen a volar su imaginación. 

La 4ta Transformación no es un símbolo electoral, como ellos piensan, sino un proceso de evolución social, el cual es determinante para mitigar la crisis económica que-- querámoslo o no--, es inevitable y va a ser utilizada por los neoliberales en las próximas elecciones como una muestra del “fracaso” de la 4ta Transformación. 

Eso, ténganlo por seguro.

 

Francisco Javier Pizarro Chávez

Analista político y periodista.