Chihuahua, Chih.
En su libro ‘El estilo personal de gobernar’ (1974), Don Daniel Cosío Villegas refiere que “en México no funciona la opinión pública, ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni la prensa, ni el radio y la televisión, un presidente de la República puede obrar, y obra, tranquilamente de un modo muy personal y aun caprichoso”.
Tomando en cuenta esta explicación, puede entenderse la brevedad del período de estabilidad política y de progreso económico llamado el ‘milagro mexicano’: “una estabilidad política conseguida al precio de un monopolio cada vez más cerrado del poder político y unos beneficios del progreso económico que se distribuyen con hiriente inequidad…”
En cuanto a los candidatos presidenciales, Don Daniel precisa que “la simpatía, y en especial el apoyo al nuevo Presidente, fueron inciertos e ineficaces. El mayor número de ellos carecía de poder político o económico, de modo que su apoyo sólo podía ser ‘difuso’, pero no activo. Por su parte, el candidato presidencial hablaba una y otra vez de la necesidad de un cambio, pero sin definir tampoco cuál era”.
A finales del siglo pasado, el escritor Mario Vargas Llosa señaló que “no creo que se pueda exonerar a México de la tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien un agravante… México es la dictadura perfecta”.
Durante el ‘priato’, fue una costumbre reiterada por parte de los candidatos del PRI, pregonar a los cuatro vientos un sinnúmero de promesas para elevar la calidad de vida de la sociedad mexicana. La mayoría de ellas, imposibles de realizar.
Para institucionalizar estas promesas de campaña, Miguel de la Madrid impulsó la reforma al artículo 26 de la Constitución Federal cuyo único propósito fue crear la Ley de Planeación, “con lo que se hizo obligatorio un Plan Nacional de Desarrollo al que estarían sujetos los programas de la administración pública federal”.
Sin embargo, desde siempre, la mayoría de los planes de desarrollo no cumplen con todos sus objetivos. Por tal motivo, muchos ciudadanos se cuestionan: ¿tiene sentido seguir presentándolos? ¿Son de utilidad este tipo de documentos? ¿son una repetición de las promesas de campaña?
En años recientes, se incluyó la participación ciudadana como un insumo para elaborar el plan de desarrollo, para legitimar este instrumento. Al paso de los años, este proceso de consulta -como medio de legitimidad- resulta inoperante.
Para el analista político Eduardo González, existe “un factor limitativo: el estrecho horizonte temporal que posee la planificación en México. Aquí el largo plazo no pasa de los seis años y es un problema no menor que se tengan que inventar planes generales y particulares cada vez que cambie el Presidente”.
“No existe pues, garantía de que la planeación ‘ahora sí’ funcione. Podría ocurrir que, una vez más, no pase de un ejercicio ideológico y propagandístico, sin ninguna relevancia real. Sin embargo, los procesos reorganizadores que el país vive no esperan por los planes, más bien éstos tienden a convertirse en escenarios de aquellos…”
Así las cosas, toda vez que se aproximan los relevos de Gobernador, de Diputados y Presidentes Municipales; dada cuenta la amarga experiencia de los dos últimos gobernantes (el ‘vulgar’ ladrón de César Duarte y Javier Corral (a) “El Inútil”), los chihuahuenses debemos tener presente la frase lapidaria del panista Pablo Cuarón, cuando calificó las promesas de campaña de Corral -por su notoria inviabilidad- como “promesas del corazón”.
En cuanto a la posibilidad de otra alternancia electoral en el 2021, debemos ser cautos, porque de ser el próximo Gobernador el candidato de Morena, nos hace reflexionar si, en esta ocasión, los chihuahuenses tendríamos un gobierno que, verdaderamente, procure el bien común.
Mi duda tiene pleno sustento: el desempeño de los diputados locales de Morena está para dar vergüenza ajena…